Capítulo 31

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Nunca ignores una visión que te otorgue la Madre Luna. Puede ser lo último que hagas.

Oraciones y Promesas.

Elifelet el Sacerdote, brujo visionario.




Corría y corría. No tenía tiempo para detenerse. Por mucho que las ramas de los árboles le arañasen, por mucho que se estuviera quedando sin aliento.

"¡Para, por favor, detente!" gritó desesperada. Pero no sabía a quién se lo estaba gritando.

Entonces, empezó a distinguir retazos de a quien perseguía. Un destello de pelaje. El sonido de cuatro patas golpeando el suelo con fuerza. Una cola larga y peluda que desaparecía tras unos arbustos.

Apartó unas ramas con rapidez, y un destello de luz la deslumbró. De repente ya no estaba en el bosque, estaba en una ciudad, las luces de cientos de carteles de neón era lo que le había deslumbrado. Maldita sea, lo había perdido. Entonces, en la lejanía, en lo profundo del corazón de la ciudad, escuchó un triste aullido.

Alex se despertó de sopetón, y tardó un buen rato en recordar dónde estaba y por qué estaba allí.

—¿Ama? —Luxen también se había despertado, tumbada a los pies de Alex la miraba con preocupación.

—¿Tú también has tenido ese sueño?

—Sí.

—Entonces no ha sido un sueño... Hacía demasiado tiempo que no tenía visiones. —Se apartó el pelo, intentando colocarlo—. ¿Por qué ahora?

—Puede que el atentado te la haya provocado. Aunque no le veo demasiada relación a la visión con ello.

—Yo tampoco... Pero no creo que sea ni el momento ni el lugar para meditar sobre ello.

Al mirar a la otra cama, la encontró vacía, supuso que su prima ya estaría despierta. Se levantó y bajó sin prisas a la cocina, y allí se encontró ya con su tía, su prima y su hermana pequeña. La verdad es que Liz tenía un aspecto horrible, como si no hubiera dormido nada, a pesar de que llevaban durmiendo casi un día entero.

"¿Estás bien?" le preguntó mentalmente.

"Pesadillas. Y no me hables mentalmente, me da dolor de cabeza"

—¡Buenos días, sobrina! Me alegro de que ya te hayas despertado, ¿has podido descansar?

—Sí, la verdad que sí. Gracias, tía Daphne.

—Bueno, pues ahora siéntate y ponte a comer. Mi misión aquí es que estéis lo más cómodas posibles.

La chica obedeció a su tía, y antes de que se diera cuenta empezó a engullir los manjares que su tía estaba sirviendo, imitando a su prima y a su hermana. Daphne, era una alegre bruja elemental y hablaba y hablaba sin parar, dando detalles sobre sus recetas, sobre el buen día que había o sobre alguna anécdota que de repente se le había venido a la cabeza. En realidad, lo que estaba haciendo era rellenar el silencio, para evitar que esas niñas recordasen todo lo que había pasado.

—Ibrahim se ha ido de nuevo a los sanatorios. El pobre apenas pudo dormir unas horas, lo suficiente para renovar sus reservas de energía. Supongo que los brujos absorbedores estarán repartiendo orbes.

—Por cierto —le cortó Alex—, ¿dónde está Gabe?

—Seguía durmiendo cuando salí del cuarto —respondió Liz con la boca llena—. Aunque ya va siendo hora de que se despierte. —Y sin saber por dónde había venido, notó como se llevaba un coscorrón en la cabeza—. ¡Au! —gritó más sorprendida que dolorida.

Las Dos Brujas: HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora