Parte Única

803 94 30
                                    

El silencio era sepulcral en el espeso bosque de Jonia, con el aire helado recorriendo los árboles y provocando así la leve caída de las hojas por el invierno.

Lejos de la aldea, la oscuridad era casi absoluta, las siluetas de lo que tenía alrededor era completamente negro, dándole un aspecto lúgubre y, de alguna forma, daba una sensación espeluznante.

Aún así, las ráfagas eran refrescantes, reconfortantes, pero en ese momento no tenía fuerza alguna. Mis piernas se sentían débiles, teniendo que usar aquella guadaña para sostenerme y poderme recostar levemente en la madera de uno de los robles, sin evitar tener mi respiración aun agitada.

Temblaba, pero no de frío.

El temor, el miedo, mi mente era un colapso en ese momento. Había tocado las finas telas de la muerte por unos segundos. Suficiente tiempo para destrozar mi compostura.

Cerré mis ojos intentando encontrar algún sentido al completo desastre que era mi cabeza en ese momento, un movimiento en falso más y podría perderme por completo.

En la noche, la sangre del suelo que caía de mi arma no era visible. En la noche, todo se veía tranquilo y sin peligro, tan silencioso e imperturbable. En la noche todo podía ocurrir, incluso mi muerte.

—¿Acaso ésta es tu fase de rebeldía? —preguntó la voz calmada de Zed, apareciendo con sus sombras sin que yo pudiera advertirlo con anterioridad.

Su postura era firme como siempre, caminando hacia mí con la lentitud de un asesino acechando a su presa.

Ahí estaba, la persona que menos quería ver en ese momento de debilidad. Respiré silenciosamente recuperando el aliento, y volteándome para mirarlo directamente.

Zed no acostumbraba a interactuar con otros en medio de una misión, lo más probable es que solo me había seguido al verme huir en medio de todo eso.

Sin embargo, no iba a darle el placer de tener ventaja en ese momento.

—Hice mi trabajo, todo lo que ordenó. Nada más debe importarle. —contesté sin titubear, escondiendo el jadeo de mi voz.

—Desobedeces mis órdenes directas, y ahora me hablas con altanería —masculló aún con su tono neutro—. ¿Quizás te he dado demasiada libertad?

—Probablemente. —contesté.

Eran tan irónicas aquellas palabras. ¿Libertad? Era verdad, no pertenecía a ningún lugar, podía ir a donde quisiera, hacer lo que me viniera en gana, no tenía que seguir a nadie, ni siquiera a mi propio maestro.

Sin embargo, estaba completamente atado a él.

—Ya no eres un crío —comentó Zed con un tono de molestia poco común en él—. No tengo tiempo para discutir con alguien como tú, pidiendo atención a cada minuto.

Resoplé sin poder evitar la sonrisa que se asomaba por la comisura de mi boca. Atención, por supuesto que eso era lo que quería, aunque no en este momento.

Hace unos cuantos minutos Rhaast había intentado controlar mi cuerpo, casi lográndolo esta vez. Ahora, me encontraba completamente exhausto, y no quería que Zed me viera de esa forma tan débil y despreciable.

Sentí el toque de su mano en mi cabello, lo que me hizo volver a la realidad.

—¿Pasa algo contigo? —preguntó, continuando con la leve caricia.

Era tan tranquilizante, esas palabras, ese pequeño acto... me ilusionaba tan fácilmente.

Controlé mi respiración, apreté mis labios. Él no podía saber lo que había pasado, decepcionarlo era algo que jamás pensaba hacer.

—Sigo siendo el mejor de tus súbditos —respondí intentando acabar con todo rápidamente—. ¿De qué te quejas realmente?

—Vaya arrogancia. —gruñó.

—Lo aprendí del mejor.

Zed bajo su mano hasta mi mentón y lo apretó fuerte, atrayendo mi rostro hacia él para que lo mirara directamente.

—A veces desearía cortarte esa fastidiosa lengua para que no puedas hablar —regañó—. De no ser por tus palabras serías el estudiante perfecto.

—Ambos sabemos que no harías tal cosa. —presumí.

El silencio que continuó después de eso se prolongó por unos segundos. Con aquel metal cubriendo su rostro no podía descifrar si lo que había dicho lo había molestado.

—Es una declaración riesgosa —dijo con un tono de burla mientras se quitaba el yelmo con un ágil movimiento—. Puedo destruirte por completo cuando yo lo desee.

Su expresión era serena. Como siempre, era bueno escondiendo sus sentimientos, aunque en el fondo sabía bien lo que provocaba en él.

—Bueno, ¿Porque no empiezas ahora? —desafié.

Zed me empujó con rudeza al árbol tras de mí, causando que la madera raspara un poco la piel de mi espalda. Me quejé levemente del dolor, aun sabiendo que a él solo le gustaría escucharlo.

Sonrió satisfecho, mirándome directamente con sus ojos carmesí y, usando una de sus manos, atrajo mi cuerpo al suyo, levantando mi rostro para poder besarme.

Su lengua, tan suave, tan dulce, tan lasciva.

Era todo lo prohibido que podía desear, una relación incoherente e irracional que llevaba años escondiéndose de ojos indiscretos.

Solté a Rhaast para poder pasar mis manos por cuerpo de Zed con dificultad, sin esconder el deseo que sentía por estar a su merced.

Yo era arrogante, orgulloso, engreído, pero jamás con él. Le pertenecía, en cuerpo y alma, a ese asesino que había tenido piedad al salvar mi vida, acogerme como su estudiante, haberme enseñado cada una de las cosas que sabía.

Era todo para mí, vivía para él, solo por él.

Sentir el cuero de sus guantes repasar mi cuerpo me dejaba sin aliento, sus labios repasaban mi piel con impaciencia, notando la sonrisa en su boca cada vez que escuchaba mi voz expresando el placer que sentía.

No tenía suficiente de él, lo quería todo, completamente.

Lo insólito, lo insano.

El afecto, la crueldad.

El amor, el odio.

Nada me importaba cuando estaba sumergido en la oscuridad siendo la víctima de sus placeres.

En las sombras, donde nadie más fuera testigo de tan prohibidos actos, donde el maestro se convertía en amante.

La fina linea entre la vida y la muerte dejaban de importarme, con cada caricia una preocupación se esfumaba, con cada beso las maldiciones desaparecían, con cada expresión de cariño que demostraba todo era sencillamente perfecto.

Solos en la noche, era completamente suyo.

En la noche [KaynxZed] One-ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora