Cuando llegó el segundo día de clases, Katsuki ya había cumplido su palabra al primer minuto. No dejó a Eijirou en paz todo el día, mientras que este se encontraba extrañamente callado. Cambió de asiento con algún inepto junto a la mesa del chico e incluso lo ayudó a entender algunas cosas en las clases de matemáticas. En la hora del almuerzo no lo evitó, comieron juntos —hasta compartieron comida, todo porque el pelinegro quería un poco de las salchichas cortadas como pulpos que su padre hace para él— y al final del día caminaron a casa. No había ningún idiota a la vista que pareciera desear desquitarse con Eijirou.
Más tarde, cuando parecía que nadie atacaría, él volvió a su ánimo habitual. Probablemente se habían sentido intimidados, Katsuki suele provocar eso en la gente. En primer lugar, ¿porqué hacía todo esto? Jamás ha tenido la intención de proteger a una persona, ni siquiera de escuchar todo su parloteo de camino solo para verlo con una boba sonrisa. Además, a él siempre le había fastidiado Kirishima, entonces, ¿por qué se sentía tan empeñado en defenderlo?
Antes de que Eijirou pudiese despedirse, caminó hacia su propia casa, sin poder resguardarse de los efusivos gritos del muchacho deseándole buenas noches y demás, hasta que otro vecino tuvo que callarlo. Quería encerrarse en su habitación y no salir nunca más, quizá tomar su consola de juegos por un rato hasta que todo el enredo de hoy se desvanezca de su cabeza. Sí, eso suena fantástico. Ignoró las amenazas de su madre sobre ir a comer la cena o le trituraría las tripas y cerró la puerta de su cuarto con un portazo. Se quedó allí por unos minutos, acostado en la cama y con la mente en blanco.
Cuando pasó media hora estaba a punto de dormirse, la puerta rechinó y su padre espió por el pequeño sitio apartado, probablemente verificando si estaba dormido. Después entró con cuidado, ¿por qué lo hacía? ¿Acaso no se daba cuenta de que deseaba solo descansar? Gruñó al sentir un peso extra en su cama. Era obvio que quería tener una charla, una muy vergonzosa sobre las alborotadas hormonas y algo sobre abejas que nunca logra entender. Sin embargo, él no deseaba oír ninguna de esas cosas, así que intentó fingir que estaba en el quinto sueño.
—¿Katsuki? ¿Hijo? —llamó el mayor—. ¿Quieres hablar con tu padre?
Solo entonces se animó a responder—. No.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Bueno, quizá si tenía una o dos cosas que creía deber tratar, pero resultaba sumamente vergonzoso el simple hecho de consultarle algo al enclenque de su padre. Al final, suspiró y se sentó en la cama también, dándole la espalda a su progenitor. Pudo sentir que este se sobresaltaba de la sorpresa, y luego recuperaba la compostura. Bien, ya tenía la mitad del trabajo hecho, ahora solo faltaba comenzar. Iba a ser directo, sí, por supuesto que lo sería. Simplemente era la primera vez que no sabía cómo.
—Hay algo mal en mí, creo —soltó.
—¿A-Ah, sí? ¿Qué podría estar mal en ti, cariño?
—Últimamente suceden cosas raras cuando me acerco a alguien, a una persona en específico que odio, provoca que mis extremidades se sientan como gelatina y mi cerebro se derrita —explica, gesticulando de manera brusca con sus dos manos—. Y cuando estoy con él mi boca suelta todo lo contrario a lo que realmente quiero decir, incluso hace que me disculpe y haga muecas extrañas.
Una risa ahogada lo interrumpió. Volteó furioso, encontrándose con su padre intentando mantener sus carcajadas a raya mientras lo observaba con gracia. Las mejillas de Katsuki se colorearon de un fuerte carmesí y apretó los puños. ¿Cómo se atrevía?
—¡¿Te estás burlando de mí?!
—Oh, claro que no. Solo creo haber encontrado la solución a tu problema —dijo, al momento en que el rubio olvidó su molestia casi por completo y prestó atención cuidadosamente a lo que el contrario dictaba—. Estás enamorado, esa es mi conclusión.
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» Iridiscencia | Bakushima.
FanficSu familia apenas llegó al vecindario, lo que significa; nueva casa, nuevas personas, nuevo jardín al cual destruir durante las siestas de papá y nuevos amigos (aunque Katsuki prefiere llamarlos súbditos), ah, y un primer amor. Alerta de fluff, poco...