❁Baile de máscaras

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Entre el gentío, Harry acomodaba sus pantalones que se deslizaban disimuladamente hacia abajo cada vez que caminaba. Agradecía muchísimo el encontrarse en una fiesta lejos de su país natal, disfrazado de mosquetero, logrando camuflar su bochornoso estado de ebriedad.

Había llegado a Italia hace más de un mes y era la primera vez que tenía un pequeño tiempo libre, debía aprovecharlo como se debía: en fiestas anónimas con guapos desconocidos y la intriga de saber si le había acertado a la belleza tras el disfraz.

A lo lejos divisó una delgada y escurridiza sombra que se movía entre la gente, resaltaba en ella su rubia cabellera y su divertida forma de caminar. Su alcoholizado cerebro descifró que si no era Taylor Swift, su guapa y multimillonaria archienemiga, era entonces su ridículo mejor amigo: Niall Horan, golfista profesional. Al cruzar miradas a lo ancho del salón, confirmó que se trataba de Niall, quién le sonrió con ánimo y se acercó a su lado corriendo, chillando y dando pequeños saltos.

—¡Styles!—gritó tomándole del brazo y estrechandolo con fuerzas. —Creí que no volvería a ver tu caro rostro por estos lados.

Harry sonrió. —Con todas las sesiones de Gucci no he tenido tiempo ni para respirar, Horan.

Niall se enlazó de su brazo y caminaron hacia el lado más vacío del amplio, lujoso y antiguo salón al más puro estilo Italiano.

—Debo admitir que te extrañe bastante, Styles. Nadie iba a reírse de mis caídas en mis entrenamientos de golf, era bastante solitario.

—Lo sé, era tu mejor hater y fan—sonrió. El rubio asintió, tomando un sorbo de su trago.

—De todas formas, ¿Por qué estás acá en Verona? Oí que las cosas en Londres estaban algo complicadas.

El rizado asintió. —Sí, mis padres no están del todo conforme con que solo sea un modelo y no trabaje en su empresa.

—Creí que ya habían dejado atrás ese discurso.

Harry se encogió de hombros. —Como si me importara.

Niall rio. —¡Salud por eso!

—¡Salud!

Ambos continuaron conversando bajo las pequeñas luces decorativas, bebiendo y riendo como en los viejos tiempos. Comentaban con cierta burla los disfraces de la gente que pasaba frente a ellos; anticuados, liberales, extravagantes, clásicos y algunos simplemente indescifrables, como la pareja de Niall, Shawn, quién llegó disfrazado de arcoiris. El muchacho se acercó con la mejor sonrisa, mientras Niall se hundía más y más en su asiento.

—Buena elección, Shawn—elogió Harry, claramente burlándose de su mejor amigo. Indirecta que Shawn no captó.

—¡Gracias, Harry! Sabía que era una buena idea venir tal como me siento, colorido y brillante.

—Y gay—finalizó Niall, buscando entre su chaqueta un antifaz. —Ten, no te lo quites en toda la noche ¿Si, bebé?

Shawn recibió el antifaz y asintió con obediencia. —Está bien, bebé. Ahora, vamos a bailar.

Niall le sonrió con ternura y tomó su mano con firmeza. —Dejemos a Harry aquí solo, a ver si encuentra a su Romeo.

Harry solo le mostró el dedo del medio y se ajustó el antifaz. No estaba de ánimos para coquetear con absolutamente nadie, solo quería distraer su mente de dramas y conflictos. Quería paz y armonía, no un estúpido que tomase veneno por él, o que se enterrara una espada en el corazón. Como odiaba esa historia sosa y poco realista, ¿Enamorarse a tal punto de morir por la otra persona, en solo 3 días? Si, claro. William Shakespeare era un iluso con buenas y trágicas ideas.

Pudrete Shakespeare. //larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora