Tu alma, mi billete

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«No puede pasar, no puede pasar», pensó Lyeen dejando el predictor en el lavabo. Luego se miró en el espejo y vio que estaba muy pálida y tenía unas profundas ojeras. Pensó en cómo le cambiaría la vida si fuera positivo. Era muy joven, no cumpliría los veintidós hasta febrero. Deseaba poder hacer las pruebas y entrar en el equipo de béisbol. Estaba segura que era su destino, lo que deseaba hacer. «Pero si estoy embarazada todo esto será imposible, por lo menos de momento». Se puso la mano en el estómago en un acto reflejo, pero negó con la cabeza. Lyeen apagó la luz del baño y salió.

Elliot estaba sentado en el sofá, bastante tranquilo, mientras revisaba su teléfono. Cuando la oyó entrar lo apartó y se puso de pie. Ella se acercó y se sentó en el sofá.

—¿Y bien? —preguntó Elliot sentándose de nuevo.

—No sé, no lo he mirado.

—Lyeen... —Elliot la cogió de la mano—. Sea lo que sea, decidas lo que decidas yo te apoyaré.

Cerró los ojos y se acercó a los labios de Elliot para besarlo con ternura. «No sería más que el fruto de nuestro amor», pensó siendo consciente que, en el caso de que ese ser existiera, ella ya lo amaba. Se imaginó que fuera cierto, y no dudó en que Elliot sería un padre estupendo. Sonrió levemente al imaginarlo.

—¿Por qué sonríes? —le preguntó él.

—Creo que... pase lo que pase, no podré dejar de ser feliz a tu lado. Y eso me hace sonreír.

Elliot acarició sus mejillas y besó su frente.

—¿Quieres que lo compruebe yo? —le susurró él.

Asintió con la cabeza y Elliot se levantó. Escuchó sus pasos al alejarse, pero también oyó cómo se quedó parado unos segundos antes de abrir la puerta del baño.

Lyeen cerró los ojos y un ruido blanco la asoló un instante. Notó un mal sabor de boca, así que se puso de pie y fue a la cocina para servirse un vaso de agua. Cuando le dio un trago se dio cuenta de que el sabor del agua era diferente a la de San Francisco: «Es mucho más dulce».

Elliot regresó y cuando lo vio, supo cuál era la respuesta, por lo que exhaló aire profundamente.

—Es negativo —dijo Elliot encogiéndose de hombros.

Se quedaron un rato en silencio, mirándose el uno al otro.

—Vale —dijo Lyeen volviendo a respirar—. Vale, está bien.

—Sí, está bien. —Se acercó a ella y pasó sus manos en su cintura—. Hubiera sido...

—Un desastre —respondió Lyeen dejando el vaso en el fregadero.

—Tu padre me hubiera matado.

—Tenlo por seguro. Además, nos hubiera obligado a casarnos.

—¿En serio? —Elliot se sentó en la encimera.

—Él no permitiría tener un nieto bastardo. —Lyeen se imaginó el gran escándalo que mostraría, ni siquiera la dejaría rebatir ni mediar palabra.

—¿Bastardo? ¿Cómo Jon Snow*?—dijo Elliot con sorna—. Eso no está tan mal...

—Eres un idiota —dijo acercándose a él.

—Lyeen...—La sostuvo de la barbilla para que lo mirara—. Si hubiera sido positivo... —Balanceó la cabeza—. Yo...

Lyeen supo lo que pensaba, porque ella también lo hacía. Se sintió un poco triste en ese instante sin entender por qué lamentaba la pérdida de algo que nunca había existido. Elliot la abrazó, besó su cabeza y luego sus labios.

—Pasara lo que pasara, me hubiera sentido feliz —le dijo Elliot.

—Yo también.

***

Pasaron el resto de la mañana viendo una película. En cierta manera, ambos necesitaban alejarse de los agridulces sentimientos que les había provocado toda la situación. Elliot había salido a buscar algo de sopa para qué Lyeen comiera, y ella parecía encontrarse mejor.

El teléfono de Lyeen sonó pero ella tardó en reaccionar, hasta que Elliot se lo acercó.

—¿Sí? —respondió Lyeen—. Sí, soy yo.

Claramente estaba nerviosa, porque se puso a caminar a través del largo pasillo. Elliot se puso las manos en los bolsillos y se apoyó en el marco de la puerta para observarla.

Cuando colgó, Lyeen lo miró con una gran sonrisa. Corrió y saltó a los brazos de Elliot y éste la asió sin esperarlo.

—El lunes tengo la prueba —dijo Lyeen sin dejar de sonreír.

—Te irá genial —le dijo apoyando su frente en la suya—. Ya verás, tú puedes con todo.

Lyeen lo miró fijamente un rato. Después lo besó con pasión y deseo. Elliot no tardó en notar una erección cuando ella apretó más su cuerpo contra el suyo.

Con Lyeen en brazos, caminó hasta el dormitorio y la dejó caer sobre la cama sin dejar de besarla. La observó unos instantes, hasta que ella perdió la paciencia y lo sostuvo por la nuca para que continuara besándola. Le quitó el jersey azul oscuro y pasó las manos por su pecho imberbe. Elliot necesitaba cada vez más estar con ella, pero también quería disfrutar de cada segundo, así que bajó el ritmo.

Notó que ella resopló pero no le importó. Le quitó los tejanos despacio, mientras Lyeen se quitaba el jersey de rayas. Pasó los dedos despacio por sus piernas, parándose en las caderas para así quitarle la ropa interior.

Pasó las yemas de los dedos despacio por su centro, y ella arqueó la espalda al notar su tacto. La besó despacio, mientras que con la mano recorría su interior. Lyeen se hizo hueco con su mano para llegar a su miembro, que palpitó al momento de notar su tacto. Elliot se quitó los pantalones rápidamente, y volvió a la misma posición, dejando que Lyeen le hiciera también enloquecer.

Elliot agarró a Lyeen con ternura de las muñecas, poniéndola por encima de su cabeza. Recorrió el cuerpo de Lyeen con la mirada. Cosa que le hizo desearla más; quería probar de ella cada recoveco de su piel, de su cuerpo. Sin soltarla, pasó la lengua por su cuello, y cuando oyó como gemía, no aguantó más, la cogió por las caderas y la hizo ponerse encima de él. Sin dejar de besarla alargó la mano hasta el cajón para buscar un preservativo.

Sólo se oían sus respiraciones y el fuerte soplo de viento que había empezado en el exterior, trayendo de nuevo lluvia sobre la ciudad de Baltimore.

Elliot dejó que Lyeen se balanceara sobre él, y con las manos en sus caderas, entró salió de ella, una y otra vez.

Los gemidos de ambos elevaron los decibelios. Pero a Elliot no le importó el escándalo, que se oyera en todo el edificio, que lo supiera todo el planeta.

Elliot amaba tanto a Lyeen, que no era capaz de controlarse. Tocó el cielo, el espacio y las estrellas con el alma de su amada sólo como billete de ida.

La fuerza de atracción por Lyeen se encargaría de traerlo de vuelta.


***

Bueno, querida lectora, ahora sí, este ha sido el capítulo final. Pero no te preocupes que hay mucho más... Como siempre gracias por leer.  n_n

  * Jon Nieve, es un personaje ficticio de la saga de libros Canción de hielo y fuego del escritor estadounidense George R. R. Martin.  

Tu Nombre me sabe a MentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora