Cuarto de juego.

Capítulo único

—Sean todos bienvenidos al cuarto especial o, como me gusta llamarle, el cuarto de juego —habla una persona desconocida a través de unas parlantes de las que no tiene conocimiento, el sonido es envolvente y difícil de distinguir de su salida. No pueden saber de quién se trata debido a que ha distorsionado la voz—. Los jugadores: Shōto Todoroki, Eijirō Kirishima, Izuku Midoriya y, la estrella, Katsuki Bakugō. —Los nombrados se miran entre sí, sin saber qué hacer, estando expectantes a lo siguiente.

Katsuki no entiende nada de lo que sucede al igual que el resto. Todos llevan un collar con un foquito que brilla de un color diferente. El del bastardo mitad-mitad es de color azul, el del tonto de Deku es verde, el de pelo pincho es rojo y el suyo de color naranja. ¿Qué mierda significa eso?

—Explicaré las reglas: hay solamente uno que puede escoger con quién participar, a menos que el juego requiera de otra persona, deberá de decidir a dos. Esa persona es Bakugō-kun—. Todos lo miran tratando de descifrar a qué se refiere con "juegos"—. Dentro de la habitación donde se realizará todo, habrán artefactos que harán que el juego sea más divertido. Claro, para las personas que vemos esto.

Por unos instantes, en la parte superior de las paredes, se puede ver a una buena cantidad de personas, expectantes a todo, todas con una máscara, sin excepción. Aquello enferma a Katsuki. ¿En qué clase de lugar estaban? ¿Por qué justamente él debía de escoger? ¿Acaso era otro secuestro por parte de los villanos?

—Bakugō-kun puede decidir con quién jugar, el rol que ocupará y los juguetes si es que así lo desea dependiendo del juego al que sea asignado, aunque habrá veces en que yo lo decida, así que disfruta, Bakugō-kun, el juego puedes manejarlo a tu gusto, pero la persona que pone las reglas soy yo.

—¿Qué pasa si nos negamos? —pregunta el nerd de cabello extravagante.

—Es sencillo; mueren. —Una risa por parte de la persona que habla a través de las bocinas inunda la habitación—. No es cierto, pero sí que se llevarán un buen castigo.

—Esto es... aterrador —susurra Eijirō—, nos sacaron cuando estábamos durmiendo.

—No todos lo estaban haciendo, ¿o sí, Bakugō-kun? —Aquella pregunta hace que el rubio ceniza se ponga excesivamente rojo—. No cuando tienes algo en la boca. —Los implicados miran a Katsuki sorprendidos. ¿Acaso... Katsuki había estado con una chica en su dormitorio?—. Una cosa muy grande, aunque igualmente debió dejarte insatisfecho, ¿no?

—Cállate, jodida mierda —gruñe Katsuki cruzándose de brazos. El rubor se extiende hasta las orejas.

La risa proveniente de las bocinas hace que el trío de implicados, o bien, presas para el juego con Katsuki, dejen de mirarlo.

—Me encantaría saber qué cara pondrían si supieran. Es más, ¿por qué hacerlos morir de la duda si puedo mostrarlo?

Una pantalla plasma surge del techo, apagada, dejando ver el reflejo del grupo de chicos. A Katsuki se le van los colores del rostro. No será...

—Disfruten de la pequeña función. —Suelta la voz proveniente de aquella bocina.

La escena que se presenta por la televisión es sumamente vergonzosa. Todoroki, Kirishima y Midoriya tienen los ojos plasmados a los actos del rubio captado en vídeo, aun si apartan la mirada cada tanto, no pueden dejar de verlo y escucharlo.

—¡Dejen de mirar, jodidas mierdas! —grita irritado, tratando de jalar a los susodichos, pero el collar reacciona en un breve corto que lo deja inmóvil un par de segundos.

—Dime, Bakugō-kun... —aquella voz proveniente de la bocina nuevamente hace aparición. La pantalla plasma vuelve a ascender, quedando oculta de todos—. ¿Con quién vas a jugar primero? Como es el primer turno, te dejaré escoger hasta donde pueden llegar, aunque parece que quieren decidir por ti.

Katsuki mira con atención a sus compañeros de clases, aquellos que lo observan con asombro, temor y confusión. Entonces los collares de ellos brillaron y al segundo también lo hicieron sus miradas. Todo aquel rastro de miedo se ha ido porque ahora el deseo es el que se cuela por sus pupilas.

Aquello estaba poniéndose peor.

Y Katsuki Bakugō no sabía qué hacer.

No sabía qué decidir, estaba entre coger o ser cogido.

***
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