Capítulo VI

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Helga al inicio no sabía que estaba ocurriendo. Ni siquiera en qué momento se había quedado dormida. En su vida se había imaginado que pudiese preocuparse tanto por problemas de otras personas ¿Acaso Arnold la estaba influenciando de alguna manera? Lo que estaba segura, por la manera en que el sol estaba colándose por entre las cortinas, es que apenas había dormido unas pocas horas, pero el sonido de la casa, ya extremadamente activa, no le permitía volver con el tan seductor y acaparador Morfeo. Era casi instintivo, como un pulso que la jalaba a levantarse de golpe y mirar hacia el armario para cambiarse.

Porque estaba en la casa del Almirante. Ella necesitaba prepararse.

- ¿Buenos días...? –murmuró Arnold, rascándose la cabeza, aunque la chica pudo jurar que las ojeras que él tenía no deberían ser tan obvias.

- Necesito... -Helga apoyó su pie sobre la cama y se impulsó hacia afuera, intentando saltar sobre Arnold.

Y lográndolo a medias. Porque, si, logró saltar encima de él, pero su pie se apoyó en el borde de la cama, sobre las sábanas, haciéndola deslizarse y salir impulsada hacia adelante. Mientras Helga se golpeaba la mandíbula en el suelo y se mordía la lengua en el acto, pudo jurar que... Así debía saludar Supergirl a la mañana.

¡Y a quién le dijera lo contrario lo mataría!

- ¿Estás bien? –preguntó el chico, lanzándose de la cama e increíblemente lográndolo con mejor estilo, cayendo junto a ella, arrodillándose a su altura y ayudándola a incorporarse ¿Desde cuándo la grácil criatura era él y no ella? Maldita sea...

- Egto... -la chica se detuvo y frunció el ceño mientras abría y cerraba la boca, chasqueando la lengua.

...y una gota de sangre cayó en la mejilla de Arnold.

- Megda... -masculló, frunciendo el ceño.

- Te mordiste la lengua. –comentó él, sabiendo que ni un "disculpa" saldría de esa boca carmesí pintada de sangre.

- Nogh.... –dijo ella sarcástica, tocándose la lengua con los dedos de la manera menos femenina posible y confirmando que si... eso era sangre- Tego quegh vegtidme –lo empujó a un lado y se incorporó.

- ¿Tienes que vestirte? –preguntó él, esperando haber adivinado bien, Helga asintió- ¿Para qué?

- Egtrenamiegto. –fue todo lo que dijo ella, mientras se metía en unos pantalones deportivos rosa y un top blanco, recogiéndose el cabello a la maldita sea.

- Pero tu lengua...

- Agh dabo cogh mi legua. –mascullo ella, sin sonar tan amenazante como hubiese deseado. Porque eso estaba muy lejos de ser "Al diablo con mi lengua".

Helga tragó, sintiendo el sabor a metal oxidado. Aunque también pensó que ella no era el tipo de persona que se la pasaba dándole lamidas a los metales, así que ¿Cómo iba a saber que la sangre sabía a eso? En realidad era casi irónica esa referencia viniendo de ella. Pero eso no importaba porque ya eran las siete de la mañana, sus divagaciones penas le daban tiempo.

Así que salió de la habitación, sintiendo a sus espaldas a Arnold vistiéndose apresuradamente. Por supuesto, él no quería ir en bóxer por casa ajena. Aunque sería extremadamente gracioso ver la cara del Almirante si lo veía así. Lamentablemente la decencia pudo más que la curiosidad de Helga y caminó hacia la puerta del frente, abriéndola repentinamente.

El cuarto de Gretel tenía paredes color carmesí y blanco, su cama era principesca, con sus propias cortinas que cerraba a la hora de dormir y estaba llena de libreros con películas, videojuegos, historietas y libros, centrados todos en el tema de horror.

Cacería «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora