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Los ojos del ave que pertenece a la especie de rapaces nocturnas se iluminaron por un fuego intenso, se trataba de una lámpara de la ciudad Atenas. El búho voló lejos de la presencia que lo iluminaba, no dejaría que lo atrapara el humano que se ponía pieles de sus víctimas encima de su piel para cubrirse del frío.

Huir se estaba haciendo recurrente en este ambiente. Todos los animales huían del mamífero que se paraba en dos patas o como a ellos le gusta llamarlas... Piernas.

Solo los más osados carnívoros tenían la valentía para acercarse a ellos, pero tristemente siempre acababan asesinados por las armas... Es una pena.

El búho se posó en la casa de Atenea, su cuidadora. Atenea lo llamó por el nombre que le había adoptado.

— ¡Antulio! — llamó Atenea. La chica humana era muy hermosa e inteligente.

Antulio se acercó y le echó un vistazo, ella estaba observando el horizonte desde la colina en la que vivía.

— ¿Sí? — preguntó Antulio. No era simple casualidad que Atenea cuidara a Antulio, Atenea hablaba con Antulio y escuchaba sus reflexiones, sus pensamientos e ideas.

— Antulio, ¿Estás preocupado? — le preguntó Atenea, ella era capaz de lograr cosas, ella es la reina de esa ciudad y de esa nación.

— Sí, realmente... ¿Puedes pedirle a tu especie que deje de cazarnos e invitarlos a conversar? Es que, si de verdad escuchas lo que tiene que decir cada ser, te lo pensarías mejor antes de asesinarlo... — pidió Antulio con poca seguridad, pensaba en su esposa Elaine, una hermosa lechuza que también la cuidaba Atenea.

— Lo prometo, no dejaré que cacen más búhos ni animales sin necesidad — prometió Atenea, el amor que sentía por el animal era único y hermoso, un amor que trasciende la especie, el tiempo y el espacio.

...

— ¿Sabes? Siempre pensé que el mundo era violento, pero desde que te conocí Atenea. Mi punto de vista ha cambiado, el mundo es violento, pero es porque no permitimos el diálogo entre nuestras especies. Además, es muy satisfactorio hablar y compartir conocimientos contigo — dijo el pequeño búho.

— A mí también, Antulio. Tienes un alma increíble para ser un búho — dijo Atenea admirando los grandes ojos del búho que miraba a la metrópolis desde la colina. Luego del comentario Antulio miró a Atenea y sintió que lo subestiman por ser un búho.

— No necesito ser un humano para entender que el mundo podría ser mejor, bueno ningún animal necesita ser humano para entender eso. Es algo que sabemos, pero ignoramos por otras cosas más insignificantes y no buscamos solución... — dijo molesto Antulio y emprendió el vuelo hacia el bosque.

Artemisa estaba afilando sus flechas de adoquín y siente el pesado vuelo de un búho pequeño, pero imponente.

«Esa será mi primera caza de esta noche» pensó Artemisa

Artemisa no podía comunicarse con los animales, aunque lo intentara, debido a esto llegó a la conclusión de que ellos no piensan, ni sienten. Solamente son animales.

Tensó su arco y le asistió una flecha en el ala derecha. El búho cayó rápidamente y empezó a gritar el nombre de Atenea.

Atenea escuchó el llamado y fue desesperada en su auxilio acompañada de Elaine...

Antulio estaba en el suelo con la fecha clavada y lleno de sangre. Se había roto el pico en la caída.

— Artemisa, ¡NO! — gritó Atenea observando a la arquera con miedo mientras le apuntaba al moribundo búho

— Por favor, no quiero morir, Atenea. — habló Antulio, pero Artemisa solo podía escuchar chillidos... — Cumple tu promesa — Artemisa no pudo aguantar seguir escuchándolo y le disparó en el corazón y el búho chilló hasta que su voz cesó. Murió...

A Atenea se le partió el corazón y quebró en llanto. Elaine se acercó a su compañero sin vida y se acurrucó junto a él hasta que su calor se desvaneció. La pequeña lechuza miró a Atenea y se reflejaron como el agua. Las dos sufrían por la muerte de Antulio.

— Atenea... Por favor, haz algo. No puedo vivir sin él — sollozó Elaine y Atenea no entendía nada, solo podía escuchar su ulular.

Luego de la muerte de Antulio, las especies entre sí dejaron de entenderse.

— No te entiendo, Elaine — respondió asustada Atenea y Artemisa se acercó a ella.

— No puede entenderte, Atenea, es solamente un animal — le aclaró Artemisa en consuelo.

— Aléjate de mí, Asesina — gritó Atenea estaba cansado de las arbitrariedades de Artemisa.

— Son animales que no piensan, no sienten — insistió Artemisa y le asistió una flecha a Elaine en la sien, asesinándola de ipso facto — ¿Ves? Ni si quiera chilló — dijo la arquera ante la incredulidad de Atenea.

Atenea explotó, no podía soportarlo más...

— Sí sienten, y lo sabrás porque cada vez que muera algún animal, sentirás un rayo atravesando tu corazón — Atenea tomo un rayo en su mano y se lo clavó en el corazón a Artemisa. — Tu castigo será que nunca morirás, pero sentirás que te mueres cada vez que alguien realmente muera, ahí apreciarás realmente la vida... — Artemisa convulsionaba en el suelo del alto voltaje.

...

Atenea hace una asamblea y da el siguiente comunicado...

— Declaro que está estrictamente prohibido la caza de animales sin necesidad o por hobby y mucho menos la de los búhos. Los búhos son animales pensantes y filosóficos. El que cace a un animal será detenido y tendrá un determinado castigo — Luego de dar la nueva ley, Atenea abandonó la asamblea y corrió hacia la colina.

Entró en su hogar y puedo desahogar su sufrimiento en su lecho, se jaló el cabello. Recordaba los buenos momentos con Antulio y Elaine... Lloró toda la noche, la semana, los años...

Su sufrimiento fue causado por la única humana que no podía comunicarse con los animales con la corazón frío y calculador. Asesinó a la comunicación, lo que mantenía viva la paz.

La empatía entre especies se perdió, las especies se odiaban entre sí, se asesinaban sin razón a diestra y siniestra. El que ganó esta guerra fue el humano, y fue intocable.

El mundo se convirtió en un lugar frío y lleno de odio, todos descendientes de Artemisa, pero aún existía la esperanza, los descendientes de Atenea, eran personas dulces, que cuidaban a las otras especies, que pensaban y buscaban la solución a este caos, a esta distopía...

Un descendiente indirecto de Atenea, escribió esta historia que el sol de hoy lees. Una historia que pasó de generación en generación.

La solución a esta distopía

ArtemisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora