1 - legado

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Juno – llámame June – tuvo su primera crisis de identidad poco después de cumplir los 10 años.

¿Quién soy?

Es relativamente normal que niños de esa edad comiencen a hacerse esas preguntas, pero a diferencia de mucho otros, June no tenía a quien preguntarle. Nunca tuvo una madre que la mirara con ojos tiernos y le contestara "eres mi niña". O un padre que la alzara alto en sus brazos y riera "eres mi pequeña". Louise Christensen y Hector Winters habían muerto poco tiempo después de que Juno y Connor nacieran.

Así que con 10 años, June se había parado frente al espejo de su habitación e intento responder la pregunta ella sola.

¿Quién soy?

Una Winters.

Esa fue la primera respuesta, y sin duda la más obvia; eso le habían estado diciendo desde que tenía memoria.

Eres una Winters, vas a ser una de las mejores brujas de tu generación. Eres una Winters vas a ser una Aurora, parte de la élite. Eres una Winters, haz que tus padres se sientan orgullosos.

Algunos días después, Juno decidió preguntarle a su tía Ada, la hermana menor de su padre, quien los había criado. Ada Winters – lo siento, Aurora Ada Winters – no era una mala persona, ni mucho menos una mala tía, pero tampoco era lo que se podía decir ejemplar. Había una razón por la cual ella nunca se había casado ni tenido hijos: no le gustaban los niños. Era una realidad a la cual los gemelos Winters habían tenido que adaptarse desde una temprana edad.

Esa mañana, June decidió abordar el tema durante el desayuno. Esperó a que su hermano se levantara de la mesa, y de que su tía dejara el periódico. "Tía Ada" comenzó a decir. La joven apoyó sus ojos marrones sobre la niña, dándole a entender que continuara, "Cuando tenías mi edad..." Juno se detuvo. No podía continuar. ¿Y si su tía se enojaba? O peor aún, ¿Y si se reía? No era algo que Ada soliera hacer, pero... era un tema demasiado serio para ella como para arriesgarse. "Olvídalo, no es nada importante". Y corrió a su habitación.

Algunos días después, Juno resolvió preguntarle a la única persona en quien de verdad confiaba ciega y plenamente: su hermano gemelo. Quizás lo más inteligente hubiese sido empezar por allí.

A los 10 años, Connor Winters era un chico calmado y alegre, con un gusto ardiente por la lectura, pasando de libro en libro rápidamente. Su elección en material de lectura reflejaba las etapas por las que iba pasando: de piratas a extraterrestres, mitos, aventuras de fantasía, y mucho más. Gracias a él, los niños habían descubierto el origen de sus nombres: Juno, la reina de los dioses romanos, y Connor, el héroe irlandés.

Cuando June por fin juntó fuerzas y preguntó, Connor ni siquiera había levantado la mirada de lo que estaba dibujando, "eres mi hermana". La respuesta, tan simple pero tan cierta, le había llenado el pecho de un cosquilleo cálido.

Y por un tiempo, eso era lo único que necesitaba saber.

Hasta que el 18 de febrero del año siguiente, el día de su cumpleaños, llegaron unas cartas muy especiales; Hogwarts.

Juno Winters tuvo su segunda crisis de identidad horas de haber cumplido los 11 años.

¿A que casa pertenezco?

Otra vez June se encontraba frente al espejo intentando imaginarse con el uniforme de distintos colores; rojo y dorado; amarillo y negro; azul y cobre; o verde y plateado.

¿Soy lo suficientemente valiente y audaz para estar en Gryffindor? ¿Soy tan inteligente y creativa como para pertenecer a Ravenclaw? ¿Seré tan ambiciosa y astuta como el resto de los Slytherin si termino allí? ¿Soy justa y leal como un Hufflepuff?

Su madre, Louise, había sido prefecto de Hufflepuff; y su padre, Hector, le había hecho justicia a su casa, Slytherin, cuando en solo en tres años había llegado a ser sargento en los Aurores. Connor no cabía duda de que terminaría en Ravenclaw — si solo por el hecho de que leía un libro por día. Eso desató otro miedo, ¿Y si los separaban? Durante toda su vida, los gemelos Winters habían estado pegados codo con codo, sus amigos – la mayoría hijos de magos y brujas compañeros de Ada – solían bromear que se pegaban como chicle. No había forma de negarlo, Connor y Juno era mejores amigos además de hermanos y hacían todo juntos.

Inhalando profundamente, la joven tomó una decisión: un problema a la vez. Primero, las casas. June estaba en la incómoda zona gris de no ser lo mejor ni peor en nada.

Mientras que escuchaba historias del tiempo de su tía Ada en Hogwarts y veía la alegría crecer en el rostro de su hermano, June sentía su pecho llenarse de aprensión.



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