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Las mañanas a su lado era una verdadera bendición que no sabía a quien debía agradecer. Y eso era por parte de ambos. Tan poco tiempo viviendo juntos y tantas emociones vividas consecutivamente. Podrían encontrarse como un par de adolescentes perdidos en medio de un escenario de ensueño a merced de la muerte, pero, en realidad, para ellos era ahora una vida que merecía la pena vivirse. ¿Cómo podrían negar que alguna vez habían pensado en lo hermoso que sería quedarse así para siempre?

Lógicamente, eso era algo que solo tenían en su mente y en lo profundo de su corazón, temerosos de manifestarlo en voz alta por miedo a herir los sentimientos de aquellos que luchaban día a día para regresar a su realidad.

Tan solo unos días habían pasado desde que su permiso de ausencia de las líneas delanteras había sido aceptado tras un cruento desarrollo de los hechos. Eso era algo que prefería dejar a un lado durante su merecido tiempo a solas, donde únicamente se dedicaban al otro como si nada más fuera necesario.

Por supuesto, conocían sus responsabilidades, que su tiempo era limitado y que tenían que seguir fijándose el objetivo de abandonar ese castillo flotante para, de alguna manera, comenzar algo nuevo en la verdadera realidad a la que pertenecían.

Aun teniendo eso claro, Asuna no podía dejar de lado esa burbuja de felicidad que la tentaba tan peligrosamente a plantearse no regresar nunca. Era algo egoísta por su parte viendo los esfuerzos que Kirito ponía en el día a día para escapar. Ella no era quien, de privarle de su libertad, no podría pedirle que abandonara todo por quedarse con ella.

Suspiró, sonriente a pesar de todo, porque, a sus espaldas, mientras ella revisaba el inventario tras una tarde exhaustiva de compras para la decoración de su nuevo hogar, podía escuchar los ronquidos del azabache, quien se había quedado frito en la nueva mecedora que había cautivado por completo al espadachín.

Se acercó hasta él, observando con cariño lo adorable que se veía dormido. Parecía un niño pequeño, y era la primera vez que lo pensaba de esa manera. Estaba segura, y no solamente porque el propio Kirito se lo hubiera comentado, de que mucha gente le echaba más años de los que verdaderamente tenía.

Se veía tierno y hasta casi ingenuo en algunas ocasiones, pero rápidamente se mostraba un fuerte contraste cuando empuñaba sus espadas. Parecía todo un hombre, era imposible pensar que fuera menor de edad.

En varias ocasiones había estado tentada a preguntarle cuantos años tenía, cual era su verdadero nombre o en donde vivía, pero sabía que eso sería romper un tabú que todos cumplían estrictamente. Ni estando casados era quien de pedirle tal confianza. Por eso, la idea era rápidamente desechada de su mente.

Casi era hora de cenar, y dado que la noche anterior, su primera noche juntos en la cabaña, habían decidido cenar en algún restaurante del pueblo cercano, esa noche Asuna estaba decidida a prepararle una verdadera cena.

Sin embargo, revisando su inventario, se había dado cuenta del lastimoso detalle de que no tenía los ingredientes que le gustaría para hacer dicho propósito.

Con agilidad, procurando no despertarle, escribió una nota que dejó encima de la mesa que estaba en medio de la sala. Le dio un suave beso en la mejilla y salió de su hogar tras cubrir su rostro con una bufanda y una gabardina.

Ni siquiera sabía cuántas horas había dormido, bien podrían haber sido minutos o unos escasos segundos, pero se sentía descansado y muy a gusto donde estaba.

Sin embargo, sabía que no estaba solo, recordaba perfectamente la presencia de una única acompañante, más que suficiente siendo ella quien era. Todavía no asimilaba completamente la situación, la increíble suerte de haberse ganado, con alguna especie de milagro, el amor de cierta pelirroja que lo traía loco desde hacía meses, quizás años, atrás. Pero ahora era mucho más que eso, descubriendo los encantos, sus miedos y su inseguridad, sus sentimientos y lo maravillosamente feliz que se sentía compartiendo hogar con ella, sabía perfectamente que no podría dejarla ir por mucho que se lo pidieran.

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