único.

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¿Debería hablar de ella en pretérito?

Porque ella estuvo conmigo.

Yo la conocía.

Amaba el aroma a frutillas que parecía rodearla.

Pero, ¿acaso es correcto hablar siempre así de ella?

Cuando la volví a ver, ella era como una sueño lúcido.

Ashley era una chica vibrante, se extendía como un arco iris a quienes la conocían.

Usaba medias negras, otras veces calcetas deportivas, una playera o blusa negra, campera azul, calzado deportivo rojo o botas, su vestimenta era prolija y de una sola gama de colores.

Flequillo, cabello hasta la cintura y de tono rosado, casi como el chicle (aunque ella prefería decir que era el mismo tono de las paletas de caramelo sabor frambuesa, sin importarle que estas no existieran), era como lo usaba cuando volvió a estar en mi vida.

Tenía sus encantos, su risa cantarina, sus bromas y la forma en que se expresaba, además que resultaba inevitable no voltear a verla; solía mirarla, estaba atenta cada uno de sus movimientos para tratar algún día de comprenderla.

Sus ojos de brillo ambarino o a veces tan penetrantes como el café amargo, te causaban distintos efectos, tan cautivadores, tan sofocantes, te proporcionaban confianza, te provocaban, te regalaban una calidez indiscutible cuando se te acercaba y Ashley te daba una sonrisa hogareña.

Sus piernas delgadas y bronceadas tenían cicatrices, no porque ella fuera torpe, la razón era que Ashley podía llegar a ser muy aventurera e impulsiva.

Ella era del tipo de chicas que no tienen un objetivo con el amor.

No buscaba estar implicada de esa forma con las personas que la rodeaban.

Ashley apreciaba a todos, era amable y risueña.

En sus días malos, podía llegar a ser temperamental.

Aquel día de nuestro reencuentro, la vi, y comencé a pedir que ella dijera mi nombre, si lo hacía cambiaría todos los fundamentos de un saludo, porque aquello significaría que no me había olvidado.

No nos veíamos desde que teníamos doce, entre nosotras habían pasado seis años.

Ella ya no usaba el cabello rubio ni un enorme listón rosado para peinarlo, yo ya no lo tenía largo ni me avergonzaba por admitir que Ashley se veía linda.

Y como ya estaba planteado en mi un temor al inicio, este se acrecentó más cuando ella no tenía indicios de parecer reconocerme.

Me miró dulcemente, y pareció recobrar nuestras memorias juntas cuando me animé a presentarme de nuevo a ella, se rió avergonzada por su olvido para dejar el mal rato y me abrazó.

Volvimos a ser amigas cercanas, íbamos a la misma universidad, la podía ver menos de lo que yo necesitaba, pero podía estar con ella.

-Nos despedimos un verano, nos reencontramos un otoño, pasaron tantos días a pesar de ser estaciones seguidas, ¿no lo crees?

-El tiempo puede ser paralelo.

Estaba recostada en el césped, debajo de un sauce, hacía​ frío, usábamos abrigos, habíamos puesto una manta gruesa en el punto que parecía ser perfecto del parque, ella estaba sentada mirando soñadora a un mundo imaginario; me podía llegar a contestar de formas inesperadas cuando le preguntaba cosas sin lógica, justo como en ese momento.

Fresas acarameladas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora