Comunicado de Calidad

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¿Qué tal, todo en orden estos días?

Tenía algo de tiempo así que quise leer un libro nuevo que encontré en la biblioteca el otro día. Mi trabajo ha estado hostigándome y, en una de mis tantas escapadas, acabé por esconderme en el templo de los bichos raros, como yo.

Se llama Mujeres, el libro quiero decir, y aún me parece difícil de creer que haya encontrado literatura de semejante clasificación en una biblioteca pública de Corea. Calculo que, si te ven muy joven en el mostrador, la señora gorda te pedirá alguna identificación para asegurarse de que seas mayor de edad y así prestártelo.

Constantemente me topo a la señora gorda y me genera una sensación graciosa en el estómago. No me malinterpretes, no la llamo así con ánimos de burlarme. De hecho, ella ni siquiera es gorda. Simplemente tiene una cara redonda que me provoca una carcajada que siempre logro disimular, gracias a todo lo bueno.

En fin, Mujeres es un libro muy entero. Te explico. 

No sé si conozcas a Charles Bukowski, él es su autor. Un alcohólico atolondrado por la depresión que desahoga en poesía y Mujeres a las cuales se folla y que, con más de una, forma relaciones tóxicas que no acaban haciendo otra cosa más que hundirlo aún más. Me resulta frustrante. ¿Acaso no puedo simplemente golpearlo y hacer que ponga los pies sobre la Tierra de una vez?

Esa es la impresión que me ha dado a mí. No entiendo bien por qué. En cualquier caso, no tiene demasiada importancia.

De todas formas, quería decirte que, al leer algunas escenas, sentí la necesidad de escribirte. Quizá te extrañe y termines preguntándote a qué se debe la relación que hago contigo y el libro de un alcohólico que lleva años muerto. No te preocupes mucho, Charles es Charles y tú eres tú. Ni más ni menos. No hay relación directa entre ambos.

Aún así intentaré detallarte mejor mis sentimientos. Entre el sillón donde estuve leyendo y mi escritorio hay veintiséis pasos. Al dar el último, tuve el impulso de escribir para ti. Por mucho que intente apegarme a la descripción de cada uno, sin embargo, me temo que no llegarías a entenderlos del todo.

Eran veintiséis exactamente, ni uno más, ni uno menos. Si el orden hubiera sido distinto, creo que no habría escrito la carta. Puede, incluso, que me hubiera ido al zoológico, más bien. Quién sabe. No obstante, todo resultó perfecto y aquí me tienes, escribiéndote.

¿Raro, verdad?

Para empezar, permíteme presentarme. 

Me llamo Choi MinHo, tengo veintisiete años y trabajo en el departamento de control de calidad de unos grandes almacenes. Me imagino que has de imaginar mi trabajo sin mayores dificultades, en realidad es muy aburrido. Primero debo comprobar la mercancía que el departamento de compras decide almacenar y verificar que no haya ninguna irregularidad. Así es como prevenimos una posible colisión entre ellos y los proveedores, aunque realmente a mí no me delegan semejante responsabilidad y mi posición no es tan crucial realmente. Es posible que antes la cosa fuera distinta, pero en la actualidad los almacenes lidian con mercancía muy variada. Desde pañales hasta repuestos de automóviles. Si nos tomáramos todo el día para examinar en detalle cada uno de ellos, no acabaríamos nunca. Por eso la empresa no es demasiado exigente con nuestro departamento y el trabajo me resulta sencillo. Es lo que puedo contarte del departamento de calidad.

Sobretodo en la recepción de quejas y la investigación de las mismas. Buscamos la causa, trasmitimos la queja a la marca o simplemente dejamos de comprar esos artículos.
Imagino que no lo sabrás, pero terminamos hartos de quejas. En mi departamento somos cuatro personas y no exagero cuando te digo que me persiguen desde la mañana hasta la tarde que salgo. Los clientes parecen animales hambrientos. Unas tienen fundamento y otras no, incluso tengo que trabajar más en unas que defino como el tercer tipo. Esas requieren más atención.

Calidad - 2minDonde viven las historias. Descúbrelo ahora