CAPÍTULO 11 ~ La playa

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HyukJae corrió detrás de su amor como un loco, desesperado, hasta que casi lo alcanzó, cuando este se concentró en abrir la puerta de la habitación 666. Justo antes de que DongHae se encerrara en su cuarto, el otro empujó la puerta y entró junto a él.
- ¿Qué demonios quieres? - en lugar de esconderse, lo enfrentó, más enfurecido que nunca. - ¡Vete de mi cuarto, maldito cínico!
HyukJae lo observó, estático, mientras la histeria de su amante se esparcía por todos lados; DongHae le gritó mil y un maldiciones, hasta casi perder la voz no dejó de gritar y de maldecir a la persona que lo había obligado una vez más a perder los estribos.
Ese era un chico fuerte, era quien HyukJae había conocido una vez en la universidad, a quien había corrompido, pero que seguía teniendo ese fuego y esa pasión interiores que lo habían enloquecido hasta el punto de enamorarse perdidamente de él.
Su pequeño, su DongHae, le estaba gritando mil y un verdades a la cara y por fin estaba logrando que se sacara todo lo que lo enloquecía y había enloquecido durante largos años.
Finalmente, hablarían.
- Eres un maldito enfermo, me usaste de nuevo - respiró con dificultad y arrancó una vez más. - Voy a follarme al pobre desamparado DongHae y a romperle el culo y el corazón nuevamente, así puedo volver a ser el maldito Casanova que una vez fui. Pero claro, ahora no sólo lo haces con mujeres, por lo visto probar el cuerpo de un pobre infeliz hizo que te convirtieras en un bisexual perdido, ¿no es cierto?
Miró al otro, como esperando una respuesta, pero no se la veía venir.
- Claro que no es cierto, mocoso malcriado.
Hyuk nunca había sido así con él, de hecho siempre se había cuidado bastante con las palabras que le decía a su chico, temiendo romperlo si se le iba la mano. Pero esa vez no eran dos tontos adolescentes enamorados, esa vez eran dos hombres, con sus vidas hechas y muy maduros, y necesitaban llegar a un acuerdo o se matarían a trompadas y acabarían separados para siempre.
Él fue el primero en darse cuenta de ello y en asumir que una vida sin su DongHae sería inadmisible.
- ¿Cómo me has llamado? - lo espetó el más joven, poniéndose cada vez más colorado su rostro y humedeciéndose cada vez más sus ojos.
- Lo que has escuchado - Hyuk sonrió de lado. - Es hora de bailar, Lee DongHae.
Durante media hora se dijeron todo lo que no habían podido decirse durante años, se acusaron de todo tipo de cosas, hasta que se sacaron todo del alma y del corazón; sabían que, de no hacer ese movimiento, no podrían atreverse a encarar una nueva historia entre ellos.
Debían dejar de lado los problemas del pasado y empezar una historia desde cero, desde lo más bajo, como si hubieran sido siempre dos desconocidos ya que, en cierto modo, lo eran y lo habían sido durante cinco larguísimos años. Eran dos hombres, dos personas diferentes a los chicos que se habían conocido en la universidad.
Hyuk era diferente al hombre que se había quedado perdido sin su amor y Hae era muy diferente al chico que lo había dejado todo atrás.


~FLASHBACK~
Corrió calle abajo, totalmente fuera de sí.
Según había escuchado en los pasillos de la universidad, el nuevo profesor, un graduado de su casa de estudios, había sufrido una deficiencia de calcio y se había tenido que retirar de la clase de danza libre avanzada debido a ello. Lo habían ingresado en el Hospital General de Seúl con un grave cuadro de anemia y a los médicos les estaba costando subir sus defensas.

Nunca en la vida HyukJae creyó que volvería a sentir miedo de perder a alguien. Su único miedo hasta hacía algunos meses había sido que el mundo les diera la espalda, pero bien sabía que si se tenían mutuamente ya nada importaría y podrían enfrentarlo todo.
Antes de DongHae no temía porque la vida le importaba un bledo y sentía que ya había perdido todo; sólo le preocupaba su perra, Choco, por eso se la llevaba con él a todos lados o, a menos que supiera que se ausentaría demasiado tiempo, la dejaba con la llave echada en su habitación y se llevaba la llave con él, para evitar que su padre pudiera lastimarla en una crisis alcohólica y él tuviera que matar a su viejo e ir a parar a la cárcel.
Después de DongHae había aprendido a valorar la vida y cada aspecto de ella, sentía que todo era hermoso y que para siempre tendría a su pequeño ángel con él. Porque eso significaba la presencia de DongHae en su vida, era un ángel que había aparecido para salvarlo de la autodestrucción.
Cuando había entrado a esa universidad, hacía cuatro años, jamás había pensado que encontraría el amor.
Aquella vez que el decano se había enterado que él trabajaba como stripper en un bar (al que la hija de ese viejo degenerado asistía para mirar muchachos, esa que lo quería como trofeo y a quien le había dicho que no porque ya estaba saliendo con DongHae) y lo había suspendido dos semestres, DongHae había estado a su lado; cuando le hacía frente a JiEun, él lo acompañaba con incontables besos; cuando algo les salía bien, sólo había risas, ya que, finalmente, podían estar juntos y sin esconderse (al menos no de sus seres más cercanos).
Había pasado junto a DongHae, su Hae, su bebé, los mejores años de su vida, los únicos meses que lo habían hecho sentir una persona, que lo habían ayudado a conocer la felicidad plena
¿Cuándo habría sido aquella primera vez en la que había fantaseado siquiera en besarse con un hombre?
HyukJae tenía perfectamente claro que ese día que había empezado la universidad había marcado su vida, había cambiado su perspectiva de todo, se había vuelto mucho más perceptivo. Una parte de él estaba convencido de que siempre había amado a DongHae, desde aquella primera mirada en el salón de baile, desde aquel primer apretón de manos en la clase de química avanzada... Y él no era el romántico de los dos para hacerse esos planteos, pero amaba a su hombre.

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