Capítulo 11.

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Cuando uno dejaba de pensar con claridad, el que sucediera cualquier cosa se volvía posible.

Lu Han pareció darse cuenta justo a tiempo y rompió el beso súbitamente, pero dejó sus manos apoyadas encima de los hombros de Se Hun, mirando al mismo mientras intentaba recuperar el ritmo normal de su respiración.

—Debemos parar —suspiró.

—Lo siento —sus manos dejaron ir la cintura del más bajo poco a poco—. Me gustas mucho, Lu Han, no pude resistirme.

—Yo también lo siento —dijo con voz baja, desviando la mirada a la vez que sentía cómo las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos—. Me gustaría poder estar contigo, Se Hun, pero no puedo. No en este momento.

—Lu Han...

—Vete a casa, por favor —pidió antes de apartarlo por completo e irse hacia su habitación.

Dos semanas después, Xiu Min ayudaba al pequeño Xu Bao a terminar un rompecabezas mientras escuchaba con atención el problema de su mejor amigo.

Se podía decir que el joven con cabello color cobre era bastante paciente, pues aunque una parte de él sentía ganas de zarandear a Lu Han y gritarle que sólo se diera una oportunidad con Se Hun de una vez por todas, le hacía más caso a su otra parte que le decía que no ganaría nada con ponerse algo violento.

—A ver si estoy entendiendo bien, Lu —puso una pieza del rompecabezas en su lugar—. Te gusta Oh Se Hun.

—Sí.

—Y tú le gustas a él.

—Así es —asintió.

—Lo dejas venir a tu apartamento tres veces a la semana para cuidar a tu hijo mientras tú trabajas.

—Exactamente.

—Cuando se despiden, se dan besitos —obviamente estaba suavizando la situación por la presencia de Xu Bao.

—Sí... —Se sonrojó—. Bueno, ya no. Fue sólo un par de veces.

—No te distraigas. Todo eso está ocurriendo, pero aún no son novios —frunció el ceño.

—Pues... No.

—Cabe destacar que tu hijo adora a Se Hun —señaló—. ¿Cierto, Xu Bao?

—¡Cierto! —Exclamó el niño.

—¿Puedo saber qué estás esperando, Lu?

—Sabes que no puedo tener una relación ahora mismo —se quejó el castaño.

—Creo que aún no puedes ver todo lo que Se Hun realmente siente por ti —soltó un suspiro—. Si sigues escapando, sólo terminarás haciendo que se preocupe... ¿Por qué no le pides que tenga una cita contigo? Eso ayudaría.

—¿Una cita?

—Sí, para conocerse mejor y fuera del ambiente de siempre. Ya sabes, el de la cafetería de la Facultad de Biología.

—¿Eso funciona?

—¿Tú cómo crees que Jong Dae y yo nos conocimos mejor? ¿Por arte de magia? —No pudo evitar reír un poco—. ¡Salimos! ¡Tuvimos citas! Y ahora todo es genial entre nosotros.

—Está bien, ya entendí —se dio por vencido—. Lo invitaré a salir, a ver qué pasa.

—Probablemente terminen dándose más besitos que antes —dijo sólo por fastidiarlo.

—¡Xiu Min!  

—Yo cuidaré a Xu Bao cuando salgas con Se Hun, así que avísame con tiempo —fue lo único que le pidió—. Si salen un domingo, entonces Jong Dae y yo podríamos llevar al pequeño al cine.

El pelinegro se emocionó y, volteando a ver a su padre, le dijo al mismo que debía darse prisa e invitar a Se Hun a salir.

Entre nervios y excusas tontas, Lu Han se había tardado una semana entera en seguir el consejo de su mejor amigo y pedirle una cita a Se Hun. El más alto había aceptado casi de inmediato, sorprendido, pero más que encantando con aquella idea.

Tal y como Xiu Min sospechaba, esa cita era lo que tanta falta les hacía a ambos. Los había ayudado el tener un tiempo a solas fuera de la universidad y fuera del apartamento de Lu Han, con la oportunidad de hacer más cosas y descubrir nuevos lados del otro.

Mientras caminaban en un amplio parque bajo el cielo nocturno, terminaron por entrelazar los dedos de sus manos casi inconscientemente. Cuando se dieron cuenta, no se apartaron, sólo sonrieron y se sonrojaron un poco.

—Se está haciendo tarde, Lu Han. Te acompañaré hasta tu apartamento.

—Gracias, Se Hun —volteó a verlo—. Pero no es necesario. Primero debo pasar a la casa de Jong Dae y recoger a Xu Bao, de todos modos.

—Bueno, podría acompañarte a pasar por Xu Bao —ofreció.

—Se Hun... —Detuvo sus pasos.

Apenas soltó la mano del más alto, extrañó la calidez que ésta le había dado, pero aun así se paró delante de él y suspiró.

—¿Qué pasa?

—Me encantó salir contigo hoy. Lo digo muy en serio —comenzó—. Me gustas, pero... sabemos cómo terminarán las cosas si dejo que me acompañes.

—Prometo no intentar besarte —colocó sus manos encima de los hombros del más bajo—. Hace tres semanas, cuando me pediste que volviera a mi casa, tú estabas llorando —comentó algo serio—. Me sentí de lo peor porque me di cuenta de que te estaba haciendo daño, Lu Han. Por eso, desde ese día, no he vuelto a besarte.

—Se Hun, no me hiciste daño. El problema es que yo tengo demasiadas cosas en mi cabeza y necesito organizarme.

—Entonces, ¿por qué lloraste? —Preguntó con curiosidad—. Estuvimos de acuerdo en que nada cambiaría después del primer beso que tuvimos y eso me dio gusto porque no quiero alejarme de ti ni de Xu Bao, pero tampoco quiero lastimarte... Por eso no pienso hacer nada que te haga sentir mal, Lu Han —hizo una breve pausa—. Tú también me gustas. No sabes lo feliz que me sentí cuando me pediste una cita —acarició suavemente la mejilla izquierda del contrario—. No pude negarme, pero desde el inicio supe que no terminaría con un beso.

—Tal vez sólo estoy confundido —susurró con cierta tristeza—. Tal vez me estoy negando a lo que realmente quiero sólo por temor.

Se Hun rodeó el cuerpo de Lu Han con sus brazos y lo pegó contra su pecho, acariciando después su cabello de manera suave y tranquila.

—¿Quieres contarme a qué le tienes miedo?

—A que las cosas salgan mal —respondió Lu Han, por fin moviendo sus brazos para corresponder al dulce gesto de Se Hun, aferrándose a la espalda ajena.

Continuará.

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De nosotros [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora