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Desde que el apocalipsis empezó todo está prácticamente destruido, caminantes aparecen una y otra vez por cualquier punto de la ciudad, este problema no afecta a mucha población ya que pocos han logrado sobrevivir. Superviviente; si te consideras uno deberías estar orgulloso de ti mismo, vas a acabar muriendo tarde o temprano pero al menos has vivido unos segundos, minutos, horas, días o meses más de vida.

Este caos comenzó 4 meses atrás, de la nada montones de hambrientos "muertos vivientes" acecharon cada rincón de Estados Unidos, al menos eso sabe la pandilla de Daryl. Daryl ama estar solo, es una persona frívola y sin sentimientos a la vista de los demás, es uno de los más importantes del grupo debido a su fuerza y destreza con la ballesta.

Algo dijo a Daryl que fuera al bosque, al bosque que se encontraba al rededor de el punto fijo que tenía el grupo, el sexto sentido de Daryl dijo que algo importante pasaría hoy, Daryl avanzaba lento pero con paso firme y seguro entre los altos árboles que parecían nunca acabarse con su preciada ballesta apoyada en el hombro.

—Me has vuelto a fallar—dijo para sí mismo al no haber encontrado nada después de un largo paseo, Daryl decidió sentarse en un tocón de árbol que extrañamente parecía recién cortado.

Prendió un Chesterfield a la vez que relajaba su cabeza apoyándola en el árbol de atrás. Un silencio abrumador inundaba el lugar, cosa que hizo a Daryl sentirse inseguro.
El ruido de unas ramas partirse llamó su atención.

—¿Qué coño pasa ahora?—susurró Daryl mirando a la derecha mientras se levantaba con el arma recargada, un precioso ciervo blanco como la nieve miraba atento a su dirección con sus suaves orejas echadas hacia atrás. Daryl giró su cabeza con el ceño fruncido y vio un caminante justo detrás suya, hábilmente cogió una flecha y la clavó rápidamente en el lóbulo frontal de éste.

—Vaya,—Daryl sonrió sin dejar mostrar sus dientes al peculiar ciervo—gracias, amigo, ese hijo de puta me hubiera matado de no ser por ti—Dixon y el ser vivo hicieron contacto visual durante unos segundos hasta que el animal empezó a mover sus orejas de terciopelo queriendo decirle algo, el ciervo volteó al completo su delgado y ágil cuerpecito y siguió mirando a Daryl de la misma manera.

—¿Qué? ¿Quieres que te siga?—le dijo a su nuevo peludo amiguito como si pudiera contestarle, el ciervo comenzó a caminar a paso lento en esa misma dirección mirando de vez en cuando los azules ojos del chico—no te entiendo, pero me imagino que es un sí, y si no lo es, lo siento.—Daryl se levantó para ya de pie bostezar y estirar sus brazos hacia arriba, finalmente cogió su arma y su mochila, que reposaban en el tronco color caoba.

Después de unos diez segundos el animal comenzó a correr haciendo que Daryl también empezara a correr.

—¡Pero espérame, no soy tan rápido como...!—Daryl frenó en seco y dejó al instante de hablar al ver un lago de un color azul profundo que le hizo recordar sus propios ojos, el lago estaba rodeado de naturaleza, árboles más altos incluso que los de antes hacían un ambiente hermosamente oscuro junto a un rayo de luz que se filtraba entre lianas y plantas varias.

Eso no fue lo que realmente lo hizo callar, una chica de un blanquecino cabello dejaba verse de espaldas en ese pequeño rincón de luz, Daryl estaba casi seguro de que esa chica era tremendamente joven y no llevaba absolutamente nada encima, ya que a la orilla, un perro de raza escandinava descansaba junto a un montón de ropa que probablemente sería lo que ella vestía. Es cierto que Daryl no había visto a esa chica ni de frente, pero al imaginarla como vino al mundo delante suya se le subió el calor a las mejillas y dio un profundo suspiro.

—No, Daryl, ¿qué haces? tú no eres así, Dios sabe cuántos años tiene, basta—el sonrojado hombre susurraba a sí mismo agarrándose el pelo, se giró sobre sus talones dándole la espalda a la chica de piel de porcelana y tratando de esconderse tras un árbol mientras pasaba sus grandes manos por su cara.

La chica se había percatado de la presencia de Daryl desde que llegó, creyó que solo sería un pervertido pero aún así, extrañamente lo ignoró y siguió con lo suyo. Caminó entre el agua dejando bonitas ondas a su paso y tarareando una canción que se hacía desconocida para los oídos de Daryl, no pudo evitar volver a mirarla, pensaba que esa chica podría ser una princesa por la delicadeza con la que movía las cintura y caderas al caminar, la chica, sin intención de provocarle, movió su largo y blanco pelo hacia atrás dejando verse al natural completo. Daryl pudo apreciar mejor sus rasgos faciales; cejas notablemente bien hechas con una cicatriz justo en medio, una frente bien proporcionada y una nariz perfecta, Daryl prefería no pensar en sus labios, parecían hechos por un mismísimo dios griego, Daryl fue bajando la mirada por todo su cuerpo, era una chica con curvas pero delgada, sus pechos eran de un tamaño normal, se veían naturales, no eran nada de otro mundo, pero a Daryl le parecieron los más bonitos que había visto en sus 38 años de vida, sus caderas eran dignas de una modelo, la curvatura de su espalda era como una perfecta luna creciente y tenía un trasero perfectamente desarrollado, se mordió el labio inferior nerviosamente.

—¿Qué tal estás, Snow? ¿Flame aún no ha llegado?—preguntó la bonita chica a su perra, Snow, un husky completamente blanco como la nieve y de preciosos ojos grises. Daryl se giró para ver a la chica ya vestida junto a la dulce perrita. El estilo de la chica de porcelana sorprendió a Daryl, llevaba un top gris oscuro y unos pantalones de camuflaje verdes sueltos en los cuales tenía un cinturón con dos pistolas, poca munición y un cuchillo mariposa junto a unas zapatillas blancas desgastadas. Daryl decidió volver sobre sus pasos ya que estaba oscureciendo.

Un perro negro como la noche y con ojos oscuros se cruzó de camino con Daryl saliendo de ese lugar mágico del bosque, el canino soltó diferentes tipos de vegetales y un conejo que llevaba en la boca para comenzar a rodear a Daryl en una pose amenazante y dejando mostrar una fila de blancos, afilados y bien cuidados dientes parecidos a los de un lobo.

—Relájate, chico—Daryl apuntó al animal entre ceja y ceja con su ballesta y él por su parte comenzó a producir un gruñido que realmente puso los pelos en punta al hombre de pelo largo.

La chica escuchó el rugido de su perro, Flames.

—Ve a ver qué pasa Snow, si es el de la ballesta... Frénale los pies a Flames, y si no, trae lo que sea que ha visto—explicó la chica a su perra en lo que salía corriendo a su destino.

Los grises ojos de Snow contemplaron una escena un tanto graciosa, el chico de la ballesta estaba siendo acorralado por Flames, ella miró a su compañero canino y le mordió sin hacer fuerza el costado como sorpresa, a lo que Flames echaba la boca hacia atrás y se relajaba al ver que era su confidente favorita, Snow. En lo que los animales parecían comunicarse, Daryl salió corriendo para así llegar junto al grupo, cosa que también hicieron Flames y Snow con su dueña.

—¿Algo nuevo, Daryl?—preguntó Rick al verlo ya en el pequeño refugio, a lo que Daryl mintió negando con la cabeza y yéndose ya a dormir.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2019 ⏰

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T R E E S ~Daryl Dixon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora