Un dia cualquiera

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TINIEBLAS DE INCERTIDUMBRES

Chapter 1 - Un día cualquiera

La madrugada acechaba como nunca, faltaba menos con cada paso para que el sol se dé a mostrar, al igual que todas la mañanas.
Dos jóvenes, uno abrigado con un buzo de lana bordó, un pantalón de jean, y en su espalda una liviana mochila de negro. El otro llevaba un montgomery negro hasta las rodillas, un pantalón ajustado en sus pantorrillas, y un morral que cruzaba desde su hombro izquierdo hasta su cintura.
El frío aquejaba hasta las ramas crujientes de los sufridos árboles que el gélido invierno había atacado.
Las calles de la ciudad estaban desérticas, nadie parecía habitar allí, eso era lo normal por la hora.
El joven del buzo de lana, que cubría la mitad de su rosto con una bufanda, iba hablando, y con cada palabra que decía liberaba un pesado vaho de su boca –Quiero hablarle-
-Hacelo… -Le respondió el otro- ¿Qué es lo peor que te puede pasar?
-Que se me cague de risa en la cara… otra vez-
-¿Y eso te molestaría?
-Un poco… realmente sí… de todas formas quiero hablarle
-Entonces hablale- Seguía el del Montgomery- ¿Qué es lo peor que puede pasar?
-¿Solo sabes decir eso?
-Sé que no soy bueno para dar consejos, así que bueno…
-Tenes razón… sos muy malo para dar consejos, Emiliano.
Siguieron su camino hasta acercarse hasta las vías del tren. En esa zona se dividía la ciudad, la zona céntrica, desde donde venían, y la parte más tranquila, lo que se parecía más a un pueblo tranquilo.

-Entonces…- Emiliano interrumpió el frío silencio que se había formado entre ellos- ¿Le vas a hablar?
-Si.- Le respondió el otro.
-¿Aunque se te ría?- Retrucó dibujando una leve sonrisa en su rostro- No soy quien para decirte nada, Joaquín, bien sabes cómo fue mi historia con…- Dejó un leve silencio- Con ella…
-¿Cuál de todas?
-Todas…- Le respondió.
El silencio volvió de nuevo a ellos. Otra vez, lo único que se escuchaba era, además de algún perro que ladraban al sentir sus presencias, las zapatillas golpeando el frío pavimento. Los metros que recorrían iban desapareciendo a sus espaldas. Los pasos somnolientos, los bostezos que cada tanto salían desprevenidos en el recorrido que de a poco se iba acortando.
-Muy bien mi estimado…- Se escuchó la voz ni tan ronca, ni tan agudo de Joaquín, el joven de colorados pómulos, y buzo de lana bordó- Avisame cuando llegues a tu depto…
-Seguro- Emiliano levantó su mano derecha en señal de saludo- Igual sabes bien que eso no va a pasar…- Gruñó entre dientes.
-Igual sé que no me vas a avisar cuando llegues- Joaquín gritó desde donde estaba.

Ya se habían alejado unos cuantos metros, se separaron en la misma esquina de siempre, el paisaje era tan rutinario.
El frío dando en sus mejillas resguardadas un poco por su barba que dejaba crecer sin problema. El sonido de sus pasos era la única compañía que le quedaba. Miraba cada pocos metros su teléfono celular, aún tenía la esperanza que ella le mande ese mensaje que tanto esperaba, ese mensaje que tanto sabía que no iba a llegar.
El boulevard que se acercaba le delataba que faltaban apenas tres cuadras para llegar a su departamento. Pasó frente una casa, al costado había un pequeño pasillo con una puerta, lo miró y dejó caer una sonrisa. ¿Estará durmiendo? Hace mucho que no la veo. Pensó en sus adentros.
La próxima boca calle le llegó junto a una sorpresa, de los adoquines sobresalía algo interesante, conocía esas calles como su propia palma, aunque cada tanto encontraba algo nuevo en su mano. A lo lejos se veía como un objeto platinado, y aunque desde la distancia sus ojos no le permitían ver bien, sabía que se trataba de un teléfono móvil.
Lo alzó, su pantalla aún estaba encendida, así que suponía que la dueña, o eso supuso porque llevaba un protector rosa con orejas de conejo, aun se encontraba cerca. Buscó a sus alrededores, si había alguien por allí a quien se le haya caído, pero no, la calle tan desértica como siempre, ni quiera su oído lograba percibir el motor de alguna motocicleta. El teléfono vibró, y así notó que se estaba apagando por la falta de batería.
Así sin más caminó, no le quedaba otra que descubrir de quién era, para así devolvérselo.

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