Sálvame...

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-.-

— No puedo creer que esté haciendo esto.

Aquella voz quebrada, como si estuviera arrastrándose para salir de su garganta, le hablaba a sí mismo con temor. Mientras las gotas de sudor se escurrían por su frente, mantenía las manos húmedas en el volante, con un deseo de arrepentirse de lo que estaba siendo capaz de hacer.

El hombre de mediana edad quería escapar, pero su consciencia no se lo permitiría. Recordó aquellos ojos con un fulgor rojizo. Esos ojos que le observaban desde lo alto del segundo piso. Indiferencia, rechazo, decepción. Podía sentir una extravagante presión en el pecho, como si la oscuridad le invadiera desde el interior de su alma, dejándole sin sus sentidos. Sin poder respirar con facilidad.

No podía echarse para atrás. O su consciencia se quebraría.

Necesitaba redimirse o nunca se podría perdonar a sí mismo por abandonar a aquella criatura que lo había dejado fascinado.

La sonrisa de Osoma, la zashiki warashi que cuidaba la posada lo había dejado realmente embelesado, al punto de incluso sugerir el querer tener a una pequeña igual a ella como su hija, justificando la obsesión que esta le provocaba. Le hacía sentir un extraño dolor en la boca del estómago.

Aquella historia de horror le había dejado totalmente espantado y con deseos de irse y jamás regresar... pero nuevamente el recuerdo de la pequeña, mirándole con aquella sonrisa desvanecida, se encontraba adherido a su mente.

Pudo observar la entrada de la posada, cuando detenía el auto. Suspiró y se desabrochó el cinturón, sentía como si su cuerpo estuviese ansioso...

¿De qué, exactamente?

Había dicho que no regresaría... Incluso tuvo una discusión con su secretaría con la cual estaba iniciando una relación. El lugar para pasar sus pequeñas vacaciones había resultado ser un fracaso, y, para colmo, la joven mujer había quedado enfadada por dos razones: él había ignorado su deseo de marcharse en un principio e incluso se había atrevido a ignorarla la mayor parte de su estancia en la posada.

Pero aquel jefe adulto, un astuto hombre de negocios, no había podido hacer caso a sus peticiones. No podía. Quería seguir viendo a aquella adorable criatura que calmaba su corazón con su lindura.

"Quiero ver a Osoma-chan". Fue su pensamiento mientras se bajaba del auto y procedía a entrar a la posada.

Sintió un déjà vu. Nada raro porque apenas un par de días atrás había estado ahí. Su boca se sintió reseca mientras observaba a la posadera dándole la bienvenida. Un escalofrío recorrió su columna pues al mirar la sonrisa de la anciana, se preguntó nuevamente si lo que la pequeña Osoma había dicho, era real o no.

Como si todo hubiese sido una alucinación o un mal sueño, el ambiente que se respiraba en la posada era pacífico. Otros clientes se cruzaron en su camino con enormes sonrisas que para él lucían terroríficas.

— No pensé que lo tendríamos de nuevo, tan pronto, por aquí. -Dijo en un tono amable la posadera mientras le conducía a una habitación con hospitalidad.— ¿Esta vez está sólo? ¿No lo acompaña la hermosa mujer de la ocasión pasada?

Karahiko sonrió, aunque en su cabeza sólo giraba como torbellino el recuerdo de aquella pelea que habían tenido y el cómo decidió hacer aquel viaje en solitario sin decirle a nadie.

¿Había hecho bien?

— En esta ocasión seré sólo yo. Me vendría bien estar un par de noches para relajar mi cuerpo. -Respondió con amabilidad, aunque dentro de sí reprimía un inmenso terror al ver a la anciana.

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⏰ Last updated: Sep 20, 2018 ⏰

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[KaraOso] Sálvame...Where stories live. Discover now