¡Corro! Parece que mis pulmones vayan a estallar y mis piernas flaquean sin poder ya sostenerme, pero se que no puedo parar. Aunque no pueda verla, siento su presencia buscándome por los inmensos corredores del castillo con el helado aliento de la muerte rodéandola. No tiene prisa por encontrarme, pues sabe que no puedo escapar. Y yo también lo se...... ¿Por qué entonces prolongo mi sufrimiento?¿Por qué no me entrego a la muerte que sé que me espera? ¡Yo no la maté! Es cierto que estábamos solos en la casa aquella noche y que la daga que atravesaba su pecho cuando encontraron el cadáver había pertenecido a mi familia durante siglos, pero yo no lo hice. No hubiera podido hacerlo. Yo la amaba. Pero entonces, ¿por qué me empeñaba en prolongar mi sufrimiento? Demasiadas preguntas sin respuesta. Demasiado poco tiempo. Perdido en el hilo de los pensamientos que mi mente producía a una velocidad vertiginosa, llegué a un pasillo distinto al resto, pues no estaba plagado de puertas ni pasadizos menores a los lados. Estaba a punto de dejarme caer en el suelo exhausto a esperar mi destino, cuando me percaté de que al final del corredor, había una gran puerta de madera. Con solo una mirada, me bastó para saber que era una mala idea acercarse, pero no tenía otra opción. Lentamente, recorrí el pasillo mientras mi pulso se aceleraba. Lo primero que llamó mi atención sobre la habitación en la que acababa de entrar fue su minúsculo tamaño, muy desproporcionado con el de la puerta. Tan solo se apreciaban una cama cuyo dosel se había desprendido hacía tiempo, una pequeña mesa sobre la que se vislumbraban restos de pergaminos y algún libro y una cómoda atacada por las polillas sobre la que se encontraba un espejo tan cubierto de polvo que seguramnte no podrías ver tu reflejo en él por mucho que te acercaras y un precioso cuchillo bordado con el escudo de la familia de los Borbones. Traté de relajarme por unos instantes, pero tan solo conseguí así que mi mente empezara a pensar como un caballo desbocado. Pensar en ella. Recordé el olor de su pelo, el tacto de su piel, la melodiosidad de su voz, el roce de sus labios....... Gruesas lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas. Estaba tan perdido en mi mente que no me di cuenta de como me había acercado a la cómoda como un autómata..... Me pareció volver a sentirla, volver a verla, volver a amarla. No me estaba percatano de como mi brazo se estaba alargando hacia el cuchillo inconsconscientemente ni de como mi mano se cerraba en torno a su empuñadura..... De repente un golpe retumbó por toda la habitación y un frío helador me envolvío como una manta invisible. Me había encontrado. En ese momento, no lo pude soportar más. Pude ver un par de preciosos ojos verdes mirándome con melancolía antes de que la vida se me escapara y me desplomara en el suelo con el cuchillo aún aferrado. Por lo menos ya nunca tendría que volver a verlos. Por lo menos no me perseguirían nunca más. Nunca. Nunca.........
