Uno de mil reencuentros

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El salón era de un rojo oscuro y tentador, olía a alcohol y cigarrillos. Hombres excitados aullaban y jadeaban ante la vista de las espléndidas piernas frente a ellos, la mujer se deslizó por el tubo hasta caer grácilmente al suelo en una pose provocativa. La música fue desapareciendo y una ola de aplausos libidinosos acalló todo sonido. Era hora que que ella salga, el acto principal, la estrella de la noche. El sordo sonido del vaso de cristal deslizándose por la barra de caoba me hizo apartar la vista del escenario vacío, el barista me veía algo sorprendido, una mujer de alta sociedad, en un club nocturno y con un whisky de veinte años no era algo que veías todos los días

La música regresó, una mezcla de violines sensuales, un riff de piano juguetón y la voz obscena de una mujer. No importa cuantas veces la vea, nunca me deja de asombrar, sus labios rojos, sus piernas tonificadas, su abdomen duro y acogedor; cada parte de ella la había recorrido millones de veces, simplemente no podía cansarme de ella. Su cuerpo se movía junto con la música, como aquella vez cuando fue una estudiante de ballet, o aquella otra vez cuando tomó clases de baile de salón. Los movimientos de su cuerpo me encadenaron al escenario, sus ojos estaban iluminados, llenos de pasión; mis pulmones exhalaron todo el aire que contenía cuando nos miramos, ella parecía confundida ante mi presencia, pero había algo más grande. "Aún me recuerdas". Jihyo se deslizó en el suelo provocativamente, levantando sus glúteos y sonriendo descaradamente, la sangre en mis venas corrió furiosamente cuando noté que seguía con la mirada aún puesta en mi, su sonrisa era para mi. Se montó en el pedazo de metal, sus movimientos fluidos, todos perfectos, mis manos se aferraron al asiento acolchonado, mi garganta estaba seca, mi corazón abrumado por la cantidad de recuerdos. 

_ ¿Te gusta bailar? - Le pregunté, ella asintió aún con la vista en el lago.

_ Es mi pasión, estoy segura que incluso en mis próximas vidas seguiré amando bailar - Ella tenía razón, me dijo lo mismo la primera vez que la conocí - ¿Y tú?

_ ¿Yo?, yo hago de todo supongo, no hay algo que me guste o desagrade en particular.

_ ¿No hay algo que te apasione hacer? - Negué y ella se levantó del banco donde estábamos, tomó mi gélida mano y me mostró su sonrisa más dulce, la más dulce que había visto en mi miserable vida - Entonces encontremos ese algo juntas - Su propuesta era imposible, aniñada.

_ ¿Eso te haría feliz?  - Ella frunció el entrecejo.

_ No me tiene que hacer feliz a mi, te tiene que hacer feliz a ti.

_ ¿Te haría feliz verme feliz? - Reformulé, ella volvió a sonreír tomando mi rostro y juntando nuestras frentes.

_ Por supuesto que me haría feliz, Tzuyu - Entonces acepté, acepté porque, aunque sabía que alguien como yo no merecía la felicidad, si ella era feliz todo estaría bien. 

Los aplausos eran copiosos, tan fuertes e incesantes, la mujer se despidió con una sonrisa traviesa, sus ojos paseando por los míos, como llamándome. Hice pasar el duro alcohol por mi garganta, me levanté y la busqué como otras veces. El club nocturno era concurrido casi exclusivamente por los más acaudalados, eso explicaba los interiores tan ostentosos; las puertas de cerezo iban pasando una a una frente mis ojos hasta dar con la de su camerino, las letras "Jisoo" grabadas en una placa de oro. Un par de toques fueron suficientes para que la fuerte voz de la bailarina me deje entrar. La vislumbré frente al enorme espejo quitándose los aretes, sus ojos me observaron algo sorprendidos.

_ No creí que fueras a venir - Jihyo se acercó a mi, aquellos ojos brillantes me examinaban.

_ No creí que esperaras que viniera - Ella rió ante mi audacia.

Reencuentro eterno (JITZU ONESHOT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora