Amante del Enemigo de la Muerte (parte dos)

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Lo prometido es deuda. Aquí les dejo la segunda parte de esta trilogía.

Cuando Call despertó lo primero que vio fueron las coletas cafés de una chica inclinada sobre él.

—Oh ya estás despierto. —dijo ella. —Me tomó más de la cuenta pero creo que has tenido una recuperación exitosa.
E
Call estaba un poco confundido e hizo una mueca.

—¿Donde estoy? ¿Que me estás haciendo?

—Solo te curado la herida que tú mismo te provocaste al invadir mi casa. —Tamara hizo una mueca de indignación. —Un simple gracias sería suficiente.

—¡Solo quiero estar bien rápido y salir de esta cama cuanto antes!

El trato de levantarse pero Tamara se apresuró y puso una de sus manos en el pecho del chico obligándolo a permanecer en la cama.

—Me temo que eso no es posible. Temo decírtelo, pero tienes una parte de un puñal aún en tu hombro y tenemos que quitártela por que te está provocando fiebre.

El chico permaneció quieto y Tamara sonrió complacida con su obediencia. Minutos más tarde el Maestro Joseph apareció en la habitación seguido de la señora Rajavi. Estaba ahí para sacar la hoja. Después de muchos gritos y sangre, la esquirla de metal yacía tirada en el suelo, mientras Tamara le ponía algunos medicamentos para evitar la infección y salvarle la vida. Cuando terminó la operación, ella se limitó a limpiar la herida y cubrirla con vedas de lino. Entonces le dio a Call un fuerte se Dante y espero ahí hasta que se durmió. En cuestión de segundos el Maestro Joseph salió de la habitación dejando a Tamara con su madre.

—Has hecho un gran trabajo, hija. Estoy muy complacida contigo.

Ella le sonrió.

—Muchas gracias madre.

—Continúa con tu deber, hija mía. —dijo saliendo de la habitación.

Tamara se quedó sola en medio de la habitación y luego miró al chico, pensando en cómo un chico tan lindo podía estar en la mansión de sus padres, acostado en una cama vieja y siendo atendido por una chica que todos despreciaban.

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Los días pasaron y Call comenzó a sentirse mejor. Mientras Tamara le estaba cambiando el trapo húmedo de su frente el dijo:

—Estás aquí día y noche cuidándome y ni siquiera se tu nombre.

Ella se sonrojó.

—Soy simplemente una Rajavi.

Call soltó una carcajada.

—Se que eres una Rajavi. Pero no es tu apellido el que deseaba saber.

—Oh, ya veo. —dijo tímidamente Tamara. —Es solo que nunca nadie me había llamado por mi nombre.

—Yo no soy como nadie qué hayas conocido.

Sus ojos huyeron de los de él y Call entendió que había metido la pata.

—Oh, lo siento si te eh ofendido. No era mi intención.

—¡No necesitas disculparte! —dijo Tamara más alto de lo que hubiera querido. —Soy yo la que debe de hacerlo, después de todo desvíe la morada mientras me hablabas. Eso fue descortés.

Cal puso su mano sobre la suya y dijo:

—Lo que quería decir, es que no soy como nadie a quien hayas conocido.

Magisterium CallmaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora