Tóxico.

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Volví a llorar,
te maldije y por un momento,
te volviste el cadáver que
cubrían las espinas de mi pecho.

Pero me levanté,
respiré,
y corrí otra vez a tus brazos.

Porque así funcionamos.

No importan las veces que atentes contra mi,
siempre cabe otra bala en mi pecho.

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