Luciérnaga.

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Te esperé tanto,
que cuando entraste,
ya no quedaban ilusiones por romper,
y no me culpes,
porque fue en ese momento que tú tomaste la decisión por mi.

Mantén el brillo, luciérnaga,
y no caigas.

Y si no tienes suerte,
te veré al final del camino,
cuando te des de frente contra el auto
de algún conductor despistado
al que no le importe haber provocado tu muerte.

Y quizá sientas,
antes de caer inconsciente,
lo que yo sentí

cuando te conocí.

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