jaemin estaba enojado.
jaeno lo había llevado a la feria, y no saben cuanto ama jaemin las ferias, palomitas, peluches, muchos juegos y lo mejor de todo, algodones de azúcar.
y es que ese era el problema, jaeno no quería comprarle un algodón de azúcar y ahora se encontraba caminando lejos de su antojo a un metro de distancia de Jaeno, con los brazos cruzados y un puchero en los labios.
el pelinegro volteó y se acercó a el, abrazándolo por detrás.
- bebé no estes enojado conmigo por favor, ya comiste demasiada azúcar, te puede dar diabetes. - jaemin se sacudió tratando de quitárselo de encima y volteó.
- ¡pues que me de diabetes! tiene mucho tiempo que no como los algodones de azúcar. ¡jaeno por favor! - abultó los labios y movió los hombros de su novio.
jaeno no era de esas personas que fácilmente accedía a algo, pero jaemin siempre lograba lo que quería con solo actuar como un bebé, hacía que el corazón de jaeno latiera con fuerza y sintiera un gran amor por su pequeño bebé, tan adorable.
jaeno lo miró con una sonrisa tonta y jaemin supo que de nuevo lo había logrado, era su encanto.
- Esta bien, vamos por tu algodón. -
el castaño pegó un chillido y dio varios saltitos de felicidad, después le besó la mejilla y salió corriendo en dirección al señor que vendía los algodones.
- gracias bebé. - habló jaemin disfrutando de como el dulce se derretía en su lengua.
- jaemin. -
- ¿mhm?. -
- te quiero besar. - pronto sintió los delgados labios de su novio contra los suyos, besándole con paciencia y mucho amor.
- tus labios saben a algodón de azúcar. - jaeno sonrió y lo tomó de la mano, después volvió a hablar. - podría besarlos todo el día.
- ¿que te detiene? -
jaeno le compraría todos los algodones de azúcar que quisiera, por que ahora amaba su sabor y más si venía de los labios de jaemin.
jaemin era su algodón de azúcar favorito.