Capitulo 33. Gabriela.

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Capitulo 33.

Gabriela.

Mi madre irrumpió en mi habitación como por enésima vez para medir mi temperatura mediante un termómetro oral.

— Abre la boca. — Ordenó.

Separe las dos hileras de dientes y deje que depositara el aparato. Ambas contabilizamos sesenta segundos y lo retiró.

— 37 grados. — Me vio fijamente —. Estás normal.

Me cubrí con la cobija fingiendo que tenía frio.

— No me siento nada bien, creo que no podre ir a la escuela.

— Pero, no tienes fiebre.

— De igual forma me siento mal. — Dije, y suspire teatralmente —. Creo que tengo uno de esos virus estomacales.

Me encogí en la cama, apreté mi vientre e hice mueca de asco.

Mamá me vio por varios segundos, en espera que lanzara un quejido de angustia, cuando lo hice; ambas caímos en cuenta que estaba realmente mal.

— Te quedaras en casa. — Puntualizó y frunció el ceño —. Pero te mantendré en cuidados intensivos.

Rodee los ojos con frustración, mientras regrese a mi actuación perfecta. A los pocos segundos, mamá me dejó sola en la habitación. Entonces me puse de pie, me fui a ver al espejo y restregué mis parpados hinchados tras el mar de lágrimas que llore la noche anterior.

Me quede un rato viendo el reflejo: una chica destrozada.

Tome una diadema al lado del lavabo y la coloque en mi cabello, estirando cada edra hacia atrás para que dejara mi rostro patético a la vista.

Retire todo el aire que había en mis pulmones y soné como un globo desinflándose, cerré los parpados y todas las imágenes regresaron a mi mente. Abrí los ojos y seque la lagrima que apenas caía a un lado de mi rostro, golpee el lavabo al bajar el puño y me metí en la cama.

***

Tristán.

Cada minuto era una tortura.

Cada segundo que pasaba sin poder aclarar la situación resultaba totalmente doloroso.

Le di vueltas a la situación la noche anterior, recostado en una esquina de mi dormitorio, analizando cada estúpida memoria que tenia sobre la vez que me acosté con Marcia. Todo carecía de sentido.

Sabia que lo que había hecho no merecía el perdón de Gabriela, pero, cuando menos, esperaba que me dejara explicarle.

A mitad del día, me levante de la cama y reuní las fuerzas necesarias para encarar la situación. Crucé la calle, erguí la espalda frente a la puerta de madera y me incline para tocar.

Al minuto, salió la madre de Gabriela, dijo:

— Oh, Tristán.

— Buenos días, señora. Quisiera hablar un momento con Gabriela. ¿Puedo?

La señora Lighter balanceo la comisura de los labios y negó levemente.

— No se siente bien, Tristán.

— ¿Qué tiene? — Dije, casi al instante.

— Esta enferma, posiblemente sea una infección estomacal.

Asentí, pero por dentro sabia la verdad de las cosas. Gabriela había fingido estar enferma para no tener que salir de casa y, seguramente, encontrarme.

— Es sumamente importante... — respondí.

— No creo que pueda, Tristán. Lo siento.

Metí mis manos en los bolsillos e hice gesto de súplica.

— Solo será un momento, señora. Por favor...

La madre de Gaby tardó un par de segundos en pensar, y luego esbozo una media sonrisa.

— Ya regreso...

***

Pensaba en las posibles maneras de matar a Marcia sin dejar rastros cuando mi madre entró a mi habitación, otra vez.

— Alguien te vino a ver.

Puse los ojos en blanco y tire de la cobija.

— No quiero ver a nadie.

Mi madre me tocó el hombro.

— Es Tristán. - dijo, como si todo se arreglara al escuchar su nombre.

— No quiero hablar con él. — Gire la espalda para que no viera el dolor en mi rostro.

- Dice que es importante...

¿Importante? ¿Desde cuando es importante contarle a tu novia los detalles del sexo que tuvo con la más guarra de la escuela?

Apreté mi cabeza a la almohada.

— No me importa.

Mi madre posó su mano en mi brazo.

— Él insiste...

Me volví hacia ella, disimulando la ira que se acumulaba en mi interior y el tremendo dolor que me escocia por dentro.

— Dile que en este preciso momento no me apetece hablar con él. Pero, que no se preocupe; porque cuando me sienta bien, otra vez, lo llamare.

Mamá se fue por la puerta e inmediatamente me eché a llorar.

***

Corregí mi postura cuando vi a la madre de Gaby bajar las escaleras a trote grácil, era muy parecida a su hija y eso no ayudaba en nada.

— Se siente demasiada enferma, Tristán.

— Pero, solo será unos segundos. No tiene que ser aquí, señora. Si gusta podría entrar a su habitación... — Di un paso para entrar a su casa, correr hasta la habitación de Gabriela y besarla hasta arreglar todo. Pero la señora Lighter me detuvo con la mano.

— No. — Me colocó en el sitio de antes —. Se siente mal, no quiere tener visitas. Debes comprenderla, Tristán. De seguro pronto se recuperará.

— Eso espero... — Susurre.

La señora Lighter me dio pequeñas palmaditas en el hombro.

— Ánimo. No te sientas mal. Dijo que cuando se sintiera mejor, otra vez, te llamaría.

La última frase me desbocó el corazón, no tuve más fuerza que para exclamar un silencioso "Gracias". Retome el camino a casa y, al cruzar la calle, trate de asimilar que nunca se iba a sentir bien y que, por consiguiente, jamás iba a volver a buscarme.

THE CONSTELLATION IN YOUR BODY (Counting the stars #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora