1.De tragedias a risas

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Narra Nath

No podia creer lo que veía y oía, realmente no podía, salí corriendo y en medio de la oscuridad de la noche, me detuve, estiré las mangas del suéter morado que llevaba puesto, y me limpié las lagrimas que caían por mis mejillas, saque mi celular y vi todo borroso, me limpié los ojos e intenté calmarme, pero fue en vano, no logré nada.

Tras estar caminando 45 minutos en la inmensidad de la noche mientras lloraba inconsolablemente, por fin ahí estaba, parada frente a casa de mi hermano Pablo, temerosamente me acerqué a la entrada e intentando que mis manos no temblaran, toqué el timbre, no tuve que tocar dos veces, inmediatamente tras la puerta apareció mi hermano, ahí fue donde caí en cuenta de lo terrible que me veía, pues en cuanto Pablo me vió, me abrazó, pero fue un abrazo que me venía realmente muy bien, lo necesitaba, quería sentirme amada y protegida, estar entre sus cálidos brazos y poder llorar en su pecho.

Detrás de mi escuché algunas pisadas que me indicaron que no estábamos solos, automáticamente volteé a ver de quien se trataba, no podía creerlo, ahí estaba ese maldito que se hizo llamar mi amigo, Eduardo.

Nuevamente salí corriendo, esta vez, sin saber a donde iba. Un rato más tarde, ya un poco más tranquila, pude notar como me acercaba al centro de la ciudad, cada vez me resultaban mas familiares las calles, era impresionante toda la distancia que había recorrido en un rato, eran aproximadamente las 11 de la noche, podía sentir como el aire cada vez mas frío, pegaba en mi cara, normalmente eso me hubiera fastidiado, pero hoy me resultaba agradable. tras caminar unas cuadras mas, pude visualizar una plaza tranquila con algunas bancas disponibles, yo estaba cansada y realmente muy lejos de casa.

Me acomodé en una de las bancas y ese horrible sentimiento volvió a mi, no lo pude evitar, y nuevamente comencé a llorar, esta ves estaba sola y sin esperanzas, o eso creía yo.

La gente solo pasaba y me miraba extrañada, sin embargo nadie se acercaba, juro que en ese momento cualquier abrazo hubiera sido útil, sin importar de quien fuera.

Un rato más tarde, la plaza se comenzó a congestionar, había gente llegando de todas partes, de pronto un grupo de chicas pasó lo suficientemente cerca de mí como para poder escuchar de lo que hablaban, al parecer venían de un festival de música que había sido a solo unas calles de aquí.

Yo realmente quería poder desahogarme sola, me disponía a irme hasta que pasé cerca de un puesto de tacos donde habían varios chicos cenando.

—¿Te encuentras bien?—Me dijo uno de ellos, pero había algo extraño, y es que esa voz me resultaba conocida, me giré para poder ver de quien se trataba, no podía creer lo que veía, esos eran los chicos de Morat, mi banda favorita en el mundo, no sabía como reaccionar, es decir, la condición en la que me encontraba definitivamente no era con la que quería encontrar a mis ídolos.

—Podría contestar que estoy bien, pero realmente no, igual gracias por preocuparte— traté de sonar tranquila, no quería comportarme como una fan loca desquiciada, bueno, lo soy, pero también trato de cuidar de mi reputación, aunque casi siempre me gana mi lado extremadamente emocional, igual no podía dejarlo simplemente así, es decir, no todos los días te encuentras a Moras cenando en la plaza —Espera.... ¿Ustedes son Morat?

Me tomé una foto con los chicos, ya me iba, en realidad ya había avanzado unos cuentos metros cuando siento como me toma alguien del brazo y me detiene, volteo y ahí estaba ese chico alto de lentes.

—¿Te iras caminando sola?—me preguntó, realmente no entendía lo que pasaba, no sabia si esto era verdad, ¿En serio un chico de Morat se estaba preocupando por mi?

—Si—fue lo único que le conteste sin poder evitar sonrojarme.

—No lo creo, no puedo permitirlo, vamos, te acompañare— ¿Quéee? ¿De verdad esto esta pasando?

—¿Estas seguro?— Le pregunté.

—Pero por supuesto señorita.....— alargó la ultima palabra indicándome que quería que lo completara con mi nombre.

—Nathalia, Nathalia Campos— sonreí y le extendí  mi mano en señal de simpatía.

—Un gusto señorita Nathalia, supongo usted ya sabe quien soy—dijo mientras estrechaba mi mano.

Continuamos platicando un rato mientras caminábamos, me parecía sorprendente la gran cantidad de cosas que parecía tener en común con este chico, Simón me parecía una persona realmente interesante.

Tras casi dos horas de estar caminando, Simón comenzó a cuestionarme si acaso estaba perdida y si sabía hacía donde iba riendo le contesté —Jaja claro que se a donde voy, solo que hoy no había sido un muy buen día y digamos que tomé decisiones un poco desesperadas que me llevaron al otro lado de la ciudad— contesté mientras caminaba mirando al suelo, realmente no quería arruinar todo este buen rato, no quería recordar todo lo que había sufrido el día de hoy, se que no podré escapar de eso para siempre, pero Justo ahora me siento más feliz que toda la semana, la realidad es que hace unas semanas que mi vida no es la misma, es como si ya no fuera mía.

Narra Simón

Nathalia me parecía una chica increíble, hace unos minutos jugando le cuestioné acerca de si sabía a donde íbamos, pues considerando que llevamos casi dos horas caminando solo esperaba no me llevara a mi tumba, solo que a partir de ese momento la noto demasiado pensativa, debo hacer algo.

La noche está realmente fría y puedo notar que ella tiene frío, estira las mangas de su suéter morado el cual en mi opinión le queda bastante bien y cruza los brazos. No aguanto verla tan distinta de hace unos minutos, realmente estoy extrañando a la Nathalia risueña y dulce, ¿Es eso posible, Extrañar algo de alguien que hace unas horas conociste? Le ofrezco mi chamarra de mezclilla con borrega y sin pensarlo dos veces, la toma, en cuanto se la pone, ambos comenzamos a reírnos pues me parecía graciosa lo grandísima que le quedaba, su risa era algo tan especial, transmitía una vibra tan bonita, ¿Como era posible que alguien pudiera hacerle daño?

Aprender A Quererte · NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora