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Se aproximaba a su destino. Lo sabía, lo sentía en el aire; el dulce olor de tierra firme que sólo un marinero experimentado como él entendería. Su cuerpo se cargaba de completo éxtasis, ¡él haría lo que ningún marinero pudo hacer! 

Haría de la Isla de los Mercenarios su hogar, su tierra, su maldito pedazo de tierra. Sólo suya.  Mientras millones de escenarios pasaban por su mente, dejándolo casi sin aliento, no se dió cuenta de lo que colgaba de el palo mayor del barco o más bien dicho, quienes colgaban.

Blop.

Con el dorso de la mano se limpió la frente y sin ponerle atención a lo que había caigo en él, se limpió en la ropa.

Blop. Blop. Blop.

MAR DE LUNASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora