Capítulo 1

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"Todo inicia, todo es posible"

Comenzó a los diez años, Laura visitaba la isla por primera vez junto a su familia, en uno de los recorridos a la playa lo vio junto a sus dos hermanos, su atención quedó capturada por Fernando, un chico de piel de porcelana y ojos color jazmín.
Los días transcurrían y Laura se preguntaba si el universo permitiría que sus caminos se cruzaran en aquel pequeño lugar.
Un día decidió dejar todo su miedo atrás y tomar la iniciativa. Abrió la puerta y le gritó a su madre que iría a tomar aire. En el camino ensayaba que decir, deseaba tener la facilidad del habla, pero lamentablemente no contaba con ese don.
Llegó al pequeño puerto y se sentó en una gran roca para poder descansar y pensar con claridad.

- Hola - una voz más aguda que la de ella la saludó sacándola de su agonizante meditación

Hola - respondió en voz baja
Se trataba de la hermana menor del chico que la había dejado perpleja ¿Cómo sabía que es su hermana? En los días anteriores había estado investigando un poco sobre ese joven, no le enorgullecía admitir eso, pero debía ser sincera

- Me llamo Susana ¿Y tú? ¿Eres nueva? Creo que te vi hace días llegar y luego sólo te he visto cuando vas a comprar - la chica parecía tener mucha confianza, puesto que se sentó junto a Laura y la miró expectante a que le contara todo.

Aclaró su voz aún consternada - Soy Laura, llegué hace dos semanas con mi familia, vinimos a conocer la isla, somos de San Justino - detalló a la desconocida/conocida por primera vez

No tenía los ojos de su hermano, más bien, los de ella eran ámbar, casi dorados, las pecas estaban esparcidas por su rostro, siendo casi cubiertas por el cabello rojizo que movía el viento hacia su cara

- Vienes de un lugar lejano - pareció meditar

- Unas seis horas en auto - contrario Laura, la constancia a largos viajes en carretera la habían acostumbrado a distancias más extensas que seis horas

- No creo poder aguantar seis horas en auto

- No es tan malo como suena, si llevas lo que necesitas no será tan tedioso - se encogió de hombros

- Quizás - frotó su barbilla - Muy bien, vámonos - de un salto se bajó

- ¿A dónde? - la personalidad tan libre de Susana no la dejaba de sorprender

- Con mis hermanos - habló con obviedad a lo cual Laura frunció el ceño

- ¿Por qué iría con ellos? - su respiración se había vuelto nerviosa y las palmas de las manos le comenzaron a sudar frío

- Porque no los conoces y necesitas amigos - dio media vuelta y comenzó a caminar

Laura no sabía que hacer, había estado días pensando como acercarse a Fernando, pero cuando el miedo y la vergüenza la superaron, sólo decidió que sería un crush de verano.

El piso rocoso hacía que Laura se resbalara de vez en cuando, aunque estuviese acostumbrada a hacer alpinismo con su hermano, los nervios le jugaban una mala pasada. Llegaron a una zona en donde el mar abierto permitía a los lugareños darse un buen chapuzón matutino, le pareció un lugar mágico. Siguió los pasos de Susana hasta que se toparon de lleno con una enorme roca, detrás de ella se oían risas masculinas. Laura suspiró hondamente y se dijo que dejaría la timidez en San Justino, aquí ella no sería la chica tras los libros, sería la chica que ella describía en ellos.

- Hey bobos - saludó a sus hermanos Susana y le hizo señas para que se acercara - ella es mi nueva amiga Laura, viene de San Justino, Laura, ellos son mi hermanos mayores, Carson el moreno y Fernando el que está con la sudadera azul.

Fernando, tan sólo el oír su nombre hacia que su estómago se hiciera un nudo, Fernando, Fernando, parecía que cada vez era más hermoso pronunciarlo, él parecía curioso de su llegada, la observaba sonriendo amable y esperando una respuesta igual que los demás.

- Hola - fue lo único que logró pronunciar, quizás se debía a los nervios o sólo al hecho de que Susana había dicho absolutamente todo lo importante.

- Puedes sentarte - Carson le señaló un lugar junto a su hermano

Controló su respiración disimuladamente, se secó las manos en los jeans y tomó asiento un tanto lejos de donde le habían dicho.

- Acercate, no te golpeare - bromeó Fernando y palmeó la manta junto a él

- Claro - rió incómoda y se movió más cerca

- Y bien ¿Qué hacían? - rompió el silencio Susana

- Fernando decía que no soy capaz de nadar hasta la barcaza y volver, todo en cinco minutos - respondió Carson

- Es porque no puedes - Fernando negó con la cabeza divertido

- Claro que puedo ¿Verdad Laura? - la pregunta de Carson desvío las miradas hacia ella

- Eh... - muy bien, el pánico estaba volviendo una vez más - yo opino que si tu crees que puedes hacerlo, lo harás - pero Laura decidió mandar el pánico al sótano

- Me agrada - Carson le dijo a Susana a lo cual todos rieron.

La tarde se basó en juegos, risas y una que otra mirada entre Fernando y Laura. Al caer la noche él se ofreció a acompañarla a su casa y le dijo que pasaría por ella temprano.

Los días transcurrían y con ellos el verano llegaba a su fin, Laura sabía desde el inicio que su tiempo junto a los chicos era limitado, y aunque diariamente disfrutaba al máximo, no paraba de pensar que el tiempo corría muy rápido. El inevitable final llegó y - junto con él - una de las despedidas más dolorosas que tendría. No quería marcharse, no quería volver a ser la chica escondida tras el casillero, no quería volver a pasar sus tardes encerrada en su cuarto. Ese verano le había enseñado mucho, se dio cuenta de que podía ser ella misma y ser aceptada, que no debía temer a nuevas aventuras y que no todos quieren burlarse de ella, tan sólo falta arriesgarse de vez en cuando.
Aquella tarde Laura se despidió y con ella se fue un sentimiento de anhelo, deseaba volver con ellos. Acordaron mantenerse en contacto y volver a verse muy pronto. Cerró su bolso y abrazó a sus amigos prometiendo regresar.

La Isla de los recuerdos (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora