Capítulo 1

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- Abuela, ¿ de verdad tenemos que ir ? - Pregunto por cuarta vez hoy.

- Sabes que sí cielo. Estas fiestas no se dan todos los días.

Observo el rostro cariñoso de mi abuela en el espejo mientras termina de peinar mi larga cabellera rubia. Intenta hacerme un recogido, pero mi pelo liso le complica bastante sus propósitos.

Nunca me han gustado esta clase de eventos, pero por el status de mi familia es más bien una obligación. Somos nobles no muy notorios, pero el título prevalece. Muchas veces me he preguntado como una familia humana llegó a tener tal puesto en la sociedad. Normalmente sólo los vampiros lo hacen.

- Creo que lo he conseguido.- Dice retirando las manos de mi cabeza lentamente.

Por primera vez en el día de hoy, me fijo en mi rostro, que sigue inmutable tras algunos años. Mi piel muy blanca, mi rostro ovalado, mis grandes ojos marrones acentuados por el espesor de mis oscuras pestañas, mis cejas un poco anchas, las cuales mi flequillo de lado tapan un poco y mis labios con su tono rojo de siempre.

Nunca me ha gustado verme la cara, aunque esté maquillada por lo que desvío la mirada con rapidez a mi pelo ahora recogido en un elaborado y bonito recogido.

-¿Te gusta?-pregunta mi abuela.

-Me encanta, muchas gracias.

-Anda, ve a vestirte, ya mismo es la hora de irnos.

Me pongo el vestido, y unos zapatos a juego. Entonces me doy el capricho de mirarme otra vez en el espejo.

Es un vestido precioso, de alguna manera siento que no soy digna de llevarlo puesto. Es negro, un color que en mí destaca bastante debido a mi color tan pálido de piel. Da la ilusión de ser un palabra de honor, pero una tela transparente, hace que sea de tirantes y con un escote pequeño. Sobre esta tela, y la demás del vestido, van flores un poco dispersas hechas de encaje y una tela brillante. Es un vestido largo, por lo que me permito unos sobrios y cómodos, repito; cómodos zapatos negros de tacón lisos. Giro un poco y me veo la parte trasera, el precioso recogido de mi abuela, y la espalda cubierta de tela transparente y flores, hasta llegar a la cintura y acabando en pico. Toco el material, es tul, muy fino. Siempre debemos tirar la casa por la ventana para esta fecha del año, aunque mi gama de colores no haya sido nunca muy amplia. Casi todos los vestido que tengo para el 12 de noviembre son negros. Sin contar algún que otro blanco. El de este año tiene un talle sobre el ombligo, y una caída recta. Es precioso, pero seguro que otra persona lo luciría mejor que yo.

Salgo de mi habitación y me dirijo a la de mi abuela, que junto a mi abuelo, está dándose los últimos retoques. Ya están vestidos. Mi abuelo con un elegante traje gris, una camisa lila y una corbata azul marino con rayas grises. Y mi abuela, está magnífica, lleva un vestido largo rojo con manga francesa. Escote de pico, fruncido bajo el escote, acentuando su cintura. Toda la parte superior va cubierta de encaje negro muy fino. El resto es liso. Va maquillada ligeramente, como siempre. Sus labios marrón cobrizo y su sombra de ojos oscura.

Por último, y esencial para salir por la puerta de casa, mi abuela se echa encima medio bote de perfume.

-Bien; vámonos. -dice mi abuelo.

Ya abajo, nos espera el chófer familiar en nuestro coche.

Ya sabe a donde vamos, es todos los años igual. Mientras que mis abuelos charlan de un tema que la verdad, no me importa mucho. Miro el naranja cielo del atardecer, para cuando lleguemos ya habrá anochecido.

Y bueno, os estaréis preguntando: ¿para qué tanto arreglarse, o a donde vamos? Bien, nos dirigimos a la fiesta del año. Al cumpleaños del rey del mundo; literalmente.

Déjame irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora