Cap. 17

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La joven rubia seguía ahí, sentada en una piedra observando la arroyo desplazarse en sus aguas frías, en ese camino estrecho lleno de piedritas que eran a su vez reflejadas por los rayos de sol tenues.
En su contexto existía mucha imaginación, tranquilidad y hasta una pizca casi invisible de soberbia para plasmarla en algún personaje ficticio de una mente abierta.
Como si tuviese a cada quien frente a ella, y que al hacerlo interactuar una sonrisa fuese la palanca para ello.

Rouse, parecía tan absorta en sus pensamientos, en la compañía del vaivén de los árboles en aquella tarde de frescura. El cielo tenía escasas nubes, pero corría por sus alrededores un aire tibio que calor no producía, sin percatarse de que atrás alguien le hacía compañía y no le apartaba la vista, cuyo individuo la veía como su modelo en el boceto que realizaba.

No decía nada, de hecho. A ciencia cierta tenía a más curiosos dándose sus vueltas por allí, pero ella prefirió optar por un lugar seco y dulce, así como aquel joven.

-Señorita, ¿podría darme la cara?

Se exaltó al sentir una mano en su hombro y volteo confundida, quitando esa mano de encima.
Luego de varios segundos reaccionando quien era el desconocido, y de ir tranquilizando su pulso, pudo enfocarse en la mirada azul del muchacho, y en sus cabellos lilas.

-¿Perdón?

Él se puso a reír, apenado por la forma en que se animó a hablarle...

-¡Joder! ¿Eres tú, Goku? - dijo con una falsa molestia, acompañada de una risita burlona luego de ver como su hermano se paraba desde el otro lado de la calle, seguía igualito.

-¡Hermano!

Goku soltó de sus manos el globo lleno de helio que llevaba tanto rato sujetando para irse corriendo hasta su hermano, él no tenía vergüenza en dar a flote su euforia.

Se vieron unos minutos, y él no pudo resistirlo.

-Hey, carnal, no seas nena. - le comento el mayor, jalandolo de sus ropas para poder apretarlo en un caluroso abrazo.

-No pude contenerme- decía él, apoyado en su pecho, lo más contento que se podría decir, mientras lágrimas manchaban sus mejillas.

Se abrazaron, arrugaron sus ropas. Realmente eran ambos lo único que tenían de su familia, Raditz desde el día de su abandono marcó la vida de su hermano menor, aprendió a madurar finalmente.
Y tenerlo frente a frente, un elixir de la felicidad y no la vida en general.

-Tenía tantas ansias de verte, te he extraño todo el tiempo, Raditz.- decía Goku, en leves susurros que eran consolados por el mayor.

-Ya, ya. - palmeaba la espalda de Goku, mientras sonreía con nostalgia- Los guardias pensaran otra cosa, carnal.- lo alejo para verlo de cuerpo completo, él se limitaba a sonreír contento y demás.

-Si que creciste, ya no te puedo decir enano.

-Mira nada más ese cabello, te creció mucho, Rapunzel.

-Que lindo es volver a la vida libre, ¿o no, carnalito?

Raditz empujó a Goku para comenzar a andar, mientras palabras espontáneas salían de la boca de cada quien y eran escuchadas de forma recíproca, dos cotorros por la calle más bien.

Y si, quizá que se le podía calificar como un encuentro no muy adecuado, pero es que los dos hermanos tenían una actitud de que la vida les valía cacahuate, y bien sabían que no debían ponerse en un estado sentimental con su reencuentro, pues se podría decir que jamás se separaron, al menos no en un sentido figurado.

Dejando de lado el pequeño especial momento del dúo, un moreno seguía en la sala del hospital esperando a su recién conocida, las horas se fueron volando y dentro de poco ya debería estar de vuelta a casa, mañana llegaría temprano a su nuevo trabajo.

Vegeta consiguió uno, al poco tiempo de ver la situación (de hecho, ya tenía un trabajo a escondidas de todos). Y aunque a Piccolo le ayudarían económicamente con ciertos gastos, quería comenzar a ser productivo e invertir el tiempo en algo que se lo valga, después de todo el reciente mensaje recibido de su novia le hacia dar vueltas en la cabeza, madurar progresivamente en pensamientos preocupados.

El moreno miraba el mismo mensaje, sintiendo esas palabras virtuales como espinas, sentía confusión y nerviosismo.
Se llevó ambas manos a la mandíbula, para meditar lo que haría.

De pronto, Yaniana estaba de vuelta en el área de espera, viendo a Vegeta que actuaba muy extraño: se recaba la nuca desesperada mente, movía los pies como bailando sentado y decía palabras las cuales no escuchaba del todo.

-Hey.

-¿Cómo está él? - preguntó con interés, poniendose de pie pero sin dejar de lado una ansiedad.

-Bien, se ha mejorado considerablemente. - se acercó para tomar asiento, a lo que el término relajándose en la dureza de la silla.

-¿te dijeron algo allá adentro?

-Probablemente en unos días ya pueda este fuera de aquí.

Guardaron silencio, conciliando más tranquilidad para lo tensos que estaban, no era agradable estar en una situación así, pero tampoco se lo podían reclamar a la vida, debían lidiar. Y después de todo, las cosas suceden por algo.

En algún lugar de mala muerte, una bodega enorme abandonada que con suerte podía seguir manteniéndose en pie para ocultar a unos tipos sin escrúpulos. Cuyos tipos fumaban cigarrillos y venían armados, discutiendo sin agresiones por la reciente noticia.

-Así que nada, ¿tan estúpido eres?

Un joven de cabeza rapada y estatura pequeña se veía apenado, bajando la cabeza ante el tono autoritario de un superior.

-Señor, le suplico que me entienda. El tipo llevaba a dos niños, no podía atacar a las criaturas que...

-¡Cállate! Un buen sicario le vale madres la vida de cualquiera, sea niño, adulto, anciano, paralítico. Tú, ignorante enano no estás hecho para esto, debería matarte por fallarme en esta misión. - dijo, con rabia ardiente por sus venas. Mirando con desprecio al ahora asustado súbdito.

Krilin, nombre de aquel culpable de que Piccolo estuviese en el hospital, se veía cegado y temeroso por el enredo de una necesidad.

Se veía perdido, sumido en algo que simplemente era muy difícil salir con vida. Tuvo a fuerzas que planear una estrategia para acabar con la vida de ese sujeto, todavía podía pensar un poco tras ver las noticias en esa tienda de electrodomésticos.

Justo el día que se topo con un hombre que desesperado lo empujó, corriendo con ansias y fuerzas por la misma calle que casualmente llevaba al hospital.

-Discúlpeme, cometí un error comandante, yo... - comenzaba a tartamudear, lo cual le delataba cruelmente en frente de un sádico asesino mayor.

-Estas en el narco, estas con todos nosotros- volvía a hablarle, pero esta vez traía una pistola de alto calibre en su mano, y tomaba del hombro al recién ingresado joven- Y tú único deber principal fue acabarlo, tienes suerte que sea un jefe comprensivo. Fue mi culpa también dejartelo a cargo...

Esbozaba una sonrisa de burla, él otro solo mantenía silencio. El resto de los sicarios rieron en voz baja ante la desgracia que cruzaba enfrente de la vista de Krilin.

-Comandante, déjeme volver a intentarlo, le aseguro que lo mataré.

-Concedido, pero si me fallas- no sonreía, no mostraba alguna expresión, apunto su pistola y la apego por completo a la frente del joven, éste sintió su frialdad y cosquilleo, estaba temblando. - Responderás con tu vida....

Sin más que hacer, volvió a guardar su arma y caminar veloz hasta su silla, enseguida de esto encendió un cigarro y se dispuso a fumar, Krilin hizo una reverencia con la cabeza, y se marchó, el resto de hombres seguía expectante de las órdenes próximas de su comandante.

-Siganlo, y ayudenlo a hacer un buen trabajo.- dio una orden a uno de ellos, específicamente un hombre de tez blanca y cabello negro sujetado en una coleta.

-Si, comandante Hit.

El galán [AU-DB] #PacmanAwards2019 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora