Capítulo 12.

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Bajó a desayunar arrastrando sus pies esa mañana, sus ojos ardían, decorados por un par de manchas violetas justo debajo, mientras que sus músculos estaban adoloridos. Sus padres se encontraban allí, una leyendo el periódico en un intento de parecer despreocupada; y el otro preparaba el desayuno sobresaltándose al notarlo llegar. Ellos estaban angustiados, y probablemente esperaban una explicación, pero Katsuki se sentía muy cansado.

Otra vez no había podido pegar ojo en toda la noche, ¿y cómo podría? Acababa de descubrir unos sentimientos que —definitivamente— no quería.

Estar enamorado era una tortura, pensaba todo el día en una maldita persona y no dormía por ello, se preocupaba innecesariamente y se sentía extraño. Apenas lo había descubierto, pero ya quería deshacerse de él. Gruñó del cansancio mientras tomaba asiento en la mesa, al instante su padre colocó un plato frente a él, esperando a que su hijo le reclamara por tostar de más el pan, pero este estaba demasiado somnoliento para darse cuenta de ello y comió sin percatarse de las segundas miradas sobre él.

Su madre carraspeó, bajando el periódico al instante en que levantaba su taza de café con la intención de beber un sorbo—. ¿Cómo has dormido, cariño? —preguntó cautelosamente.

«¿Cómo has dormido?», debía estar bromeando. Katsuki frunció el ceño y no respondió. Al cabo de unos segundos se encogió de hombros al ver que la mayor seguía esperando que hablara. Siempre que dormía menos de lo usual tenía un humor terrible durante todo el día, gritaba y se quejaba. Sin embargo, ahora solo había un vago sentimiento de..., ¿tristeza? Y lo detestaba, quería que se detuviera. Mientras tanto, sus padres no parecían satisfechos con su gesto, así que continuaron intentando, y esta vez fueron mucho más directos al respecto.

—¿Quieres que hablemos de ello? —inquirió su padre, aunque no tenía la intención de dejarlo contestar, charlarían de todas formas—. ¿Quién es la persona que te gusta, eh? Puedes decirnos cualquier cosa, no vamos a juzgarte.

Por primera vez en su vida,
Katsuki tenía ganas de contarle algo a sus padres. Parecía ser un alivio en su situación, quizá desahogarse le vendría bastante bien. ¿Y quiénes mejores para oír que sus propios progenitores? Aunque seguía dudando sobre lo que dirían al saber que estaba enamorado de un hombre, podía ser una noticia chocante para ellos. Tal vez fueran adultos liberales.

—Es un varón —soltó, ante los rostros pasmados de sus padres—, la persona que me gusta, quiero decir. —Cuando no recibió respuesta, solo frío silencio, decidió continuar—. ¿Sienten asco?

—Oh, cariño. —Su padre fue el primero en hablar, con su característico tono suave y cariñoso. Él se acercó a abrazarlo y el rubio no puso resistencia ante ello mientras su madre se unía a revolver sus cabellos—. Por supuesto que no. Sin importar qué, eres nuestro hijo y te amamos.

Se estaba volviendo blando, pensó mientras sus ojos se empañaban y sus mejillas se volvían rojas. Supo que esto era exactamente lo que quería, un abrazo y aceptación, aunque no se lo mereciera. Aceptó los gestos de los mayores hasta que estuvo demasiado avergonzado y limpió bruscamente sus lágrimas, antes de separarse y asentir con fuerza. Bajó la mirada para que no pudiesen observar su debilidad y permitió que le desordenaran el cabello una vez más. Seguidamente volvieron a sentarse, con sonrisas satisfechas —por ellos mismos, quizá, al haber hecho bien como padres, o podría ser que se encontraban orgullosos con él por confiar; tal vez ambas.

Todo estaba bien por ahora, se dijo, aunque nunca fuese correspondido o hubiesen muchos más iguales en el futuro, tenía la aceptación de sus progenitores y era lo que le importaba en ese instante. Katsuki jamás creyó que podría sentir cosas como estas, pero lo estaba haciendo y decidió que podría acostumbrarse con el tiempo. Cuando los adultos lo observaron otra vez, tenían sonrisas extrañas en sus rostros. Él lo suponía, ellos no se mantendrían satisfechos y probablemente querrían saber más. Gruñó en anticipación, enterado de que esto serían tan vergonzoso como la conversación sobre sexo que tuvieron hace un año.

» Iridiscencia | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora