Son las siete de la mañana. Lo miré, él estaba sentado frente a mi leyendo el periódico, note que ya no usa lentes de contacto, ahora prefiere las monturas metálicas, la tinta en sus tatuajes se estaba borrando y de a poquito, sus cabellos comienzan a tornarse plateados. Sus pecas se han extendido hasta su cuello, y desde hace algún tiempo comenzó a usar camisas blancas de botón.
“Las mariposas en el estómago ya no son suficientes. Se convierten en permanentes preocupaciones, mirar las estrellas mientras comentamos inseguridades ya no es divertido, ahora se siente cálido e íntimo. Hay más lágrimas, pero, ya no las puedes esconder.
Menos abrazos, menos manitas sudadas, mas besos apasionados bajo las sabanas, los días se vuelven largos, rutinarios, cómodos, complicados y fáciles a la vez. Los celos no son tan frecuentes, no cesan las preguntas incomodas, que ya no parecen extrañas.”
Solíamos esperar con ansias los fines de semana para vernos en el porche de su casa, ahora, todas las noches, yo duermo en el lado izquierdo de la cama, frente a la pared, a veces me abraza mientras duerme, en ocasiones, siquiera me percato de su presencia en el dormitorio.
Mi primer día de pasantías universitarias, también su primera semana de pasantías, (en diferentes empresas, ambas en distintos polos de la ciudad), justo a las doce del mediodía, llego con un par de pedazos de pizza y un botellón de refresco de cola, mi favorito. Estaba muy sudado, sé que le costó llegar, no tenía automóvil.
Aumente algunos kilos desde aquellos años en los que andábamos con mochilas por toda la ciudad viendo de que nos podíamos reír, comiendo chicles y fumando cigarrillos mentolados. Ya no tengo el mismo abdomen plano en el que apoyaba su cabeza, acostados, mirando películas antiguas en su cuarto cuando sus papas no estaban.
Volví a mirarlo fijamente, «no se ha dado cuenta», levanta la taza de café, sus manos están desgastadas, antes no se veían así, «tomo un sorbo», recuerdo que no le gustaba el café, ahora no puede estar más de 4 horas sin una taza, trabaja muchas horas, cuando lo conocí, tenía planes muy sencillos para volverse millonario en unos pocos años, planes muy malos, que nunca llevo a cabo.
“El olor de su desodorante es característico, agradable, se reconocerlo en cualquier parte. Ya no volverán los nervios, las sorpresas. Característico y especial el olor de su piel”
Cuando nos enteramos que íbamos a ser padres, me cargo por toda su calle le dijimos a nuestros amigos, ambos extasiados en emoción, ver a nuestro bebe crecer dentro de mí, verlo volverse un niño confundido, luego un adolescente introvertido, ahora es un hombre muy racional.
Recuerdo cuando nos conocimos. A las pocas semanas de ser amigos, le toco limpiar mis lágrimas, había roto la relación con mi primer gran amor, mi primer todo, le conté con detalles, no me juzgo, me entendió, trato de levantarme el ánimo, en ese momento me di cuenta, que quería a esa persona en mi vida por siempre, no como novio, mucho menos esposo, como un buen amigo.
Negué mucho tiempo lo que sentía por él, muchos parecían darse cuenta de ello, lo negaba porque no quería enamorarme del “chico inmaduro”, quizás no estaba en negación, es posible que ciertamente no sintiera nada. Abrazarlo mientras sufría, cuidarlo mientras volaba, aconsejarlo cuando estaba presto a escucharme, parecía estar cayendo en el patrón de todas mis relaciones anteriores, sin ser pareja, éramos apoyo.
“La primera vez que lo engañe fue en venganza de una traición suya, mala movida de mi parte. Volví a ese primer chico con una botella de ron en mi mochila y una cajeta de cigarrillos, escuchamos la banda sonora de “El Graduado”, mientras hacíamos el amor en su carro. Al día siguiente llegue a casa de mi novio, con el delineador chorreado por todo mi rostro de tanto llorar ¿Qué hiciste? – Me acosté con él. Tan bien me conoce, que no necesite darle más detalles, decidimos dejar todo aquello atrás, me pidió que me casara con él esa misma noche, le dije que no.
Volví a su casa el siguiente sábado, cuando había procesado mi culpa, le dije: Acepto, si más nunca se habla de lo que hicimos este año. Trato hecho, respondió.”
Lentamente baja el periódico, me mira fijamente, nos reímos, muy fuerte, como en aquellos años de juventud. Se levantó de la silla, me toma de la mano, acaricia mi cabello, cuando cierro mis ojos para sentir el momento, me besa. Las mariposas, los abrazos, los cigarrillos, las películas, los amigos, las estrellas, volar, los años, nuestro hijo, las traiciones, el sexo, los cambios, y nosotros.
Fui yo misma, sigo siendo una versión más sabia de mi esencia original, nunca sentí la necesidad de ser diferente con él, al contrario, me sentía viva. Y es exactamente eso, no es sentir, porque las emociones duran poco, es vivirnos, a nuestro modo. Al menos eso creo, eso creemos.
Yo lo amo, con toda mi vida, y él me ama con la suya.