Cuando Krark pasó el arco de la puerta lentamente, sumergiéndose en un castillo lleno de esplendor y luz, algo que en ese momento a Krark parecía desconocerlo, en cualquier caso, Krark siguió adelante, paso a paso se adentraba en el castillo, y las puertas se cerraron automáticamente, como por arte de magia. Krark se giró para ver como dejaba la luz de la salida atrás, y observar como la gran puerta de oro macizo se comía la luz de la libertad, ahora Krark estaba en territorio hostil, era cuestión de tiempo que o descubran por todos los asesinatos que ha dejado escondidos por el camino. Movido por la venganza y la justicia, Krark avanzó poco a poco pero decidido por el gran pasillo de la entrada. Él no conocía en absoluto aquel castillo de dimensiones tan inmensas, aunque algo tenía muy claro, que encontraría a Sephron cueste lo que cueste, y mataría al que se interpusiera en su camino.
Krark notaba una presencia muy extraña y fuerte, se trataba de un ser muy poderoso, no podía percibir el poder de los demás hasta ahora, era algo nuevo para él, pero no podía pararse ahora, tenía que seguir, corría un riesgo enorme allanando el castillo de Sephron. A medida que avanzaba por el pasillo, Krark miraba de lado a lado los grandes cuadros colgados de la pared, pintados a mano. Había uno que destacaba de los demás, era mas luminoso, y estaba más detallado, puesto en un marco mucho mas grande y vistoso que los demás, se trataba de una mujer muy hermosa, rubia de ojos azul turquesa, con mejillas sonrojadas y con sonrisa pícara. No lucía nada salvo un anillo con un zafiro como gema, era algo extraño para Krark, desconocía esa gema, asique volvió a ver el rostro de la mujer pintada, por raro que parezca, se le iluminó la cara, le pareció tan bella aquella dama que se quedó embobado durante unos instantes, pero no podía permitirse el lujo de admirar obras de arte, debía seguir con su camino.
Krark siguió por el mismo pasillo durante unos 5 minutos que se le hicieron eternos hasta que llegó a la entrada del castillo, custodiada por 20 guardias, y solo la entrada, Krark no quería pensar en como podría estar la sala del trono o donde quiera que esté Sephron. Cuando salió de la sala de torturas creía que sería sencillo encontrar a Sephron y entrar en el castillo, por lógica, estaría en aquel momento en el comedor, pero ahora no sabe donde está, ha pasado muchas horas después de aquello. Krark visualizó puntos débiles de la zona, apenas no tenía y eso era un gran problema, asique optó por intentar una cosa sencilla de ejecutar pero complicada de dominar. Concentró la mirada en un soldado que estaba de guardia, y con la mente quería llevarlo hasta su posición, esta habilidad no la había probado nunca con nadie y eso suponía un gran problema si lo descubren. Puso en práctica el control de mente, y de momento iba bien, el guardia iba a su posición poco a poco, en cuanto el guardia entró en el pasillo, Krark le asiste un golpe de cuchillo en la yugular, entonces es cuando Krark, en vez de coger la armadura y ponérsela para aparentar, dedujo que los guardias del castillo se reconocerían entre ellos, asique le absorbió el alma al guardia abatido alzando la mano poco a poco hacia su boca, y allí se ocultó el alma del guardia, en la boca de Krark. Entonces probó una cosa nueva, se le ocurrió la idea de cambiarse el cuerpo. Extendió la mano sobre la frente del guardia, y poco a poco Krark fué adoptando el rostro del guardia caído, Krark escondió al guardia detrás de una columna que había a la salida del pasillo de manera que ningún guardia lo viese. Krark con su nuevo rostro, pasó desapercibido como si nada entre los guardias, saludándolos con gesto de mano, se fué hacia unas escaleras que habían justo al lado opuesto donde se encontraba Krark.
Subió por las escaleras de piedra en caracol y volvió a sentir esa presencia de poder, no sabía que era y lo tenía desconcertado. Cuando llegó a la 1ª planta, divisó el patio que había atravesado para eludir a los guardias, era bastante grande, y había por lo menos una docena de guardias. Siguió adelante, por el pasillo izquierdo, ancho como para que pase por él un carro de mercancías, y largo hasta donde no alcanza la vista. En su recorrido habían varias escaleras en el lado izquierdo de la pared, aunque Krark no subió por ninguna, siguió adelante hasta finalizar el pasillo y encontrarse con un simple balcón, por lo tanto, dió media vuelta y cogió las primeras escaleras a la derecha. Aquel castillo era un laberinto, no sabía donde ir, pero Krark no se podía rendir ahora, tenía que seguir adelante con el plan. Movido por la ira, la venganza y la justicia, Krark subió las escaleras con mucha cautela, con la orejas bien abiertas y los sentidos más agudizados que nunca, cuando llegó arriba, giró la cabeza de un lado a otro esperando entrarse con guardias, doncellas o algo, peor nada, no había nadie en aquel pasillo. Krark empezaba a estar muy extrañado
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