34. A través del cristal

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Por eso, el día que viene Miriam a grabar la versión me despierto con mucha ilusión. Se puede decir que es para lo único que viene, ya que tiene intención de coger el avión en el mismo día.

Me voy a la rehabilitación muy animado, sabiendo que será Amaia la que vendrá después a recogerme.

No te pierdas, cuquita. Que siempre te olvidas de cuál es la consulta de José Luis.

Ella me sonríe y me despide con un beso, mientras me suben en el taxi que me lleva a la clínica. Y hoy el día es bastante productivo, quizás por la emoción que me remueve. A lo mejor ya lo intuía, pero sabía que se acercaba una nueva llave. Era cuestión de Amaia.

Pero, lo que no me esperaba, era que saliera con una canción mía. Y, menos aún, que saliera sin música de fondo. Esta vez éramos solo José Luis y yo, mientras él trataba de explicarme las diferencias entre la T y la D, que era la que quería que pronunciara hoy.

-No, la lengua más entre los dientes, Alfred, más hacia delante –trata de explicarme.

Pero si la lengua es una de las cosas que menos controlo...

Cierro los ojos, exasperado. No puedo dejar de confundir ese sonido con la T, que es la que me sale cada vez que lo intento. Respiro hondo, y eso es lo único que escucho. José Luis se ha quedado callado, quizás esperando mi reacción, esperando a que encuentre la llave.

¿Dónde estás, Amaix? ¿Dónde estás?

En la oscuridad de mi mente, con los ojos cerrados, veo su luz. Y, no sé por qué, eso me lleva a recordar la primera vez, que todo era oscuridad, y entonces la vi. Como la voy a ver llegar ahora. Como cada mañana que abro los ojos: es un nuevo despertar a su lado.

Y el single, Despertar, viene a mi mente. Y veo sus ojos cada mañana, y su sonrisa. Qué bonito es despertar... Despertar... Despertar... Y algo en mi mente hace clic, Amaia me da la llave y encuentro la puerta, esa que permite que mi lengua se mueva hacia delante y pronuncie un sonido limpio.

-Da... -digo, con voz dudosa. Pero, al sentir el sonido correcto, no puedo evitar emocionarme. Lo repito-: Da... Da-da-da.

Quizás así consiga fijarlo. Una letra más, otra nueva estrella para nuestro alfabeto. Quisiera gritar de la alegría, y guardo esta sensación en mi memoria para cuando me desespere, porque ya pronto va a hacer un año del accidente y aún sigo luchando contra los sonidos, viniendo cada día a la rehabilitación para, muchas veces, volverme de manos vacías. Pero es como un entrenamiento. No siempre se gana, a veces solo se participa y otras, tan solo se entrena. Pero sin eso, no avanzaría, no ganaría.

José Luis mira la hora y empieza a recoger todo: hemos acabado la sesión. Pero yo sigo pensativo. ¿Quién me habría dicho hace un año que valoraría tanto el camino, y la paciencia que lleva con ello? Y mi mente vuelve a Amaia, porque, indirectamente, ella también está ganando en paciencia.

Lo veo en su cara y en sus suspiros cada vez que no recibe buenas noticias de mi rehabilitación, y en la sonrisa que me lanza inmediatamente, para quitarle peso al asunto.

Buen ejercicio de "no-decepción", cuquita. Qué pena que aún tengas que hacerlo tan a menudo...

Otro día, recuerdo que la había escuchado hablando con mi madre, sorprendida de que, de un tiempo a esta parte, había aprendido a no quejarme de la rehabilitación, a no tratar de evitarla, yendo un día tras otro, incansable.

-Ya sabes que Alfred es muy listo, hija. Estoy segura de que se ha dado cuenta de lo importante que es la rehabilitación para avanzar. Y, cuando se le mete algo entre ceja y ceja...

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora