parte única.

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×Contenido sexuales con detalles. si no te gusta leer smut no sigas.
×Se recomienda leer a mayores de 18, si sos menor y lees, yo no me hago cargo de traumas ni quejas. avisado.

*

La única razón por la que se hallaba fuera de su casa, donde el frío le calaba los huesos y la nieve tapizaba las calles de Bariloche, era la esperanza de ver llegar a la distancia a su amigo. Aquel que le miraba con la profundidad de sus ojos cristalinos y que le sonreía con la candidez de sus labios.
Esos labios que en algún momento de sus sueños logró besar por escasos segundos.
Veía el atardecer grisáceo apagarse con lentitud y sentía el viento gélido golpearle las mejillas.
Percibía como la temperatura del ambiente descendía considerablemente y la figura esperada no aparecía. Podría aguardar horas, no le importaba, incluso días si él se lo pedía, pero la ansiedad que esa espera le generaba lo enloquecía.
Eran amigos desde siempre, se conocían inclusive antes de nacer. Se criaron y crecieron juntos. Se habían visto en las facetas más vergonzosas y compartían confidencias de travesuras que nunca revelaron. Lo sabían todo el uno del otro. Toda clase de detalles que para la mayoría pasaba desapercibido. Gabriel sabía que dentro de la mirada marrón de su amigo se ocultaban muchos temores
que no decía. Los ocultaba de las personas, pero él leía claramente cada uno de ellos y los interpretaba de la mejor manera que podía. Renato era un enigma que a pesar que podía descifrarlo con facilidad no conseguía darle un sentido racional.
La espesa neblina que comenzaba a inundar el aire le dificultaba la visión, haciéndole ver sombras amorfas en la lejanía. Pero se esforzaba en distinguir cada una de las cosas que le llamaban la atención, como aquel árbol de ramas quebradas que se meneaban junto al viento en una danza hipnotizante y esa vieja cabaña que amenazaba con derrumbarse de un momento a otro. ¿Cuánto
tiempo pasaría antes de verla caer?
Juntó sus manos y las refregó con rapidez en un vano intento por calentarlas, con cada exhalación
veía el vapor caliente salir de su boca y se encogió sobre sí mismo buscando retener la calidez de su cuerpo. Se mordió el labio inferior con impaciencia y merodeó por los alrededores buscando
distraerse.
Caminó a pasos cortos por la nieve, sintiendo como de a poco esta iba humedeciendo sus zapatos
y parte de su pantalón, dificultándole las pisadas. Siguió su camino sin prestar mucha atención a su alrededor. Hace más de hora y media que Renato lo había citado en ese sitio baldío y aun no llegaba.
¿Le habría pasado algo?
Desechó la idea de inmediato. No pensaría en nada malo que le pudiera haber pasado al menor.
No soportaría, bajo ningún concepto, que esos pensamientos taladraran su mente. Nunca.
Detuvo su andar y fijó su vista al frente, donde la nebulosa obstaculizaba su vista, y notó el manto negruzco que cubría ya toda la cuidad de Bariloche. La noche estaba espléndida, hermosa. Las estrellas se hacían notar aun por sobre la neblina y titilaban con emoción en el cielo. ¿Renato estaría viendo lo mismo que él?
Se sonrió al recordar las veces que habían visto juntos el cielo desde el techo de la casa del pequeño,
tomados de las manos y en un silencio acogedor, disfrutando de la compañía del otro sin querer romper aquel instante mágico que creaban cada que tenían la posibilidad. Gabriel quería a Renato y Renato quería a Gabriel, pero ¿hasta que punto llegaba el amor que se tenían?
Suspiró con frustración. Estaba helando cada vez más y Quattordio no daba luces de vida.
Probablemente se habría atrasado en casa o se detuvo en algún puesto de comida para calmar su hambre. Sí, definitivamente eso debía ser, no había nada de que preocuparse.
Cruzó los brazos sobre su pecho y escondió las manos bajo sus axilas, empuñándolas para calentarlas un poco y que el dolor que el frío le provocaba se detuviera. Lamió sus labios resecos y se encogió sobre sí mismo, tiritando levemente. Los dientes le castañeaban y la nariz la tenía congelada y seguramente roja. Se dio media vuelta y verificó si venía Renato a su encuentro. Y para
su decepción no.
Comenzó a silbar una canción que estaba de moda en ese momento, recordando cuando Renato la
tocó en guitarra y ambos cantaron y rieron. Recordaba cada mueca de su amigo, cada morisqueta que hacía, la sonrisa ancha, la forma en que sus ojos se achicaban con la sonrisa y los pómulos se le levantaban con gracia. Lo tenía grabado a fuego en su mente.
Cada detalle.
Cerró los ojos por un instante y los mantuvo así incluso cuando sintió unos cálidos brazos aferrarse a su cintura. No necesitaba mirar para saber quien era. El olor de su Shampoo le caló la nariz y su perfume inundó sus pensamientos. Tomó las manos que se afirmaban de su abrigo con las propias y entrelazó sus dedos tibios con los helados de Renato.

bailando en la oscuridad. •quallicchio•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora