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CAPÍTULO
VEINTICUATRO

          Alterar un jutsu impuro no sería tarea fácil y él lo sabía; se trataba de arriesgar o perder. No obstante, aún cuando todo podía salir mal, debía intentarlo. Había mucho en juego, incluyendo su propia felicidad. En lo que a Tobirama respectaba, siempre buscó innovar. Desde muy pequeño sorprendió a su padre y ahora, de adulto y con la mismísima muerte de por medio, debía sorprenderse a sí mismo. ¿Lograría su cometido? Francamente, no lo sabía, pero lo intentaría. Darse por vencido no era algo aceptable para él, sobre todo ahora que podía ver con sus propios ojos la felicidad en su máxima pureza y extensión. Se trataba de su hijo y de su amada cabeza hueca y debía luchar por ellos. Por permanecer a su lado hasta que la tierra dejase de girar.

Una vez consumada la guerra causada por Danzo y su deseo de venganza, la desaparición inmediata de los líderes pasados dio mucho de qué hablar. Claro que, ningún aldeano imaginó ni por un mísero segundo que, el mismísimo Hashirama Senju aún deambulaba por allí, oculto entre... las hojas. Era una cortina de humo, pues, el que los ninja más poderosos de sus épocas estuvieran libres en las calles de la aldea como si no significara nada el regresar de la muerte, podía dar como resultado un gran problema gubernamental con los demás poblados, que fácilmente podían sentirse incómodos o intimidados. La noticia se corrió: volvieron al descanso eterno. No obstante, era una falsedad. Minato Namikaze dio un informe falso.

Orochimaru sabía la verdad y aunque prometió mantener una distancia prudente, no pudo evitar ofrecer sus servicios solo por curiosidad e interés general. Profesando su interés por la vida eterna, se le hizo imposible quedar exclusivo, aún cuando fue Tobirama quien le advirtió que, nadie buscaba la vida eterna, sino un poco más de tiempo. También hizo una advertencia más y si era que se atrevía a causar problemas, él mismo desaparecería su existencia del planeta tierra. El hombre serpiente no mostró objeción, sabiendo que Tobirama no era tan fácil de derrotar como en su momento lo fue su antiguo maestro; Sarutobi.

La presencia de Sasuke Uchiha aún era un misterio, al igual que sus intenciones. Sin embargo, mientras no causara inconvenientes, Minato alegó que no tendría ningún problema con que él permaneciera en la aldea, aunque mucho de esta decisión tuvo que ver Naruto, quien había apelado por su amigo. Como siempre.

Kakashi también era participe de tal información y como protector directo de la hija del Cuarto Hokage, estaba bastante bien informado, incluyendo el deseo de Tobirama Senju de permanecer en el presente y burlar la muerte. Él no parecía de acuerdo, pero tampoco en contra. Mantenía una posición neutra porque no tenía otra opción, pero si se lo preguntaban, alegaría que, no era más que una locura. Para él, la vida y la muerte debían respetarse, al igual que el tiempo. Aun así, prefería observar y callar. No era su deseo incomodar a su protegida, quien ya tenía mucho que pensar con el bebé en su vida.  

Siendo madre, las responsabilidades de la rubia Uzumaki habían cambiado un poco. Si antes se preocupaba por sí misma, ahora debía pensar en otra persona. Una persona que dependía de ella. Sin embargo, la cálida y reconfortante sensación que le invadía siempre que su hijo le miraba o simplemente, le sostenía el dedo entre su pequeño y pálido puño, lo valía todo. Incluso cuando hacían días duros, cargados en mucha presión, no se arrepentía de nada. Ella no se arrepentía de haber llegado al pasado y mucho menos, se arrepentía de haber traído al mucho al fruto de su amor junto al hombre que le había robado el corazón sin derecho a réplica.

A veces se preguntaba si todo era real: si de verdad ella había viajado en el tiempo y se había topado con Tobirama. Pero, no podía ser más real. Los fuertes latidos de su corazón al verle, eran reales. El llanto de su hijo, era real. Su amor por Tobirama era tan real como el mismo aire que respiraba. Tan real como las lágrimas que derramó al regresar al presente. Para ella, hasta cierto punto, era abrumador verlo. Se esforzó por aceptar que él ya no estaría en su vida. Pero, allí estaba él: el hombre que más amaba en todo el mundo, sosteniendo a su hijo en los brazos. ¿Y si era un sueño? Era su mayor temor. Que solo se tratara de un juego sucio de su mente y que, al despertar, él... no estuviera allí.

tempus . tobirama senjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora