la princesa de la calamidad

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En los ojos de Peach saltaba la vergüenza, sentimiento que era casi completamente ahogado por el sentimiento de ira proveniente de la humillación. Sus brazos y piernas estaban cansados y su vestido manchado.

Mientras maldecía, pesados pasos hicieron eco hasta el calabozo y frente a ella, llegó Bowser con porte decoroso.

-¡Hasta que regresaste maldito...! - Sus palabras fueron interrumpidas por la emoción de preocupación al notar al acompañante, no, a la mascota de su captor.

Bowser jalaba una cuerda y unida a ella, estaba un collar de perro con algunos picos adornando. Pero la portadora de dicho collar era nada menos que la princesa Rosalina, quien caminaba a gatas junto a su nuevo amo. Con su ropa rota y su espalda marcada, ella se había vuelto sumisa. Era normal, pues como una princesa, nadie nunca le había puesto una mano encima.

-¿Qué le hiciste? Monstruo.

Bowser rió - Oh, no princesa, ya le explique las cosas, tu provocaste esto ¿No es cierto Rosalina?

La esclava miró a la princesa con tristeza, con miedo y decepción - Peach ¿Qué hiciste?

-Yo... Yo no hice nada, esto no es mi culpa.

El pánico de la princesa fue opacado nuevamente por la risa del dragón - Aunque quieras negar la verdad, tú sabes que eres la culpable. Cada vez que me rechazaste, que rompiste mis regalos, pero me dabas alas dejándome ir, cada vez que jugaste conmigo porque te parecía entretenido ese estúpido juego que tenía con el plomero, nos llevaste en esta dirección.

Ahora, prepárate para cumplir tu promesa -

Bowser se puso la corona y una luz lo cubrió de pies a cabeza. Su cuerpo se alteró, de cabello rubio y su mirada cambió.

A partir de ese momento, Bowser había desaparecido y Bowsette nació.

-¿Qué? - Musitó la cautiva con desconcierto, Bowser ya no era feo.

Con un busto prominente y un trasero acorde, cintura esbelta y una piel brillante, Bowsette era hermosa en su forma completa. Su mirada siniestra, acompañada de las muñequeras y el collar de picos, solo la complementaban para darle a su apariencia, una belleza salvaje.

Bowser reía y Peach gemia con miedo, no por su promesa, si no porque la situación era algo que ya no entendía - ¿Te volviste loco? ¿Cambiaste tu aspecto, tu sexo... Tu persona por mí?

-No seas idiota, no eres tan especial, ya no, sin embargo, hubo algo que entendí de nuestra anterior conversación y es que la belleza domina al mundo.

No importan tus riquezas ni tus territorios, ni siquiera tu poder Bélico, si eres un monstruo, la gente te repudiará, pero la belleza es algo que conquista solo por existir y con belleza me apoderaré del mundo - Cuando terminó de hablar, un sirviente tortuga llevó hasta Bowsette un atuendo negro. Se trataba de un leotardo que se ajustaría a su nuevo cuerpo, resaltaría su belleza y se acomodaría al pequeño caparazón en su espalda baja y a su cola dragoniana.

-Puede que tu cuerpo haya cambiado, pero sigues siendo el mismo monstruo horrible de siempre.

-Veamos si es verdad...

-Alto allí Bow... ¿Dónde está Bowser? - Luego de que la nueva princesa terminó de vestirse, Mario llegó, luciendo su traje rojo y su overol. Debido a su viaje, no sabía lo que había pasado con su hermano.

-Mario, que bueno que...

Bowsette tapó la boca de Peach y habló en su lugar - Lo siento Mario, Bowser está en otro castillo.

-Entendido - Mario miró a las 3 princesas en la habitación y se retiró - Me encargaré de ese monstruo.

-Ti héroe no es muy listo.

-¿Qué esperabas de un plomero? - Se quejó Peach cuando descubrieron su boca - Es por eso que jamás saldría con el.

-¿Qué? Pensé que ustedes tenían algo.

La cautiva se burló -Por supuesto que no, el no tiene aspiraciones ni estudios, no tiene territorios ni riquezas, es decir, yo soy una princesa ¿Cómo podría salir con un plomero idiota?

Lo que ni Peach ni Bowser sabían, es que Mario no era tan idiota, luego de irse, regresó al darse cuenta de que algo había mal. Regresó a tiempo para escuchar desde la entrada las últimas palabras de su princesa.

-Mario no es idiota - Con esas palabras, tiró su gorra al piso y salió del lugar sin ser notado.

-Ahora princesa ¿Lista para ser sumisa?

-Jamás me rendiré ante ti.

Bowsette besó a Peach, no te preocupes, haré que cumplas tu promesa - Tronó los dedos y un látigo llego a su mano - Rosalina, de pie - Puso el látigo en manos de su mascota - Has que se rinda - Y arrancó la ropa de la cautiva.

Peach gritó antes de suplicar - No, por favor Rosalina, somos amigas, no hagas esto.

Rosalina miró el látigo de forma complicada antes de dirigir la vista hacia su amiga - Lo siento Princesa - Y el látigo sonó, partiendo el aire con audacia antes de caer sobre la blanca piel de la chica, dejado en su lugar, solo una marca rosa.

Bowsette rió nuevamente - Más fuerte, más fuerte que esto es divertido.

-Si, maestra.

Rosalina golpeó de nuevo.

El látigo iba y venía, golpe tras golpe sonaba y grito tras grito resonaba. Los calabozos se llenaron de sollozos y en la piedra labrada caían las lágrimas de una princesa derrotada. Pero el castigo no terminaba, ella rogaba y los golpes no cesaban.

Rosalina también estaba cansada, la fuerza de su ataque había mermado, sin embargo, la piel ahora sensible de Peach mantenía el dolor tan agudo como cuando recibió el primer golpe.

-Ahora Rosalina, Mushrom kingdom no te aceptará después de lo que le hiciste a su princesa, eres una criminal como lo soy yo - Bowsette la tomó del hombro y habló - Eres un caso perdido para ellos, pero para mí, sigues siendo valiosa, así que ¿buscarás el perdón de los que te rechazan o te unirás a mi causa y tomaras tu lugar con fuerza?

Rosalina lo entendía, ya no había vuelta atrás después de lo que hizo - Yo... Te seguiré desde ahora, maestra.

-Perfecto - Los labios de Bowsette se curaron en una sonrisa y robó el primer beso de la antigua princesa, quien con gusto, la aceptó entre sus labios.

Tras aquella promesa, la Princesa de la calamidad se acercó a la cautiva, desnuda y golpeada, los picos color rosa en su pecho subían y bajaban debido a su respiración pesada, la cual sólo aumentó por el sentimiento de terror que la invadió cuando su captora se aproximó.

-Por favor, por favor ya no - Se orinó encima del terror. El líquido amarillo se deslizó por sus piernas y sus ojos soltaban tantas lágrimas que se le hacia difícil mirar.

Bowsette soltó las cadenas de sus muñecas, dejándola caer al piso con violencia.

-Por favor, no.

-Lo pensaré si lo besas - Bowsette acercó su delicado pie al rostro de su mascota, quien lo abrazó entre sus manos y comenzó a la era y a besar.

-Grábate esto a partir de este momento, desde ahora y siempre, eres mi perra.

-Si - Dijo la ex princesa con miedo.

-Me perteneces.

-Si, soy su perra, ama - Aunque no completamente, la nueva perra ya se estaba rompiendo.

Bowsette, la princesa del mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora