Acomodé mi corbata una vez más antes de pasar por puerta. Estaba siendo guiado por la directora, una mujer un tanto anciana, de esas que les cuesta mucho darse cuenta de las cosas que pasan todo el tiempo a su alrededor. Nos paramos frente a la multitud de adolescentes, todos charlando y haciendo alboroto, algunos parados y otros sentados jugando a las cartas o usando el celular.
-¡Chicos, chicos! Siéntense, por favor -repetía la directora una y otra vez, con la paciencia de una madre. Una vez que todos se callaron ella continuó-. Este es el señor O'Neill, él será quien hará la suplencia del profesor Brown en el área de literatura. Les pido que lo traten con respeto para que las clases se den de la mejor manera posible -luego se dirigió a mí con una sonrisa que hizo aún más visible las arrugas en su cara-. Le deseo suerte, profesor.
-Muchas gracias directora -le dije, aún manteniendo mi rostro serio.
La mujer salió del aula, cerrando la puerta con el mayor silencio. Caminé hasta el escritorio y apoyé mi bolso en la silla, me quité el saco y arremangué los puños de mi camisa. Me paré frente a la clase y me detuve unos veinte minutos para explicarles las cosas que tendría en cuenta a la hora de evaluarlos. Luego retomé la clase.
-Bien, su profesor me explicó que estaban viendo las tragedias griegas. ¿Quién puede decirme que es una tragedia?
Nadie se molestó levantar la mano ni contestar. Eso era señal de que esto iba a ponerse muy lento, tonto y aburrido. ¡Cómo odio a los adolescentes! ¡Me ponen los nervios de punta!
-¿No?¿Nadie sabe? Entonces, ¿alguno sabe en dónde surgieron las tragedias griegas?
El aula permaneció en silencio. ¿En verdad?¿Esto es una broma, cierto?
-En Grecia. Las tragedias griegas surgieron en Grecia. Bueno, creo que debo empezar el tema desde cero, ya que no tienen ni idea.
Esto se estaba volviendo verdaderamente fastidioso. Como una maldita pesadilla.
...
La clase terminó y apenas si pude introducirlos un poco en el tema. Será muy duro este año.
Cuando era pequeño siempre soñé con volverme un adulto y dejar la escuela, pero cuando terminé mis estudios en la preparatoria empecé el profesorado y volví a verme encerrado en este torturador lugar. Mi madre enfermó cuando yo estaba en el último año de la prepa, por eso debí conseguir dinero para su tratamiento, y el modo más fácil y corto era siguiendo esta carrera. Claro que, una vez me recibí comencé a trabajar, pero la enfermedad de mi madre se fue agravando cada vez más rápido y los doctores dijeron que no podrían salvarla aunque les pagara con la gran suma de dinero que había conseguido en tres años de arduo labor. Ella murió pocos meses después de que los médicos de dieran por vencidos con su enfermedad.
Hoy en día sufro cada mañana al despertar y pensar que tengo que dar clases a un grupo de mandriles idiotas y vanidosas zorras cubiertas con una capa de maquillaje del mismo grosor que la puerta del salón de clases.
Me dirigí hasta el estacionamiento y comencé a buscar en mi bolso las llaves del auto. Revisé un buen rato, pero no las encontraba. Entoces escuché a alguien llamándome y volteé para ver quién era.
-¡Señor!¡Señor O'Neill! -era una mujer alta y esbelta, con un dorado pelo lacio que le llegaba hasta la cintura-. Olvidó las llaves de su auto en la sala de profesores.
-Oh, gracias por traermelas. ¿Ya nos habíamos visto antes verdad?
-Sí, durante el receso. Soy Zoe White, profesora de historia. Este es su primer día enseñando en esta escuela, ¿verdad, señor O'Neill?
-Llámame Daniel. Sí, es verdad, es mi primera vez. ¿Qué hay de ti?¿Hace cuánto trabajas aquí?
-Desde que me recibí hace dos años -cada que decía algo evitaba verme a los ojos. Debía de ser tímida.
-Entonces eres relativamente nueva en esto de ser profesora.
-Sí, es cierto -sus mejillas se ruborizaron y agachó un poco un la cabeza-. Pero después de un tiempo uno se termina acostumbrando.
-Oye, ¿no tienes que volver a dar tu clase?
-No, en realidad ya terminó mi turno. Estaba a punto de irme cuando vi que habías olvidado tus llaves.
-¿Vives cerca? Si quieres puedo acercarte a tu casa.
-S-sí, gracias -toda su cara se puso roja.
-Sube.
La llevé hasta su casa que, de hecho, estaba sólo a cuatro cuadras de la escuela. Durante el trayecto mantuvimos un incómodo silencio. Creo que ella estaba un poco nerviosa.
Luego de dejarla en su casa, me dirigí a mi solitario departamento.Ordené algo de comida china y puse algo de música. Luego me dispuse a preparar las tareas que les daría a los alumnos durante las siguientes clases.
Odiaba hacer eso, pero era mi trabajo. Aunque me interesan mucho los temas que se dan en literatura, justamente por eso decidí que si iba a ser profesor tenía que ser de esa materia.Mañana sería otro aburrido y monótono día, trabajando en un lugar donde nadie siente interés por lo que enseño sino en sus insignificantes problemas.
Creo que algún día debería estudiar otra cosa y conseguir un nuevo trabajo donde tenga más oportunidades. Aunque pienso que sería demasiado tiempo perdido volver a estudiar, además estoy cómodo así y gano bien. Ya no sé que hacer de mi vida. Debería conseguirme un pasatiempos, algo en que entretenerme.
ESTÁS LEYENDO
Ya no podré soltarte (yaoi)
RomantikUn profesor de literatura, su alumno y su médico formarán un triángulo amoroso sin fin. Creo que con tanta competencia ya no habrá cabida para la profesora de historia...