Esas bellas alas

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Disclaimer: ninguno de los personajes aquí presentes me pertenecen, sino, a sus respectivos autores (Bandai, TOEI, Akiyoshi Hongo, etc.)

Paraíso aterciopelado

Capítulo único: Esas bellas alas

La tarea eran las cosas más fastidiosas para estudiantes poco aplicados. Y si combinamos dos, es el doble de frustración. Así que, tanto Yagami como Ishida estaban viendo punto a punto los ejercicios a resolver, y no daban ni uno. Si Koushiro estuviera en su clase, lo habrían llamado con todo gusto, pero resulta que el muchacho no estaba en casa, así que tuvieron que romperse los sesos para fijarse qué responder. Llamar a Jou tampoco servía de mucho: no estaba en casa, tampoco, debido a una reunión de estudios en su universidad.

Taichi soltó unos improperios a los profesores que les daban ejercicios muy difíciles para resolver un viernes a la noche. Yamato, simplemente jugó con su lápiz y se puso a tararear una canción que, en futuro, escribiría.

Estaban los dos solos en la casa del castaño: los padres de éste salieron de paseo y la menor de los Yagami estaba en una fiesta de cumpleaños.

Todos se divertían, menos ellos dos, claro.

Se habían juntado ése día, exclusivamente, porque el fin de semana no podrían tocar para nada la tarea: prácticas de fútbol por un lado, música sin parar por otro. Obligaciones mucho más preocupantes que saber integrales y derivadas a las ocho de la noche.

— ¿Qué dices si pido algo para cenar? No vamos a hacer nada con el estómago vacío —Yamato asintió y en seguida su amigo pidió una pizza de gustos varios. En media hora la traían.

Dejaron las matemáticas y se pusieron a charlar de otras cosas...

Pero ni el estómago lleno les ayudó a resolver los ejercicios: se rindieron. Se olvidaron de retomar la tarea, se pusieron a hacer cualquier otra cosa entretenida antes que quemarse el cerebro y, cuando pasaba la media noche, Taichi le preguntó si no quería quedarse a dormir, viendo la hora. Al principio, Yamato negó, pero, su amigo le insistió en que se quedara de sobremanera.

— ¿Qué tanto quieres que hagamos? —se quejó el rubio, cruzándose de brazos y casi tomando su abrigo.

—Una noche de cine —respondió—. ¡Todos se divierten menos nosotros! Tengo un surtido de películas que podemos ver juntos.

— ¿Películas? —Se burló Yamato y soltó una risa—. ¿Y qué tienes ahí? ¿Cuentos infantiles, grabaciones de cuando eras bebé? —se notaba la ironía en sus palabras y Taichi enrojeció de enojo. PNo tenía ninguna de esas películas "infantiles", sino de otra clase. Al hacerse el misterioso, Yamato se quedó sólo para saber qué boberías tenía como para hacer una noche de películas.

Y se sorprendió. Porque Taichi tenía en su colección cosas que ni siquiera Sora se habría imaginado. El castaño no parecía la clase de muchacho que, de vez en cuando, buscaba cierto material especial. A fin de cuentas, tenían diecisiete años, estaban en la edad de que todo lo querían conocer. Incluso, sus propios deseos y gustos.

Se quedaron hasta muy tarde viendo películas. A ambos jóvenes les llamaba muchísimo la atención todas esas imágenes que mostraban. Imágenes que, ciertamente, no eran aptas para un público infantil. Pero ellos ya no lo eran, ¿no? No eran adultos, pero querían conocer más de ése mundo que apenas sabían palabra y media, y se les acercaba cada más en sus vidas.

Cuando se hicieron cerca de las cuatro, Taichi le dijo que podía dormir en la habitación de Hikari.

— ¿Ella no vendrá? —se extrañó viendo la hora.

Paraíso aterciopeladoWhere stories live. Discover now