Capítulo 29: Bailando

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Por la noche, estaban de fiesta en el pueblo, y Pilar y María presionaron a sus padres para que nos llevaran. Les encantaba bailar, y querían demostrar que eran las mejores.

Yo me había sentado en un banco a ver como bailaba la gente del pueblo. Era muy diferente a las fiestas que hacíamos en nuestro pueblo, aunque en el fondo, tampoco tanto.

Yo estaba bebiendo un mejunje asqueroso que me había dado Miguel. No sabía que era, pero me estaba mareando el estómago. Al final tuve que dejarlo, ya no lo aguantaba más.

—¿No bailas? —María se había acercado a mí.

—No sé bailar.

—Te enseño yo.

—Tampoco quiero bailar.

—Miguel está bailando.

—Lo que le baila a Miguel es la cola.

María se rio.

—Venga... ¿No dejarás que una chica tan guapa como yo baile sola, no?

—¿Te gusta humillarme, verdad?

—Por favor... Te prometo que esta vez no dejaré que me beses. 

—Ja, ja, ja, qué graciosa.

María se reía.

—Por favor...

—A Lola no le parecerá bien.

—Lola que se fastidie, o si no le diré a Papá lo que hizo con Miguel.

—¿Qué hizo?

—¡Qué va a ser! 

—Por Dios, qué asco. ¿Debería empezar a preocuparme por la sexualidad incestuosa de Miguel?

—Mejor no lo pienses mucho, que da náuseas.

—Pero es mayor que él.

—Yo también soy mayor que tú, Anxo.

—Diez meses.

—Casi un año.

—No compares, que se llevan cinco.

—Parejas más separadas he visto.

—¿Ahora defiendes que se acuesten?

—¡No! ¡Claro que no! —Se rio.

María me ofreció la mano.

—No me cambies de tema. No voy a parar hasta que bailes conmigo.

—No.

—¡Te frotaré la nuca!

—Porqué te habré dicho eso...

Me empecé a reír, pero cogí su mano y ella tiró por mí hasta donde todo el mundo bailaba.

—A ver, las manos aquí. —Me colocó—. Separa más los pies. Así. Y sigue el ritmo de la música. ¡No! ¡No! ¡Mal! —Se reía—. Menudo desastre. A ver, fíjate. —No era capaz—. ¡No!

Me cansé y le dí una vuelta.

—¡Para! ¡Bailas fatal! —Se ahogaba con la risa.

Al final se rindió conmigo, y me dejó ir a sentarme.

—No ha estado tan mal para ser la segunda vez que bailas. O no lo estaría si no tuvieras piernas. Eres un desastre. —Se reía.

—Te avisé.

Las luces se reflejaban en su mirada.

—Te queda bien ese vestido.

—¿Lo dices por el escote? —Rio.

Memorias de un ancianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora