Extraño

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Todo es presencia, todos lo siglos son este presente.

Octavio Paz

A Jorge el ciego.

No sé por qué decidí seguir a aquél extraño. Había algo en su persona que me inspiraba confianza, como si lo conociera desde hace mucho tiempo. Al menos así lo creía en ese momento, era una época en que se podía confiar más en la gente. Pero quizá se trataba de una de esas cosas que no puedes evitar que pasen. Generalmente no sabes en realidad cuando se trata de una de ellas, esta sin embargo era una.

                Me lo encontré sentado en la banqueta frente al zaguán de mi casa.

                ‒Mamá salió hace unos momentos con tu hermano a comprar la despensa de la semana. Lo siento, he olvidado casi todo de mí, solo me acuerdo de este sitio, vivía en él cuando era chico.

                Su comentario me causó sorpresa, pero el tono de su voz me hacía sentir seguro. Además era de día, y la gente de la calle me veía. Si quería hacer algo solo tendría que gritar y seguramente no faltaría la ayuda. Busqué mis llaves en la mochila, y él sonrió.

                ‒No hay mucho que hacer si olvidaste las llaves, solo te queda esperar a tu mamá. Seguramente alguno de los vecinos abrirá el portón, pero cómo entrarás a tu departamento Recuerdo que cuando tenía tu edad me gustaba mucho leer, supongo que a ti también, no te ves del tipo de niño que hace deporte en exceso, y a juzgar por el estado de tu mochila no creo que tengas muchos juegos para distraerte. Recuerdo mi primer libro, era una edición de pasta dura que combinaba el principito y de los cuentos de la selva.

                Me empezó a contar las historias que ya he olvidado, sin embargo lo que quedó fue su pasión. Empezó a hablar de las letras, y de escribir; dijo que era escritor, pero no me dijo el nombre de alguno de sus libros.

                ‒Eso no importa, lo que importa es que leas, hay cosas interesantes esperando a ser leídas, ocultas en el mundo. Pero también hay cosas esperando a ser escritas. Te mostraría lo que me hizo querer escribir; pero sé que no aceptarás. Aunque tengo que decirte que lo que estoy por mostrarte ha sido visto pormuy pocas personas, básicamente legidos, y cambiará tu forma de pensar el resto de tu vida… lo sé, no es suficiente para animarte a ir. Pero tengo una idea para que lo hagas… mañana saliendo de la escuela no te detengas  ni te distraigas, alcanza a tu hermano antes de que se vaya y dile que te lleve a la iglesia que está en la siguiente calle. Pero después le dices que te espere a fuera cinco minutos, y si te tardas más que entre a buscarte, o lo que sea que te haga sentir seguro, este secreto no se lo puedo mostrar a nadie más que a ti. Tu mamá no tarda en llegar. Te veo mañana.

                Entonces se fue caminando lentamente, mirando los edificios a su alrededor, sonriendo. Había una tranquilidad en su presencia que era fácul percibir. Caminaba tocando las casas, y los arbustos, incluso se detuvo a acariciar a uno los perros callejeros que pasaba por ahí. Yo lo seguí con la mirada hasta que mamá llegó.

                El resto del día transcurrió normalmente, aunque no dejaba de pensar en lo que me había dicho el extraño. Pensé en que pudiera querer hacerme algo: secuestrarme, violarme, o matarme. Pero conocía la iglesia, había estado en ella muchas veces, tomando clases de catecismo o yendo a misa. No había una puerta oculta. Aun así tomé su consejo; mi hermano que aún no se dormía escuchó mi petición de acompañarme al día siguiente a la iglesia.

                ‒No mames, ¿a qué vas?

                ‒Voy rápido. Quiero ver si todavía tienen el libro de catecismo que usé para mi primera comunión. Me lo pidió un amigo.

                ‒Pero te apuras que tengo que ir por Ana.

                Antes de que terminara la frase regresé a mi cuarto, aliviado. Sin embargo una nueva duda se aparecía en mi cabeza ¿Qué podría ser lo que me enseñaría?  Quizá un libro, un libro misterioso y antiguo… o me presentaría con alguien o con algo, seguramente tenía que ser algo mágico que me sorprendiera… estaba ansioso y asustado, tanto que el sueño llegó sin que me diera cuenta.

                Al día siguiente por poco no alcanzaba a mi hermano, me había quedado diez minutos extra en la escuela pidiendo una explicación. Sin embargo llegué justo cuando él salía de la puerta. Lo convencí, le dije que solo serían cinco minutos y aceptó.

                ‒¿Por qué no vas solo?

                ‒Pues me da miedo la iglesia, y si me pasa algo pues te grito.

                ‒Jajaja, y quién dijo que voy a entrar a salvarte. No mames, si gritas yo me cago. No me gustan las iglesias.   

                  ‒Bueno, pues me esperas afuera y si grito llamas a la policía.

                Seguimos bromeando hasta llegar a la iglesia, vi la hora en el reloj, eran las dos treinta y tres, entonces se abrió la puerta lateral. Entré. Ahí estaba el extraño, me saludó con una sonrisa.

                  ‒Sabía que vendrías, yo tampoco pude resistir cuando me pasó a mí. Ansiaba saber qué era...

                   ‒¿Qué es? 

                   ‒En realidad no lo sé ‒y sonrió de ls forma más sincera que había visto.

                   ‒¿Y quién te lo enseñó a ti?

                   ‒Un extraño igual; cuando tenía tu edad.

                  Me invitó a seguirlo pues no teníamos mucho tiempo. Así que bajamos a un sótano por una puerta estrecha y unas escaleras de caracol que se perdieron en la oscuridad después del primer giro. Me aseguró que no había de que preocuparse, solo tenía que pisar seguro, el frío se sintió cada vez más pronunciado y cierto aroma a humedad, sin embargo era lo único, porque no se podía ver en lo más mínimo. Sugerí prender una luz, una vela, un cerillo, pero siempre recibí la misma respuesta negativa.

                    ‒Aquí están todas las luces y la oscuridad; aquí está TODO.

                 Me acercó una caja y me dijo que la abriera hasta que me sintiera listo, pues estaba apunto de ver por el ojo de Dios, y eso puede volver loco a cualquiera. En el momento que me dio la caja sentí algo raro, era como si el tiempo se detuviera o se prolongara infinitamente en ese instante. Sentí miedo, nostalgia, pena, culpa, ansiedad, emoción, alegría, duda... en ese momento la caja se me fue de las manos, comencé a buscarla a tientas pues el sonido del golpe venía de todos lados al mismo tiempo, estaba en un lugar sin arriba ni abajo y no solo lo sentía por la oscuridad. Gatee, durante horas, y sin embargo sabía que no había pasado ni medio minuto. Estaba mareado y confundido. Entonces escuché la voz del extraño diciéndome que la letras eran igual un todo, un todo limitado que se podía extender infinitamente para tratar de abarcar el infinito. En ese momento no lo entendí, era palabras extrañas pero se habían grabado en mi memoria. Me refugié en mi cabeza, pues todo el caos era demasiado para mí, y comencé a leer en mi mente, no sabía que leía, ni siquiera distinguía mi voz, pero puse mucha atención, era una historia de dos cachorros de coatí en el que el segundo... y la voz era la de mi madre leyendo. Me tranquilizó la triste historia, y al mover mi mano  para mejorar mi apoyo sentí la caja. La tomé y la abrí.

                   Todo se inundo de luz y lo siguiente que pasó no supe qué fue. Una serie de imágenes infinitas se proyectaron ante mis ojos, a través de la esfera que estaba adentro, vi montañas, nieve, vehículos que surcaban el aire sin ser aviones, hombres antiguos y futuros, vi tantas cosas que no he podido escribir. Vi el libro del que habló el extraño en las manos de mi madre, y todos los libros del mundo, la biblioteca antigua más grande, y fuego. Vi paz, y guerra, muerte, dolor, pena, sufrimiento, vi alegría en los ojos del mundo y una profunda tristeza, “te vi a ti” leyendo, y el planeta y una estrella junto con muchas estrellas, letras y letras y más letras; una pluma firmando con mi nombre. Vi el infinito durante un tiempo infinito y regresé al mismo lugar oscuro en el que estaba. La caja había desaparecido, solo quedaba la oscuridad. Caminé a tientas a donde intuía que estaba la salida y pregunté a las tinieblas por el extraño. No recibí contestación pero ahí estaba mi respuesta, yo era él mismo.

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