Entrenamiento Mental: Envidia

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  La competitividad también puede estar involucrada, debajo de todo esto se encuentra una obsesión con nosotros mismos.  

nyon-mongs, sct. klesha; emociones aflictivas. 

  Los textos budistas la clasifican como parte de la hostilidad, como "una emoción perturbadora que se enfoca en los logros de las demás personas", incapacidad de tolerar dichos logros, debido al excesivo apego que tenemos por nuestros propios logros,  o por el respeto que recibimos".

En este contexto, el apego significa que estamos enfocados en algún área de la vida en la que otros han logrado más cosas que nosotros y de la que exageramos los aspectos positivos. En nuestra mente, transformamos esa área en uno de los aspectos más importantes de la vida y basamos en ella nuestro sentido de autoestima. Implica una obsesión excesiva y un apego por el "yo".

  En combinación con la codicia, la envidia conduce a la competitividad. Así, Trungpa Rinpoche habló de la envidia como una emoción perturbadora que nos impulsa a ser altamente competitivos y a trabajar fanáticamente para superar a otros o a nosotros mismos. Está conectada con una acción contundente, llamada "familia del karma". Al tener envidia de lo que los demás han conseguido, nos presionamos a nosotros mismos o presionamos a nuestros subordinados a hacer cada vez más, como en las competencias extremas en los negocios o en los deportes. Por ello, el budismo representa a la envidia con un caballo, el cual compite contra otros debido a la envidia; no puede tolerar que otro caballo corra más rápido.  

  El problema que aborda aquí el budismo es el sentimiento de que "yo" soy especial, el cual subyace a las tres emociones perturbadoras. Si creemos y pensamos que "yo" soy el único que merece hacer algo específico, como salir adelante en la vida, y sentimos envidia de que alguien más tenga éxito, nos volvemos competitivos. Necesitamos superar a la otra persona, incluso si ya somos moderadamente exitosos.   

  El remedio que ofrece el budismo a los problemas y a la infelicidad causada por estos tipos de envidia, competitividad y arrogancia, es tratar la falacia subyacente concerniente al "yo" y al "tú". Necesitamos darnos cuenta de que todos somos iguales y verlos así.  

  Cuando aprendemos a ver a todos como iguales, en términos de la naturaleza búdica y el amor, entonces estamos abiertos para ver cómo relacionarnos con alguien que ha triunfado más que nosotros, o que ha logrado lo que nosotros no hemos podido lograr. Nos regocijamos por su éxito, puesto que queremos que todos sean felices.  

  Estos métodos budistas son extremadamente avanzados y particularmente difíciles de aplicar cuando nuestra envidia y competitividad de surgimiento automático son reforzadas, fortalecidas e, incluso, premiadas por ciertos valores culturales occidentales. Después de todo, a casi todos los niños les gusta ganar de manera automática y lloran cuando pierden. Además, muchas culturas occidentales presentan al capitalismo como la mejor forma natural de una sociedad democrática. 

La sociedad tibetana desaprueba a cualquier persona que deprecie a los demás y que afirme ser mejor que otros. Estos son considerados rasgos negativos de personalidad. De hecho, el primer voto raíz del bodisatva es nunca alabarse a uno mismo ni menospreciar a quienes se encuentran en posiciones inferiores,  por el contrario, cuando hablamos de nosotros mismos, la extrema modestia y decir: "No tengo buenas cualidades; no sé nada" es considerado elogiable. Así pues, la democracia y las campañas políticas, según se practican en la forma occidental común, son totalmente ajenas y no funcionan en la sociedad tibetana.

Incluso el sólo hecho de querer ser candidato para un cargo público se considera como un sospechoso signo de arrogancia y como un móvil no altruista.

  Ganador" y "perdedor" son solo etiquetas mentales.   Si no envidiamos al otro por obtener o recibir algo, quizás podamos aprender cómo hizo para conseguirlo; esto nos permite ver cómo podemos obtenerlo nosotros mismos.

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