Un nuevo mal día

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Con la mañana transcurriendo, el director de Hogwarts empezaba su jornada buscando a Diamhair. Luego de recorrer los pasillos, varias veces, y de preguntarle a quien se cruzara, por el paradero de la elfa, Albus empezó a inquietarse.

El día anterior había olvidado preguntarle en donde pensaba pasar la noche y tras perder su rastro, no sabía donde podría estar. Quizás estuviera en algún rincón del castillo, o en el bosque prohibido. Aunque ninguno de los dos era muy viable. Diam había demostrado no tener mucho interés por aquella gigantesca construcción de roca sólida, e incluso había dejado en claro su repulsión por el bosque prohibido. Era entendible. Su raza caminaba por bosques puros, seguros, lleno de luz y una energía pacifica irrepetible. Que ella ahora estuviera en un bosque oscuro, peligroso y con abundante magia negativa era casi imposible.

Dumbledore pensaba mientras la buscaba, y pronto se encontró a Snape y Lupin, intercambiando las pocas palabras que el pocionista le permitía.

- ¿Alguno de ustedes vio a Diam?- Preguntó el director, con tono cansado.

- No- Dictaminó Remus mientras Severus negaba levemente con la cabeza.

- Deberías atártela a la cintura para no perderla- Dijo el ex mortífago, sarcásticamente- Y de paso, colocarle un bozal. Por precaución obviamente.

Lupin rió por lo bajo mientras Albus lo miraba como resignado a que Snape jamás aceptaría a un extraño sin antes mofarse de él.

Los tres magos comenzaron a caminar. El director pensando y los otros dos, simplemente esperando a que el anciano decidiera hablar. En su trayecto, atravesaron uno de los patios internos y al terminar de pasarlo, una sombra veloz pasó por encima del techo.

Al instante se pusieron alertas. Podría ser cualquier cosa, por lo que esgrimieron sus varitas y aguardaron un momento. Pocos segundos después, la sombra reapareció, volando tan cerca del techado, que por poco lo roza con la cola. Pero esa cercanía permitió a Dumbledore y Snape, identificar la criatura. Ambos guardaron las varitas, algo mas calmados mientras Remus notaba eso y se confundía un poco.

- ¿Por qué guardan las varitas?- Indagó Lupin.

- Es Diamhair- Aclaró Albus- No es necesaria tanta seguridad.

- Por ahora...- Masculló Severus, por lo bajo.

Los expertos en magia observaron al pesado dragón de escamas negras hacer un círculo en el cielo y bajar suavemente. Pocos instantes antes de tocar suelo, la criatura se volvió marrón y su cuerpo se convirtió totalmente de hojas secas que comenzaron a caer, al tiempo de que Diamhair pisaba suelo en su forma elfica. El montón de hojarascas muertas se disolvieron rápidamente y desaparecieron en la tierra como su hubiesen sido de agua.

Ella miró a los magos de reojo, con pocos ánimos y se detuvo al oír su nombre en boca del anciano.

- Por fin te encuentro Diamhair- Dijo Albus, acercándose- Me preocupaba el hecho de no encontrarte.

- Primus debere cautus enim tu arquus. Non esee ego sua quae petere auxilium (Primero deberías preocuparte por ti mismo. No soy yo la que pidió ayuda)- Gruñó Diam, notando como un mago se acercaba.

- Él es Remus- Lo presentó Dumbledore cuando este se incorporó y luego se dirigió a Lupin- Tu ya sabrás quien es ella...

- Claro- Sonrió el antiguo merodeador mientras extendía su mano para saludarla- Un gusto conocerte.

La elfa miró la mano extendida frente a ella, arqueando una ceja. No se movió en lo mas mínimo, demostrando que le valía poco y nada la educación de ese mago. Luego sus ojos pálidos chocaron con unos negros, que la analizaba mucho más atrás.

Severus notó la agresividad detrás de esos parpados mientras oía al director hablar.

- ¿Dónde pasaste la noche? ¿Pudiste dormir bien?- Preguntó el mago veterano.

- Hic hibernum. Hic melior past indidi abs hac. Itaque non, requiescere pessime. Odisse hoc constans potui ater hic aer (En el invernadero. Es el mejor lugar de aquí. Y no, dormí mal. Detesto esta constante energía negra en el aire)- Siseó ella, frunciendo el seño.

Por suerte para Lupin, él sabía algo de latín, por lo que pudo entender un poco de lo que ella hablaba. Por otro lado, Snape detectó el creciente mal humor en sus sílabas, por lo que sabiamente optó por retirarse. Sin embargo, un pequeño ruido proveniente de una criatura lanuda que corría por un pasillo, lo detuvo.

Era un rechoncho mapache que huía de un alumno rubio de renombrada reputación.

A penas el animal piso el patio interno, Draco, en uno de sus famosos actos de ataque a seres inocentes, esgrimió su varita y lanzó un Expelliarmus con el fin de verlo volar por el aire. Esa había sido una espantosa decisión.

El ataque fue directo al animal, pero una elfa de velocidad descomunal, lo cubrió con su cuerpo, protegiéndolo y recibiendo directamente el impacto.

Sin un rasguño, Diamhair levantó levemente su mirada, con un mapache encogido entre sus piernas, y fijó sus ahora ojos amarillos a aquel alumno de Slytherin. Ella rugió guturalmente, adquiriendo tres veces más masa muscular y aumentando varios centímetros su altura, mostrando los dientes afilados y dando un paso hacia Malfoy. Era una verdadera híbrida. Con su cabello totalmente bordó, era el exacto punto medio entre elfa y dragón.

En un segundo sujetó a Draco por la garganta, levantándolo en el aire y clavando sus largas uñas en su piel mientras rugía ferozmente.

- ¡Diamhair! ¡Cálmate!- Intento serenarla Albus, acercándose y sujetando aquel robusto brazo- ¡Por favor! ¡Basta!

Pero era en vano. Gruñendo furiosa, la elfa seguía sosteniendo al alumno en el aire, firmemente agarrado de su cuello.

Draco comenzó a emitir quejidos mientras pataleaba e intentaba hacer que la soltara, al tiempo en que su cabeza comenzaba a cambiar de tonalidad. A ese paso, en un minuto habría un Slytherin menos en Hogwarts.

Lupin y Snape se acercaron deprisa, uno tratando de abrir sus garras y el pocionista sosteniendo al joven Malfoy, pretendiendo evitar que no colgara completamente de su maltrecho cuello.

- ¡Diam! ¡No lo hagas!- Pidió Dumbledore- Es una vida. No manches tu reputación con una vida joven ¡No podrás entrar a Galia!

La híbrida recordó el hecho de que para su raza, matar alguien menor de lo permitido, era condenarse al exilio. Y fue gracias a esa ley elfica que la pesada mano se abrió, permitiéndole a Draco volver a respirar, medio asfixiado, azul, agitado y aun sujeto por Severus.

Era el inicio del segundo día y ya un mago casi había muerto en manos de Diamhair.

A ese ritmo, Albus temía que en una semana perdiera a un par de inexpertos portadores de magia.

Ádhmharaighe | SSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora