Esencias

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Autor: Helindir.

Con la tranquilidad característica de los Galos y con una mirada altiva al mejor estilo mortífago, Diamhair entró en el colegio, seguida por Albus y Severus, no muy convencidos de lo correcto de llevarla allí

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Con la tranquilidad característica de los Galos y con una mirada altiva al mejor estilo mortífago, Diamhair entró en el colegio, seguida por Albus y Severus, no muy convencidos de lo correcto de llevarla allí.

El día recién comenzaba y pocos alumnos presenciaron la llegada de un desconocido de porte extraño, seguido por el director y el experto en pociones. Era una imagen totalmente extraña, ya que raras veces ambos magos caminaban detrás de alguien. Solían ser ellos los que lideraban cualquier trayecto.

Minerva fue la primera hechicera experimentada que los vio entrar y de inmediato se acercó a ellos. Por un lado estaba preocupada por la salud del director, como lo había estado todo el tiempo desde que había leído la carta anónima sobre la privación de libertad de Dumbledore. También se encontraba algo contrariada con Snape. Sabía que no era de fiar, pero la confianza de Albus para con él, siempre la mantenía al margen. Y por último, ese rostro tieso, soberbio y blanco, coronado con ojos grises similares a un lobo, la preocupó.

- ¡Albus! ¿Estas bien?- Preguntó pronto McGonagall, acercándose a él.

- Si Minerva, estoy bien, no te preocupes. Algo magullado pero no es nada- Respondió el director- Hazme el favor de convocar a todos los profesores. Nos reuniremos en mi despacho de inmediato.

- En seguida- Dijo ella.

La animaga se retiró velozmente, pasando junto a Diamhair y recibiendo una mirada poco agraciada que la preocupó aun más.

- Voy a llamar a la Orden- Le dijo Albus a Snape- Quiero que participes. Esto se esta complicando.

- En la última reunión por poco y me lapidan...- Siseó Severus- ¿Cree conveniente que este allí?

- Si. Tu papel de espía ya fue descubierto por Voldemort. Ahora es necesario informarles a los nuestros para evitar malentendidos...

- ¿Y el hibrido?- Preguntó el ex mortífago, despectivamente.

- Aun no se... Vamos de a poco... Aunque creo que también seria propicio que este en la reunión- El anciano dio unos pasos para dirigirse a Diamhair, que seguía examinando todo visualmente varios metros adelante.

- Con todo respeto director, pero creo que esta loco...- Lo detuvo Severus.

- ¿Por qué lo dices?- Se dio vuelta a verlo.

- La Orden del Fénix tiene información valiosa. No podemos arriesgarnos a exponerle todo a un ser desconocido que no parece tener intenciones de beneficiarnos... No sabemos de lo que es capaz. Puede volverse contra nosotros. El señor oscuro podría atraparla y sacarle la información. ¿No era usted el de la idea de que mientras menos personas sepan, mejor?

- Tengo confianza en ella Severus...

- Sea razonable...- Susurró para que solo Dumbledore pudiese oírlo- Véala bien, sea objetivo. Tiene tanta bondad como un mortífago. No es de fiar... Estoy acostumbrado a reconocer esa clase de mirada fría y se que no hay nada bueno detrás.

- Tengo que arriesgarme... No tenemos otras opciones. Estamos en estado crítico y necesitamos urgentemente de apoyo con la fortaleza justa para hacer frente a Voldemort, y ella lo tiene. ¿Por qué crees que esperé tanto a mandarle la carta? Se perfectamente eso. Ella es, desde hace años, mi última opción. Nunca quise llegar a esto... Solo procura no darle motivos para que ella también se ponga en contra nuestro.

- ¿No había otro elfo disponible?

- Si, pero no de su nivel. Necesitaba un mitad dragón. Un Galo común no puede acercarse a grandes fuentes de energía oscura como lo es Voldemort y su grupo de mortífagos. Incluso uno de los fuertes, no podría acercarse a ti. Requería un elfo que fuera inmune a la maldad y ella es la única híbrida. Era Diam o nada... Ahora estaríamos bajo el yugo de los mortífagos si no fuera por ella, recuerda eso.

Albus se alejó del pocionista y se acercó a la elfa, quien examinaba el tronco liso de un árbol interno, sin hojas por el embate del fin del otoño.

- Diam...- La llamó el director, haciendo que esta levantara la vista y lo viera a los ojos- ¿Qué prefieres? ¿No saber detalles de la Orden o si saberlos?

- Malle obtineo separo abs ere graduss doctum (Prefiero mantenerme aparte de esa clase de información)- Respondió ella, desviando levemente la vista y chocando con los ojos negros de Severus, quien la analizaba.

El pocionista quería leer su mente, saber que pensaba aquella híbrida y cuales eran sus planes.

Para él, algo no cuadraba. Tenía experiencia de sobra en cosas oscuras, mentes con intereses ocultos y toda clase de cosas negativas las cuales siempre advertía antes de que se volviera peligroso. Y por eso no entendía a la elfa.

Esos ojos grises tenían algo. Un algo desconocido. Notaba la frialdad, lo calculador y analítico, pero no veía distancia. Era una contradicción. Era como si aquella criatura quisiera estar allí y, al mismo tiempo, quisiera irse. Sus perlas grises mostraban aquella esencia de dragón que se suponía que tenia en su sangre, mientras que su porte y gestos lo confirmaban. Egocentrismo, deseos de obtenerlo todo, poca paciencia y un aire asesino la rodeaban. Pero para el pocionista, había algo más. Lo había notado. Y ahora que ella también lo miraba, lo percibía nuevamente.

Una pizca, un casi imperceptible indicio de la afamada naturaleza elfina.

Recordaba miles de historias de esos seres, donde se puntualizaba su bondad excesiva, su sabiduría ancestral y sus deseos incontenibles de mejorarlo todo y de brindar paz a cada paso, al tiempo de que utilizaban sus dones de curación para beneficiar todo lo que fuera bueno y pasara frente a ellos. Sobre todo las elfas. Aun más bondadosas y dulces con un instinto maternal que muchas veces dominaban a sus pensamientos. Más hábiles en curar heridas emocionales que físicas y con un renombrado amor por lo natural.

Pero Diamhair era diferente. Casi no tenía aquello que hacia conocida a su especie. Casi.

Severus dudó. Antes dudaba de su bondad. Ahora dudaba de su maldad.

Detrás de los siniestros ojos de dragón que poblaban el rostro liso de la elfa, estaba aquel brillo ínfimo de bondad.

¿Pero que tan ínfimo era? ¿Y si lo leve se volvía nulo?

Snape temía eso. Un elfo común, de ser necesario, era lo suficientemente, ágil habilidoso y fuerte como para batallar con él. Una experimentada guerrera híbrida como lo era Diamhair era una mezcla espantosamente peligrosa. De quererlo, ella podría vencer a cualquiera y dejar a Hogwarts como un montón de cenizas cubierto de plantas.

Le preocupaba que Voldemort ahora fuese un mal menor.

Aquella elfa con esencia de reptil gigante y asesino era posiblemente peor.

Ádhmharaighe | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora