Capítulo VII: Devoradores de sueños

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En el capítulo anterior de "En otra vida":

La muerte no fue lo único que los separó, Alexander está interesado en alguien más, Laurens deberá cambiar la situación sin volverse loco de celos.

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(Narra John Laurens)

Lafayette me separó lentamente de su pecho, me secó las lágrimas con sus dedos y levantó mi barbilla con delicadeza para que lo mirase a los ojos. –John, necesitas decirle a Alexander lo que sientes, necesitas hablar con Eliza, no esperes a que él de otro paso, de verdad creo que deberían estar juntos ustedes dos–.

–Entonces...–. Me tallé la nariz y jugué con mi cabello con un tic nervioso. –¿No te molesta que me gusten los chicos?, ¿No te hace sentir incómodo?–.

–Oye, yo siempre conocí tus gustos. Quien no quería aceptarlo eras tú–.

Me dio un beso en la cabeza y retiró las últimas lágrimas que brotaron de mis ojos. –Laurens, levántate y ve por él–.

–...Tienes razón, gracias, Lafayette, eres mi mejor amigo–. Me levanté, di un largo suspiro y juré en mi mente que no me rendiría tan fácil. Caminé con el pecho en alto hasta la puerta, pero al salir de la recámara me temblaron las piernas, me sostuve de la perilla al sentir que mi corazón andaba con fuerza, me tomé del pecho e imaginé las múltiples reacciones que podría tener Alexander ante una confesión.

Caminé por los pasillos con techo en forma de arco, pues estos guiaban hacia el patio de receso. Olisqué el lugar en busca de la castaña, mas sólo pude ver a sus hermanas, de pronto vi pasar a Alexander, iba solo, sentí una punzada en el pecho y tragué saliva. Su sonrisa era tan hermosa, era tan codiciada, agitó sus largos cabellos y estuvo a punto de verme, me escondí detrás de un árbol, "esa felicidad en su rostro debe ser mía". Vi a Eliza entrar al edificio en donde se encontraba la biblioteca, y por alguna razón la seguí a ella en vez de ir tras el caribeño, mi cuerpo se movió por sí solo.

La biblioteca era un edificio mediano conformado por tres pilares, con una cúpula adornando su techo principal y con los arcos de las ventanas y puertas decoradas con un estilo barroco.

La mujer caminó sin darse cuenta de mi presencia, se paseó entre los estantes pero no volteó a ver ningún libro, comenzó a subir las escaleras en forma redonda que daban hacia uno de los dos techos con terraza, yo intenté que la madera bajo mis pies hiciera sonido nulo.

Abrió la puerta que daba hacia el techo, por suerte no la cerró y yo pude seguirla, se recargó en la barandilla que rodeaba las aristas del edificio (aún incompletas) y miró hacia abajo. Recordé que no se nos permitía subir ahí todavía, puesto que estaba en construcción, tal vez ella no estaba enterada.

Ahora que estábamos completamente solos podía hablar con ella.

–Eliza–.

Ella dio un brinco de susto y giró a mirarme. –Cielos, John, no me asustes así–.

–Perdón, es que quisiera hablar contigo–. Dije mientras jugaba con mi cabello.

–Oh, claro–.

No sabía cómo empezar, se me venían a la mente puras tonterías como: "Oye, me gusta Alexander, así que aléjate de él, zorra". Aclaré mi mente y moví mis labios. –¿Qué opinas de Alexander?–.

En otra vida (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora