Elías estaba revisando unas cajas que se encontraban en el ático, había algunas totalmente cubiertas de telarañas y polvo. Las limpiaba con un pañito, sacudía toda la suciedad para después abrirlas con una navaja.
En una de las cajas encontró algo que parecía un tablero, tenía letras, números y el nombre "Ouija", además de que en las esquinas superiores decía "Si, "No". Luego de limpiar el extraño objeto, bajó a mostrárselo a su madrastra Elizabeth, cuando ella lo vio se asustó y le dijo:
—¡Pon eso donde estaba! No tienes ni idea de lo que puede hacer.
—No te alteres, sólo es un tablero de juegos. —replicó Elías sin entender.
—Es más de lo que tú crees, hazme caso y ponlo en su sitio —ordenó Elizabeth para luego marcharse.
Elías no entendía la actitud de su madrastra, usualmente cuando el encontraba algo curioso ella siempre mostraba interés y aunque esa vez fue diferente, igualmente quería saber cómo utilizar el tablero
Entonces recordó a Fabián, ese chico que conocía todo tipo de cosas extrañas. Él era su amigo y sabía que lo ayudaría. Después de llamarlo para avisarle que lo visitaría por aquel motivo, tomó el tablero y con largas zancadas se alejó de su domicilio.
Al llegar a la casa de Fabián entró como si allí viviera; luego se dirigió hasta la habitación de su amigo al que encontró en una posición muy rara; pues estaba de cabeza en su cama.
—¿Qué rayos haces? —preguntó Elías.
—Solo trato de pensar en nuevas ideas, muéstrame el tablero —respondió Fabián mientras dejaba la incómoda postura.
Elías sacó el tablero de un bolso que traía y se lo entregó a su amigo, éste al ver aquel objeto le dijo:
—Como lo suponía, es el famoso tablero maldito, mejor conocido como la Ouija, este artefacto sirve para preguntarle cosas a los muertos. Supuestamente primero se dicen unas palabras, después se pregunta si está presente el espíritu, él te responde con las letras y números que aparecen allí.
—Entonces es un medio para hablar con los fantasmas —dijo Elías un tanto incrédulo.
—En pocas palabras, así es.
—¿Lo podemos probar? —preguntó Elías con curiosidad.
—Bueno, pero debe de ser a mitad de la noche, si quieres puedes llamar a tu madre y avisarle.
Después de que Elías llamara a Elizabeth y avisara que esa noche la pasaría en casa de Fabián, esperaron a que todos se fueran a dormir, apagaron las luces y buscaron algunas velas para que el ambiente fuese más espiritual.
Para comenzar se arrodillaron colocando el tablero encima de sus piernas, ambos tomaron el "marcador" que estaba encima del juego y Fabián pregunto:
—¿Hay algún espíritu presente?
Pasaron algunos minutos y no recibieron respuesta alguna; pero de repente el "puntero" se movió señalando a la palabra "Si", no lo podían creer, un muerto les había respondido.
—¿Eres un espíritu malo? —volvió a preguntar Fabián.
El "marcador" se apartó hasta el medio del tablero, esperó unos segundos y regresó a la palabra "Si". Esto hizo que Elías mirara con miedo a Fabián, se notaba en su cara que no deseaba seguir jugando.
—¿Nos harías daño? —de nuevo interrogó Fabián.
—¡¿Estás loco?! ¡¿Como le vas a preguntar eso?! —dijo alterado Elías.
Ambos soltaron el "señalador" y empezó a dar vueltas por todo el tablero, hasta que se lanzó de nuevo al "Si". Elías se levantó del piso horrorizado y aventó aquella cosa maldita hacia un lado.
—¡¿Qué te sucede Elías?! ¡Tú eras el que quería jugar! —preguntó molesto Fabián.
—Olvídalo... no sigamos con esto, mejor vámonos a dormir —dijo Elías tirándose en la cama.
—Está bien...
Al acostarse, los dos amigos tuvieron una sensación extraña en sus cuerpos; pero no le prestaron mucha atención.
Al siguiente día, Elías se despertó y se dio cuenta que Fabián aún dormía; entonces decidió pararse sin hacer ruido y regresar a su casa. Al llegar, miró a Elizabeth sentada en una silla desayunando y encaminándose hacia ella le gritó:
—¡¿Por qué no me dijiste para qué servía el tablero?!
«—Por tu reacción puedo ver que me desobedeciste y lo utilizaste. Elías, cuando me casé con tu padre, yo le propuse que se vinieran a vivir a mi casa porque mi familia ha residido aquí desde hace demasiados años.
»—El tablero me fue heredado antes de que mi madre falleciera, todos los que han vivido aquí, han sido dueños de él. Sin embargo, es un juego peligroso y si no se cierra el círculo espiritual, suceden cosas malas, el fantasma con el que te estabas comunicando queda libre. —dijo Elizabeth con un tono de preocupación».
—Lo siento... debí poner el juego en su sitio cuando me lo dijiste; pero tranquila, aunque no cerramos el "círculo", no sucedió nada —aclaró Elías.
—Mmm... las cosas no son así, se debe de cerrar obligatoriamente porque... —de pronto Elizabeth fue interrumpida por el sonido del móvil de Elías.
—¡Hola, quién habla! —preguntó aquel muchacho.
—Elías, soy la mamá de Fabián ¡¿Que sucedió anoche?! —dijo alterada.
De súbito, el miedo invadió al adolescente y esperando lo peor preguntó.
—¿Por qué... lo pregunta? —dijo Elías muy nervioso y con un nudo en la garganta.
«—Fabián no bajó a desayunar, fui a ver qué pasaba con él; pero cuando entré el ambiente del cuarto se sentía pesado. Fue entonces que lo vi acostado, se movía muy extraño y pensé que estaba convulsionando.
»—Después me acerqué para revisarlo y estaba consciente; pero me empezó a insultar. Hablaba de una forma extraña, casi no podía entenderle y su mirada era distinta; casi puedo jurar que era otra persona».
Cuando Elías escuchó lo que le contaba la madre de Fabián, sintió que sus piernas se tambaleaban y cayó de rondillas al piso, diciendo:
—¡¿Qué demonios hicimos?!
Luego de ese día, Fabián nunca volvió a ser el mismo, era una persona totalmente diferente, sus padres lo internaron en un hospital psiquiátrico; pero ni así pudo recordar a nadie. Desde aquella vez se volvió un hombre violento y hablaba constantemente de matar.
Elías durante mucho tiempo intentó explicar lo que él pensaba que sucedió; pero nadie creía que un "espíritu" quizás había poseído a su amigo.