La Estrella Del Equipo (57Kg//125Lb)

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   El sudor corría a través de mis poros. Todos me miraban. Tenía el balón en mis manos, y trataba de moverlo de una manera ágil e inteligente. El Marcador indicaba un empate bastante claro. Tenía un par de minutos para poder terminar con ese empate y llevarme la copa por la que había estado peleando desde el primer año en la preparatoria. La música de la banda de guerra sonaba cada vez más energética. Los gritos de las porristas y de su entrenador se sentían a mi lado. Todos me miraban con atención. Una de las chicas del otro equipo se acercó y trató de arrebatarme el balón. Fue inútil. Ya había hecho una finta. Me acerque lentamente y realice un triple. El balón choco con el tablero, y lentamente se deslizo alrededor del aro. Fue un momento eterno. El balón dio un par de vueltas alrededor de la canasta.

   Vi a mi padre viéndolo todo desde las gradas. Sonreía y gritaba emocionado. Mi madre miraba con una sonrisa emocionada. Puku... ella no estaba ahí. Habíamos peleado esa mañana, todo por un simple chiste que dije de manera involuntaria. Ambas estábamos en la mesa. Como todas las mañanas yo había hecho mi licuado con proteína y con plátano. Era parte de mi dieta atlética, y realmente me estaba ayudando. Había llegado a desarrollar un abdomen marcado, así como mis senos y mi trasero había comenzado a tomar una forma bastante interesante y atractiva. Mi bello rostro resaltaba más en un cuerpo atlético. Era todo lo que muchas chicas gordas y delgadas desearían ser. Era perfecta. En cambio mi hermana, ella era una chica gorda. Esa mañana comía una rebanada de pastel de chocolate y un gigantesco vaso de leche. No le gustaba que le señalaran sus hábitos de comida. No me interesaba mucho. A pesar de que la quería bastante, y de que realmente amaba su forma de ser y el hecho de que fuéramos hermanas... me avergonzaba un poco que la gente la viera en esa forma. De pequeñas ambas éramos gordas, pero parece que ella nunca quiso hacer un cambio. Todos los días parecía verse más gorda de lo habitual. Era vergonzoso. Yo era la chica más popular y linda de la escuela. Ella en cambio... era una perdedora. Me dolía admitirlo, pero lo era. Esa mañana hice un chiste acerca del molesto ruido que su estómago hacía al tomar su leche de chocolate. Se puso furiosa. Me lanzó una caja de servilletas y comenzó a insultarme. Menciono mi falta de interés por su felicidad, y una especie de egocentrismo que ella creía que yo poseía. No era eso. Simplemente no quería tener a una obesa mórbida como hermana. Aún no creó que entrara en esa categoría, pero estaba cerca.

   El balón entro de manera delicada a través de la canasta. Lo había hecho. Había hecho ganar a mi equipo las finales. El reloj sonó. El partido había terminado. Éramos las campeonas de la liga femenil de Basquetbol. Todas las chicas del equipo gritaron emocionadas. El entrenador y las porristas gritaban y reían a lo lejos. La banda de guerra se detuvo a celebrar. Mi padre reía desde las gradas, y mi madre le abrazaba gritando y sonriendo. Pude ver el orgullo en los ojos de ambos. Pude ver como mi padre sentía que haber emigrado desde Japón a California había valido la pena. Mi madre me miraba y saltaba emocionada. Las chicas del equipo me tomaron y me cargaron. Fue un momento de felicidad. Andrea, Jessica, Estefanía, Nancy, y Rebeca. Todas reían y gritaban emocionadas, mientras me cargaban en sus hombros. Me llevaron frente al entrenador, quien me dio un apretón de manos y me felicito. Las porristas se unieron a los gritos de las chicas del equipo.

   - ¡Dobuita! – dijo una voz a lo lejos. Era Daniel. Se acercó a mi sonriente y emocionada le di un gigantesco abrazo. Recargue mis brazos en su cuello, y lentamente nos dimos un pasionado beso. De manera lenta toco mi trasero. Éramos felices. Éramos hermosos – Estuviste asombrosa – di una sonrisa tímida. Ambos recargamos nuestras cabezas y disfrutamos de los gritos de celebración. Lo mire a los ojos. Esos bellos ojos verdes, rodeados de preciosas ojeras. Su mínima musculatura me hacía sentir a salvo cerca de él. Mi belleza le hacía sentir paz interior - Te amo – mis ojos se llenaron de alegría, y le plante un gigantesco beso.

   Mis padres se acercaban a lo lejos. Solté a Daniel, y este se sonrojo al ver a mis padres frente a él. Emocionada me acerque y les di a ambos un gran abrazo. Mi madre aún gritaba de emoción y reía nerviosa. Mi padre salió del abrazo y le dio la mano a Daniel. Era la primera vez que mi padre lo trataba como a otro caballero. Daniel nervioso respondió al saludo de mano, y pronto ambos comenzaron a reír. Quería que Puku estuviera ahí, pero se notaba algo furiosa desde la discusión. Mi madre me abrazó y me dio un beso en la mejilla. Nunca había hecho eso. Mi madre solía ser una fría mujer, a la que le costaba bastante expresar su aprecio y amor por los demás. Pero ese día me había besado. Ese día se mostraba orgullosa. Tras varios años tratando de impresionarla con mis logros académicos y deportivos, lo había logrado. De pequeñas, mi hermana y yo solíamos sentirnos avergonzadas por no ser como nuestra madre. Una bella modelo japonesa con fama nacional y con cientos de premios de concurso de belleza a nivel mundial. Nosotros en cambio éramos unas pequeñas niñas gordas y desproporcionadas. Pero ya no era así. Ahora yo era igual de hermosa que mi madre, y ello lo había reconocido. Estaba orgullosa de mí.

   Mi padre hablaba con el entrenador. Me aleje de mi madre y me acerque a las chicas del equipo. Hablaban de una fiesta. Querían celebrar. Hablaban de ir a tomar a un bar, o de ir a una pizzería. No me podía dar ese lujo. No podía comer. Mi madre no estaría de acuerdo. Pero un poco de alcohol no me haría daño. El alcohol no engorda, a menos que se consuma en exceso. No planeaba emborracharme. No planeaba hacer nada fuera de las reglas que mi familia siempre me había inculcado. Las chicas y yo aceptamos en ir a tomar a un lugar. No planeaba quedarme en casa. Posiblemente terminaría peleándome con Puku, o viendo televisión mientras como alguna cosa ligera. Podría quedarme en casa a hacer ejercicio en la caminadora, pero eso parecía demasiado tras un agotador partido. Una noche afuera no le hace daño a nadie. Además de que podría pasar más tiempo con Daniel. Ya tenía un par de días que no le había visto. Había estado demasiado concentrada en los entrenamientos. Pero una vez más era libre. Podía hacerlo. Podía perder mi virginidad con Daniel.

   Me acerque a mi madre. Le dije que saldría con mis amigas. Mi padre aceptó y dio una sonrisa. Emocionada me dirigí con mis amigas. Fuimos a los vestidores, y nos preparamos para ir a buscar un lugar en donde celebrar. Todas las chicas llamarón a sus pretendientes, o a sus novios. No sería tan incómodo para Daniel, ya que habría más hombres en el lugar. Nos tomamos de la mano y salimos juntos del auditorio. Era de noche. Las estrellas brillaban. Las luces de la ciudad presagiaban una buena noche. Daniel me tomo de la mano. Tomamos taxis, y nos tocó compartir taxi con Rebeca y el chico con el que salía. Rebeca y yo éramos las chicas más lindas del equipo, por lo que constantemente competíamos en diferentes cosas. Pero esa noche había paz. Ella abrazaba a su gordo pero agradable novio, y yo recargaba mi cabeza en Daniel, quien veía la ventana y tarareaba una canción. Era una noche perfecta. No quedaba mucho tiempo para que Daniel y yo tomáramos caminos diferentes. Él quería estudiar en Harvard, y yo ansiaba por mudarme a Alemania. Había conseguido una beca estudiantil en periodismo. La beca no tenía ninguna conexión con los deportes, pero planeaba desempeñarme en el Soccer. Era un deporte que nunca había practicado, pero que realmente captaba mi atención. Alemania era un país perfecto para empezar esto, pero debía alejarme de todo. Puku planeaba estudiar en el mismo lugar que yo, pero aún le quedaba un año para decidirse. Estaría alejada. Estaría desconectada. Pero... podía disfrutar el momento.

   Mi cabeza recargada en Daniel me hacía sentir en paz. Las estrellas lo marcaban. Sería recordada en la escuela. Dobuita Mori. Atleta brillante, una de las chicas más lindas de toda la historia del colegio, y la chica con el cuerpo perfecto. Belleza e Inteligencia. Era todo lo que el mundo quería. O al menos lo era... 

La Atleta (Un Relato Fetichista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora