Capítulo 3

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Pov Serena


Lo bueno de ser princesa es que la mayoría de personas no protestan ante tus deseos. Puede sonar caprichoso, y probablemente lo sea, pero no hay mucha gente capaz de negarme cualquier cosa que se me antoje. Lo malo es que tampoco eres completamente libre: de manera irremediable, la palabra "realeza" está ligada a "responsabilidad", y "responsabilidad" no suele distanciarse mucho de "encierro".

En definitiva: en realidad me encantaría no ser una princesa.

Lo sé, lo sé. Muchas niñas darían su vida por estar en mi lugar: por los vestidos bonitos y las coronas sobre la cabeza y los pretendientes a tus pies. En los cuentos, las historias de príncipes y princesas quedan realmente hermosas, incluso a mí, de pequeña, me encantaban. Hasta que descubrí que no hay nada realmente emocionante en pasar las horas encerradas en un castillo, lanzando suspiros al aire, aprendiendo a coser y dejando que otros dirijan tu vida. Para algunas (para mi prima Rei, sin duda) es lo más cómodo. Para mí hace mucho que mi título empezó a convertirse en una maldición.

Pensémoslo fríamente: ¿Qué hago yo aquí? Si no fuera princesa no tendría que haberme marchado nunca de mi hogar, de la paz de Nyran, y probablemente habría tenido una familia y una vida normal. Más pobre, sin duda, pero más plena. Lamentablemente, mi existencia se resume en un montón de cambios que no me han dejado un hogar de verdad y una vida de mentiras y órdenes que acatar: cuando mi madre murió, a mí se me envió a vivir con la familia real de Veridian, mis primos directos, con la excusa de buscarme total seguridad ante la guerra inminente. En realidad, mi padre nunca ha querido que regrese a mi país, que gobierna en periodo de regencia hasta que yo ocupe mi lugar en el trono, no me necesita ni me quiere cerca porque, para él, no soy más que un mal necesario para seguir con la línea sucesoria.

Y ahora estoy en Lothaire, en el último lugar que habría querido estar nunca, solo porque mi prima se casa. Maravilloso. Me encanta estar alojada en el palacio de la bruja de todos los cuentos más allá de las fronteras entre los países. La hechicera de ojos escarlatas, el hada capaz de desafiar hasta a las estrellas, la arquitecta de ilusiones, la forjadora del miedo. El monstruo debajo de las camas de los niños de Anderia, la figura de la muerte para los soldados humanos. Beryl de Lothaire.

Pero claro, ¿cómo iba a dejar a Rei sola en este sitio, directa a los brazos de un príncipe desconocido y en un país que nunca ha visto? Así que cuando me suplicó por su vida y su mundo entero que viniera con ella, decidí que Lothaire podría ser una nueva aventura aceptable y una salvación para huir de la monotonía en Veridian, hoy ya no estoy muy convencida de esto. En realidad, he salido de una cárcel para entrar a otra y, por si fuera poco, está custodiada por un dragón. Tras haber conocido a Beryl de Lothaire tengo ganas de poder poner toda la tierra que queda, de por medio. Es más, volvería a Nyran pese a las protestas de mi padre solo para poder poner incluso el océano entre nosotras. No es que le tenga miedo, sencillamente no me gusta: no me gusta cómo me mira, no me gustó su expresión cuando nos conocimos. Era como si me conociera, como si pudiera ver más allá de mí, como si notara en mis ojos todos mis secretos. No me gustó cuando me sonrió encantadora y comentó casualmente lo mucho que me parecía a mi madre, y sé que yo tampoco le gusto. Hay algo en ella, más allá de lo explicable, más allá de las leyendas y el miedo infundado, que me inquieta. Egoístamente, me alegro de que sea mi prima quien tenga que sufrirla: yo solo tendré que estar en su palacio durante los 5 días que restan para la gran boda entre Rei de Veridian y Darien de Lothaire.

Tras una noche inquieta por parte de mi prima, casi sin dormir, esta mañana hemos desayunado todos juntos. Ha sido entonces que he decidido que no quería estar ni un segundo más en ese palacio de ensueño: nadie sonríe, nadie parece hacer más ruido del necesario. Soy consciente de que la elegancia que se espera por parte de la realeza no permite grandes muestras de afecto, pero al menos en Veridian se respiraba cierta calidez. Incluso en las aburridas reuniones de estado con nobles la incomodidad no era tanta. Finalmente, mi prima y yo nos hemos retirado y Rei me ha suplicado que me quede con ella y con Minako en su cuarto. No he aceptado: he cogido mis calzas, mis botas y mi camisa y he salido a caminar, Mina no ha estado muy de acuerdo: me ha dicho, como acostumbra a hacer, que esas ropas no eran adecuadas para mi posición y que ahora no podía ponerle de excusa un largo viaje; también me ha prohibido coger mi arco y mis flechas para salir de caza sin ninguna compañía en un territorio completamente desconocido. Dado que lo segundo me lo ha revisado, no he podido alcanzar mi plan inicial, pero no ha conseguido desnudarme y he huido antes de que pudiera encerrarme en la más alta de las torres.

Secretos de luna llena: AlianzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora