Capítulo 4

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Un ebrio.

-Ven aquí, preciosa- dijo el bastardo con voz ronca y un repugnante olor a alcohol encima.

Me aparté de sus gigantescas manos y lo golpeé en la entrepierna sin dudarlo. – ¡Si serás zorra!- gruñó cayendo al suelo, con las manos en el punto exacto de mi golpe.

Arqueé una ceja divertida.

-Sí, igual de zorra que tu madre- le dije antes de marcharme.

Había sido una noche larga… y quería descansar.

{Narra  Geoffrey}

Aun me sentía mal por haber pensado así de ella. ___________ había intentado ser agradable conmigo y yo sólo había metido la pata hasta el fondo.

«Nunca la volverás a ver, Geoffrey. Ya no pienses en ello. Intenta arreglar las cosas con Becca.»

Becca. Mi futura ex esposa. ¿Cómo es que un par de horas junto a esa preciosa pero letal stripper me habían hecho olvidar completamente a mi dulce Becca?

Caminé hasta mi coche con las manos en los bolsillos y sin expresión alguna.

Una vez dentro del Audi, observé el Antro Anacks, que desde afuera parecía increíblemente discreto y común. 

Mis amigos me habían recomendado ir allí. Los últimos meses no habían sido demasiado alegres para mi vida, por lo que me propusieron la idea de ir a “despejar” mi mente.

«Vaya fiasco ha resultado ésto»

Cuando todos mis problemas parecieron haberse confabulado para formar un tornado dentro de mi cabeza, una duda más se hizo presente.

«¿Volveré a verte otra vez, __________?»

{Narras tú}

-¡Despierta, __________!- gritó esa maldita aguda voz desde el marco de la puerta.

-¡Es Domingo! ¡Déjame dormir!- gruñí enterrando mi rostro en la almohada.

-Tenemos que ir a la iglesia, ¿no piensas faltar o sí?- cuestionó mi madre en tono amenazante.

-Ya, déjame a mí aquí, y vayan ustedes. Creo que Dios de tantas veces que me ha visto allí, ya recuerda mi rostro de memoria- bromeé ácidamente. 

Observé como mi madre me fulminaba con la mirada. 

-Mira que rebelde me has salido- se quejó con las manos en la cintura y luego dijo algo entre dientes para que yo no lo escuchara, pero lo comprendí perfectamente. 

Ella le preguntaba a Dios qué había hecho ella para que tuviera una hija así.

Antes de que se marchara, provoqué un poco más su cólera.

-Pues, has hecho cosas sucias con papá- reí secamente- aunque no creo que Dios vaya a decírtelo de ese modo. Dudo incluso que te lo diga.

Ella me miró entre ofendida y helada. Negó furiosamente con la cabeza, y se marchó sin antes hacer que el sonido del portazo retumbe en todo mi cuarto.

Bien, sorprendentemente pese a todo lo que decía, yo era creyente.

No creía en la iglesia, pero si en Dios. 

De todos modos, nada me privaría del hecho de poder provocar a mi madre con bromas al respecto.

Me removí en la gigantesca cama buscando la suavidad del colchón bajo mi cuerpo.

Las imágenes de la noche anterior llegaron a mi mente como un molesto torbellino abrumador.

Geoffrey.

¿Por qué seguía enojada con él? 

One and Only (Prince Royce&Tú )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora