D I E Z

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― Ay, Demyan... ―suspiré al escuchar lo que acaba de confesar mientras pasaba mis manos por mi cabello intentando aminorar mi preocupación. Estamos en un grave, grave problema. Floyd había aparcado el Mustang en una carretera más desolada e inhóspita que mi vida sentimental para estirar nuestras entumecidas piernas― ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Dios, Demyan, has cometido un error garrafal.

― Tenía que hacerlo. Y me sentí increíblemente bien, joder, la sensación de mis puños estamparse contra la cara de guarro que tiene ese ser tan despreciable fue indescriptible.

― Por mucho que merecía lo que le hiciste, te has delatado. Nos has delatado, Demyan. ―opinó Floyd. No puedo creerlo, ahora mismo Chris y su manada de bestias salvajes esté buscándonos para rebanarnos en pedacitos y darnos de comer a los perros callejeros. Demyan ha ido a buscarlo cuando estuvo fuera y le ha intentado partir cada centímetro de su cuerpo con sus propias manos y convertirle en una masa de carne irregular.

― Perfecto, ahora el malo soy yo. ―rio con incredulidad― ¿Sabes lo que dijo de ti, Meyou? Ha dicho mierdas que probablemente si yo las repitiera me odiarías, aunque solo estuviera citándole. Y eso fue lo que me provocó, su cochambrosa manera de pensar sobre ti. Joder, eso me volvió un basilisco, su boca irradiaba putrefacción en cada palabra que profería. Y todas eran dedicadas a ti. ―me señaló. Chris me ha dicho tantas cosas asquerosas que no me sorprende en lo absoluto. Creo que no se le ha escapado ni un adjetivo descalificativo para referirse a mí.

― No importa, no me importa lo que ese degenerado piense de mí y a ti tampoco debería importarte si a mí me da igual, su opinión es irrelevante. Lo relevante aquí es que nuestros traseros peligran, ese ser está aliado con mafias colosales que serían capaz de ejecutarte sin dejarte por lo menos dar un último respiro. Es el adalid de varias, para rematar. ―miré hacia arriba para que esta sensación inexorable no consiguiera hacerme colapsar.

― Por una parte, entiendo la posición de Demyan, si alguien me escupiera palabras llenas de odio y suciedad dedicadas a ti también habría reaccionado de la misma manera, quizá hasta peor, ya sabes, mis problemas de ira no me ponen a actuar precisamente de la manera más civilizada de todas. ―expresó el pelinegro― Ahora, dejando atrás la actitud impulsiva de Demyan, y cálmate por dios, no te estoy juzgando ―se apresuró a decir cuando vio al peli canela mirarle alicaído―, creo que vamos a tener que ir más lejos de lo que planeaba. Vamos a ir a Brooklyn. Allá estaremos un poco más seguros, tengo un gran amigo allá que no veo desde que me mudé a Manhattan, pero creo que no se negará a darnos asilo por un par de semanas en su casa. ―nueva información: Floyd es originario de Brooklyn. Interesante, siempre juré que era de Manhattan― Él es un poco...peculiar y, bueno, solo es cuestión de adaptarse a su forma de ser para caerles bien. Y esto va para ti, Demyan, que cuando te empeñas en ser un grano en el culo, puedes ser aun peor que eso.

***

Joder, Rose, te dije que lo nuestro no significa nada. ¡Lárgate! ―dijo una voz ronca del otro lado de la puerta justo después que Floyd tocara el timbre por enésima vez. El pelinegro negó con la cabeza de modo avergonzado, hasta que por fin habló:

― Hermano, soy yo. ―posteriormente a las palabras de Floyd, se escuchó un estruendo dentro de la casa, como de algún cristal estallándose en el suelo luego de haberse tropezado con él. Intuyo que la repentina presencia de ese amigo con el que había perdido el contacto y que aparece en el momento menos pensado le ha descolgado por completo.

¡¿C?!<<C>> ¿Qué carajos...? ― ¿Eres tú, C? ―Floyd no tardó en afirmar y en cuestión de un milisegundo la puerta se abrió de par en par, dejando ver detrás de ella un chico de cabello negro azabache, el tono de su cabello era aún más oscuro que el de Floyd, pálido, de ojos azules intensos, un poco más bajo que él y con el ceño fruncido, añadiendo una mueca de desconcierto total. Se colocó una gorra que traía en las manos, una gorra negra de esas que tienen dos aros en la parte delantera. Vestía una chaqueta verde aceituna y vaqueros― ¿Qué haces aquí? ¿No te habías mudado a Manhattan hace cinco años?

So FreshDonde viven las historias. Descúbrelo ahora