Capítulo 24: La extraña medicina

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Llego a mi habitación y ni siquiera me molesto en cerrar demasiado la puerta. Pateo un cargador de pistola que había quedado en el suelo cuando los chicos sacaron las armas de mi armario para ir en busca de Franco.
Necesito encontrar una forma de relajarme al menos hasta que me dejen ver a Julián.
Me quito las armas que tengo encima y las guardo en el anteriormente mencionado mueble para, después, meterme en el baño.
Me miro unos segundos en el espejo y me veo irreconocible. No sólo cómo yo, sino como persona en general. Estoy cubierta por una mugrienta capa de tierra, cenizas y sangre.
Me quito la ropa y lo primero que miro es una especie de pelota violácea en el lugar donde recibí la patada. Apenas la rozo con el dedo índice siento un profundo dolor. Opto por no tocarla más, tratar de no maltratar tanto esa pierna y usar pantalones largos para no preocupar a nadie.
Me siento en la ducha y dejo que el agua fría me caiga encima. Ni siquiera tengo fuerzas para ducharme. Dejo que las cenizas de la explosión, la tierra de las corridas, el sudor del cansancio y la sangre en las manos por ayudar a Julián se vayan por sí solas.
Cierro los ojos y meto la cara bajo el agua. Lo hago como si eso pudiera borrarme el rostro también y que nadie más pueda saber cómo me siento con respecto a toda esta mierda.
Cierro la ducha, salgo, me seco y como continúo un poco aturdida, aunque no sé si por la explosión u otro motivo, tomo la primer camiseta negra que encuentro y mi antiguo pantalón del Instituto sin pensarlo demasiado y me visto.
La verdad no sé cuanto tiempo pasé bajo el agua pero cuando estoy por salir de la habitación noto algo particular sobre la cama: Un papel blanco.
Mirage. Pero si ahora puede controlar mis pensamientos ¿Por qué una nota? Aunque suene paranoica, sé que es así. Aquel sueño que tuve con las muertes de Franco, tan real... No pudo haber sido producto de mi subconsciente.
Decido no hacerme más preguntas y leo el mensaje escrito con tinta negra.

Debajo de tu almohada he dejado una medicina que ayudará a Julián a recuperarse mucho más rápido.
Íngrid, sé lo que estás pensando... Pero confía en mí. No seas imbécil, sólo por esta vez.

El mensaje es corto y fantasioso, pero me lo creo, porque supongo que así reaccionamos las personas con culpa: Con ganas de hacer hasta la cosa más increíble para ayudar.
Recojo del lugar indicado un pequeño envase blanco que contiene una crema de igual color.
Sólo espero que no sea un veneno encubierto o algo así.
Voy precipitadamente hacia la habitación donde se encuentra mi mejor amigo, y abro la puerta sin importarme un comino la presencia de mi madre, de los chicos o del presidente, pero para mi sorpresa sólo estamos en silencio Juli y yo.
Cierro la puerta cuidadosamente y me voy acercando de a poco hacia mi dormido amigo. Como casi todas las personas al dormir, parece más joven y despreocupado. Más feliz.
Me siento junto a él en la cama y comienzo a observar la habitación. Parece que mi mamá y mi abuela intentaron convertirla en una enfermería improvisada, ya que se pueden ver medicamentos, ungüentos y otras cosas de botiquín por todos lados.
Antes de aplicar algo que me da pavor en la piel de Julián, lo contemplo una vez más.
Ese cabello dorado, esas pequeñas pecas en las mejillas, esa expresión inocente... Lo veo y la primer palabra que se me viene a la mente es "vulnerable".
Sí, aunque no quiera. Lo veo como alguien a quien proteger. Pero me gusta hacerlo, porque él lo hace conmigo, a su manera. Quizás Anabel también tenía ese instinto de cuidado hacia él, por eso lo controlaba tanto, aunque no se justifique.
Decido dejarme de rodeos y le levanto la camiseta a Julián. No es la primera vez que le veo el torso desnudo pero por algún motivo la situación, como a escondidas, me incomoda.
Mi vendaje de la naturaleza improvisado fue reemplazado por uno real. La herida parece haber sido higienizada.
Arranco una parte del vendaje intentando hacer el menor ruido posible. Cuando lo consigo, puedo divisar la herida con muchísima más claridad: No es que sea una persona muy impresionista, pero esto es demasiado.
Le aplico con los dedos la crema a Julián y casi al instante me quedo perpleja. No puede ser real. Esto no puede estar pasando.
Los extremos de la herida comienzan a acercarse, como si mi amigo tuviera una especie de tejidos celulosos evolucionados.
El orificio que había dejado la bala quedó cerrado a los pocos segundos y la crema se desvaneció en la piel de Julián.
De repente siento que se me fueron todas las fuerzas del cuerpo y el envase hace ruido al caer de mis manos al suelo. Continúo mirando la herida, todavía atónita. En realidad, en esa zona ya no hay nada.
Julián abre los ojos.
Al principio está confundido, su mirada revolotea por toda la habitación, pero termina posándola en la antigua herida. Esto no lo ayuda a aclarar sus pensamientos.
Mi mejor amigo se levanta de la cama y parece que va a preguntarme qué demonios ocurrió con su herida, mientras que yo entraré en pánico y no sabré qué responder porque no pensé en eso en absoluto, pero en cambio suelta:
—¡Oh, Íngrid, estás terriblemente pálida! ¿Te encuentras bien?
Y sí, ese es Julián, quien se preocupa más por una ligera variación en mi piel que por descubrir la misteriosa cura de su herida.
Julián parece no darse cuenta aún de mi perplejidad y por algún motivo me abraza. Sigo con los brazos rígidos y, obviamente, no consigo devolverle el gesto.
—Oh, Íngrid, estamos vivos —Dice, y parece estar cayendo a la realidad — Salvamos a Franco
No respondo. Creo que, incluso, aún tengo la boca abierta.
¡Íngrid tonta, tonta, tonta! ¡Reacciona, por favor, no seas idiota!
—¿Íngrid? Estás preocupándome ¿Cómo te sientes realmente? ¿Ocurrió algo malo?
—N... No —Me aclaro la garganta —Estoy bien. Estaba esperando que te despertaras
—Bueno, pues ya desperté —Dice Juli, con su alegría característica, que siempre está acompañada de una gran sonrisa. Intento devolvérsela, pero lo hago débilmente, y sé que no he parecido muy convincente —Ah, Íngrid, por cierto.. ¿Puedes darme una explicación lógica de por qué la cosa horrosa que me hizo la bala en la piel desapareció?
Siento como se me bajan todos los colores de la cara aún más. Julián no había hecho el comentario con actitud sospechosa, todo lo contrario, lo preguntó entre risas. Pero, al ver mi expresión, él también pareció preocuparse.
—Íngrid ¿Qué está pasando? —Intenta parecer serio, pero en su voz es notable la angustia.
—Mirage me dio un medicamento que... Yo no... Lo siento, Julián, no sé explicarlo en estos momentos
Me insulto a mí misma mentalmente.
Seguro que esto es otra trampa de Mirage ¿Por qué nos ayudaría? Ella siempre ha querido lo peor para nosotros. Quizás en este momento, en el cuerpo de Julián, está comenzando a desarrollarse algo terrible...
—Ín, intenta tranquilizarte... Y cuéntame las cosas como puedas —Para mi sorpresa Julián está teniendo una paciencia sagrada.
—Juli, yo... Te lo voy a explicar ¿Sí? Pero tengo que hablar con Franco y mi familia primero
Mi amigo frunce el ceño.
—¿Desde hace cuánto tiempo le cuentas algo a tu familia y a tu novio y me excluyes a mí?
Indiferentemente de la situación, me molesta el comentario.
—No te pongas infantil, Julián. Maldita sea, estoy intentando protegerte
La mirada de mi mejor amigo se endulza un poco más pero sigo notando una pizca de molestia en sus ojos.
—Puedo cuidarme solo, Íngrid
Desvío la mirada y me muerdo el labio para que no se me escape un “Claro, por eso acabaste con un agujero en el cuerpo”.
—De todos modos, te prometo que te lo contaré. Sólo dame tiempo. Necesito hablar, principalmente, con Franco
Julián asiente de mala gana y vuelve a esconder su ahora invisible herida bajo la camiseta. Se queda mirando la pared del cuarto, pensativo, y yo me dirijo afuera para buscar a Franco. Lo localizo hablando con Lautaro y Alejandro... Y con una cara de tristeza inconfundible. Puede verse desde aquí que está intentando no llorar.
Claro.. ¿Cómo pude olvidarlo? Lo que ocurrió con Fausto... Ni siquiera yo misma tuve tiempo de asimilarlo aún. Nuestro amigo...
¿Cómo se supone que le hablaré de este asunto de la "medicina" ahora?
Un poco a la distancia, le hago un gesto para que se acerque y él asiente con la cabeza. Cruza unas palabras más con los chicos y luego se dirige hacia mí, mientras yo lo conduzco a la parte trasera del hotel.
—Franco, sé que no es momento para comentarte esto, pero... Creo que acabo de cometer la peor estupidez de mi vida
—¿Qué? ¿Por qué?
—Conseguí hacer desaparecer la herida de bala de Julián
—Íngrid eso es imposible...
—No, no lo es. Mirage me dejó una crema ¡Y ha eliminado los daños por completo! No sé si es nanotecnología o qué, pero parece magia
—Íngrid, preciosa ¿Bajar por esos vagones te afectó la cabeza? —Dice Franco con sarcasmo. Parece que ni siquiera el estar triste le quitará esa característica suya.
—¡Que es cierto, estúpido! —Prácticamente le escupo las palabras —Tú sabes que Mirage posee cosas extrañas... Y si no me crees, pues ve y mira como la herida de Julián desapareció
—Bien, supongamos que dices la verdad. En ese caso ¿Qué hay de malo?
—Luego soy yo a la que le afectó la altura ¡Reacciona, Franco! ¿Y si en realidad es algún tipo de sustancia tóxica? ¿Qué le diré respecto a lo que ocurrió?
—¡Dile la verdad, Íngrid, basta de tanto drama! —Empieza a mostrarse enfadado —No eres un monstruo que ha cometido una atrocidad, los demás no pensarán en eso, tú solo intentaste ayudar a tu amigo ¿Ese es tu miedo? ¿Que te condenen?
Lo medito por un segundo. Sí, quizás sí, pero precisamente no es eso lo que más me preocupa ahora.
—Tengo miedo de que toda esta gente muera por mi culpa. Lo de Julián es sólo una cosa más en la lista ¿Es que no lo entiendes, Franco? Tenemos que irnos de aquí. Mirage nos quiere a nosotros, no a ellos. Es injusto que estén en peligro por nuestra sangre
—Íngrid, si nos quiere a nosotros, vendrá a por nosotros. No dañará a los demás
—¡No seas ingenuo, por favor! Ella hará lo que sea con tal de llegar a nosotros, incluso matará ¿Por qué crees que murieron mi hermana, todos...? Ella ataca a los nuestros para dejarnos indefensos ¡Ellos murieron por mi culpa, Franco! —A medida que iba hablando se acumularon más lágrimas en mis ojos. Tengo la visión borrosa y húmeda, pero me resisto a llorar.
La expresión dura de mi novio se transforma en una dulce, y me abraza con fuerza. Me doy cuenta de que ya no puedo contener una lágrima más. Soy una estúpida... Él ya ha tenido que soportar mis llantos demasiadas veces.
—No es tu culpa, Íngrid, la gente a veces simplemente muere y tú no puedes hacer nada para evitarlo... Es difícil de aceptar pero es así —Escucho a Franco usando un suave tono de voz mientras me acaricia el cabello, un tono tranquilizador, pero que siento que no va acorde con las palabras que acaba de soltar.
La gente no muere así porque que sí. Aquí todos murieron de forma trágica, en este desastre, e indirectamente por culpa de Mirage o mía. Y tengo que solucionarlo.
Me separo de mi novio y me seco las lágrimas. Adopto una expresión un poco más dura y decidida.
—Perdona, Franco, pero entonces me veo obligada a hacer esto yo sola. Me iré. Me iré muy lejos, y buscaré alguna forma de asegurar que Mirage me siga. Es la única manera de mantenerlos a ustedes a salvo. Ella está enzañada conmigo. Estoy segura de que, aunque tú tienes la sangre, tu secuestro fue para provocarme
Noto que su mirada vuelve a parecer enfadada. Cuando pienso que se decidió por no responderme nada, se limita a contestar:
—Deja de pensar que este grupo estaría mejor sin ti porque no es cierto. Esto ya pasó en la cueva. No vayas a cometer ninguna estupidez
Lo de la cueva no fue ninguna estupidez y, de hecho, solo regresé para asegurarme de que Mirage no les hiciera nada. Ese era el plan original: No debería haberme quedado.
Yo no pienso ser el fracaso y Mirage el triunfo. No puedo dejar que se acerque un paso más a la gente que amo.
Miro fijamente a Franco, pero no le digo nada, sólo frunzo un poco el ceño demostrando mi desacuerdo.
Me doy vuelta para ir a preparar las cosas para marcharme y, apenas avanzo unos pasos, vuelvo a escuchar a mi novio con una determinación inquebrantable en su voz.
—Esto no es proteger a alguien, Íngrid. Proteger no es huir, abandonar. Proteger a alguien es estar presente pese a la situación, aunque sea la más difícil. Eso es ser protector y leal
—Letrix, el protagonista de LandHorror, el personaje favorito de Fausto... —Giro sobre mí misma y vuelvo a cruzar miradas con Franco —Era una frase suya
—Ajá ¿No crees que tiene razón? Mira, Íngrid... Yo podría entregarme a Mirage y ya, si realmente lo que busca es nuestra sangre
—Nunca te dejaría hacer eso —Abro los ojos como platos por la preocupación de sólo pensarlo.
—¡No me importaría tu opinión, Íngrid! ¿Pero sabes por qué estoy aquí? No porque me guste la comodidad de este hotel ni porque sea un cobarde. Estoy aquí contigo porque, aunque corras peligro, prefiero que lo corras junto a mí para protegerte
Me quedo sin palabras. Franco se ha encargado de hacer temblar mi corazón, aunque no precisamente en el mal sentido de la metáfora. Me conmueve.
No puedo evitar recordar a Fausto hablando sobre las sabias palabras de Letrix con ojos brillantes. No puedo evitar escucharlo diciéndome, desde donde sea que esté, que no puedo abandonar a estas personas.
Franco simplemente se acerca hacia mí y me besa. Sentir sus manos en mi cintura, sus labios pegados a los míos y su aroma cerca de mi cuerpo me transportan a un increíble lugar, donde todo es reconfortante.
Luego nos abrazamos y él me susurra al oído.
—Eres la mayor heroína que haya existido jamás
No tengo tiempo para decir nada. De repente, vemos una monstruosa criatura a unos metros de nosotros, incluso más alta que el propio hotel.
Oh, claro, debe ser el peligro recordándonos que no nos dejará en paz ni una maldita vez.

Cuando El Apocalipsis Empieza (Masacre Mundial 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora